Marescot, un cebo-trampa para los ladrones

Alfredo López Penide
López Penide PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

RAMON LEIRO

Lo que alberga el antiguo sanatorio pontevedrés es un botín codiciado por los amigos de lo ajeno que, sin embargo, no cuentan con el sistema de alarma del edificio. Ya se han fallado las primeras condenas

13 dic 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

A punto de cumplirse una década desde que echó el cierre, lo que en el pasado fue un puntero sanatorio pontevedrés se ha convertido en el objeto de deseo de los amigos de lo ajeno. Los bienes que aún alberga el Marescot en su interior -se habla de lámparas, muebles, material médico de toda índole...- es un botín muy codiciado entre los ladrones, una circunstancia que está obligando a la Policía Nacional a acudir cada dos por tres a este céntrico edificio.

Y es que el antiguo sanatorio es una suerte de cebo-trampa para todos aquellos que intentan desvalijarlo y que no cuentan con que dispone de un sistema de alarma que se activa cada vez que se produce una intrusión. «Continuamente nos llaman para que vayamos. Es rara la semana en la que no tenemos que intervenir y, en bastantes ocasiones, son los mismos. Parece que no aprenden», señaló un agente de la Comisaría Provincial.

Similares expresiones emplean en el seno de la Fiscalía de Pontevedra y de los juzgados de Instrucción. Lo cierto es que el número de causas incoadas por el momento son numerosas: «Es casi imposible cuantificarlas y otras han sido archivadas porque se desconoce el autor, porque los ladrones han huido al percatarse de que se ha activado la alarma y no se han podido identificar», apuntan algunas de estas fuentes. Esta circunstancia ha dado pie a que se hubieran ya conocido las primeras sentencias condenatorias.

La más reciente alude a un ciudadano portugués, Joaquim Antonio M. F., de 55 años. Su caso es todo un exponente del día a día con el que tienen que lidiar las patrullas policiales que se desplazan al Marescot al sonar la alarma.

En el supuesto de este súbdito luso, esto ocurrió minutos antes de las cinco de la madrugada del 3 de julio del 2015. Aprovechando la noche, accedió al interior del recinto del centro médico para lo cual superó su cierre perimetral. Acto seguido, cogió una escalera de mano, la apoyó en la fachada y alcanzó una de las ventanas del primer piso. «Tras rompela, entrou no edificio coa intención de coller obxectos que atopase no interior», se reseña en la sentencia que le condena a siete meses como autor de un robo con fuerza en grado de tentativa.

Al igual que en ocasiones precedentes, el sistema de alarma se activó. Joaquim Antonio se dio a la fuga dejando atrás el botín que había amontonado. Aquella madrugada, no fue detenido, sino que su arresto tuvo que esperar a la intervención de los agentes de la brigada científica.

Estos, tras realizar una inspección ocular, consiguieron aislar una huella dactilar en una campana de cristal. Al parecer, se trata de un instrumental médico que tiene un cierto mercado en el sector de las antigüedades, apuntaron fuentes conocedoras de este episodio.

Lo cierto es que la huella señaló directamente al acusado, a quien le constaba hasta ahora un único antecedente previo por un delito de receptación. «A existencia dunha impresión dixital de Joaquim António M. F. na campá de cristal evidencia, sen dúbida, que estivo en contacto con ela. É a única explicación razoable é que, ademais, a tocou no interior do edificio. O contrario sería admitir como verosímil que outra persoa a colocara no edificio tras ser tocada polo acusado», concluye el magistrado de Penal número dos.

Más de ochenta años vinculado a la historia de Pontevedra

El sanatorio Marescot es, hoy en día, una caricatura de lo que en su día fue un referente para la sociedad pontevedresa. Fundado el 8 de septiembre de 1926 por el doctor Enrique Marescot Iglesias, el centro estuvo vinculado a la ciudad del Lérez durante más de ochenta años, hasta que a principios de abril del 2008 trascendió que se habían rescindido los contratos con el personal y el centro concluía su actividad.

Tal y como refiere un reportaje de La Voz por el 75 aniversario del centro, a Marescot Iglesias le sucedió su sobrino, Enrique Marescot Fernández, quien, al igual que su antecesor, se especializó en cirugía y fue el rostro del sanatorio hasta su muerte en 1996. La saga la continuó su hijo, Enrique Marescot Rodríguez.

Con los estertores del siglo XX, el centro se reconvirtió, de tal modo que se crearon nuevas unidades especializadas en la atención a personas mayores y una unidad de rehabilitación. De este modo, fue el primer centro médico de Pontevedra en habilitar un departamento específico de atención geriátrica.

Sin embargo, con su cierre, todo el esplendor desapareció. El inmueble, que en 1926 había deslumbrado a la sociedad pontevedresa, comenzó a ser pasto de la maleza hasta el punto que comenzaron a sucederse las quejas vecinales centradas en el abandono de su entorno.