Pontevedra no tiene plazas públicas libres en centros para discapacitados

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Emilio Moldes

Alguna entidad cuenta con vacantes privadas, pero las familias no logran pagarlas

25 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Solo hace falta visitar una vez alguno de los centros de atención a la discapacidad que hay en Pontevedra, bien sean de carácter ocupacional o de día, para darse cuenta de una circunstancia: son dependencias capaces de cambiarle la vida a muchas personas. Lo contaba recientemente en este periódico Rosa Blanco, una usuaria de Amencer con parálisis cerebral. Decía ella que antes de llegar al centro de Campolongo, donde ahora pasa sus días, sentía vergüenza de su condición de persona con diversidad funcional, que no soportaba salir a pasear por miedo a ser vista por los vecinos y que ni siquiera quería ver en la televisión a gente en silla de ruedas. Su vida ahora es otra. Y es mucho más feliz. El problema es que esa felicidad no pueden tenerla todas las personas con discapacidad de la comarca. ¿Por qué? Aunque las listas de espera las maneja la Xunta, desde los colectivos de atención a la discapacidad pontevedresa cuentan una realidad dramática: tienen todas las plazas públicas -las que ayuda a financiar la Administración- cubiertas y el grueso de las familias no pueden acceder a los pocos huecos privados que hay libres, así que esas personas se quedan en sus casas, a la espera de que surja alguna vacante. Lo cuentan desde Amencer-Aspace, desde Xoán XXIII, desde Amizade o desde Alba; todas ellas inmersas en la atención a distintos tipos de discapacidad.

Mónica Touriño, gerente de Amencer-Aspace, explica una situación peliaguda con la que a veces conviven. «Hay personas que acuden a nuestro colegio y al llegar a los 21 años, la edad máxima de escolarización, se tienen que marchar a sus casas y esperar a que les llamen para darles una plaza en el centro de día, porque igual cuando terminan el período escolar no la hay. Esa realidad se tiene dado, y es dura, sobre todo porque nosotros tenemos plazas libres, lo que pasa es que son privadas, no concertadas. Y la gran mayoría de las familias tienen que esperar a que se trate de una plaza pública, porque de lo contrario no pueden pagarla. Casi nadie puede asumir un gasto de 1.300 euros, que es más o menos lo que les costaría». De hecho, en Amencer solamente un usuario tiene plaza privada de los 25 a los que atienden.

En Xoán XXIII y en Amizade tienen una situación distinta. En sus respectivos centros no hay espacio para dar cabida a más personas. Es decir, no cuentan ni con plazas públicas disponibles ni tampoco privadas. Y, aunque las listas de espera las maneja la Xunta, saben que hay personas pendientes de acceder a sus dependencias. En Xoán XXIII están construyendo una residencia y centro de día nuevos para tratar de poner remedio a esta situación. El problema es que los plazos son relativamente largos. Además de la construcción del edificio -se inició la obra, pero todavía se está excavando el terreno-, luego hay que reunir la financiación para ponerlo en marcha y que la Xunta concierte las plazas, es decir, que aporte dinero para que se pueda atender a cada uno de sus usuarios.

En Amizade también son conocedores de que tienen lista de espera. Sondean la posibilidad de cambiarse a un centro mayor, porque en el actual no podrían dar cabida a más usuarios. Tienen cubiertas tanto las plazas concertadas como las privadas.