«Sáqueme de aquí mi teniente coronel, que me han matado»

Alfredo López Penide
López Penide PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

cedida

El teniente coronel Garea Villaverde redujo en 1978 a dos Grapo en Verducido

18 nov 2017 . Actualizado a las 21:05 h.

El pasado 12 de octubre, la Guardia Civil enmendó un error de cuarenta años con el capitán Manuel Cascón al entregarle la medalla la Cruz al Mérito de la Guardia Civil con distintivo rojo, la más alta distinción del cuerpo. Siendo sargento de Tráfico fue tiroteado en Verducido, Pontevedra, por una integrante del Grapo. Ocurrió el 29 de marzo de 1978 y la historia ha mantenido oculto al otro héroe de aquella jornada, la persona que consiguió reducir a la terrorista y logró que se rindiera el compañero de esta que había buscado refugio en una casa en obras. Nunca ha recibido condecoración alguna.

Aquella mañana se denunció la sustracción en la calle Sierra de un Seat 1430: «Fue delante de una farmacia cerca de la plaza de Abastos», rememoró el por aquel entonces teniente coronel Manuel Garea Villaverde (Ordes, 1930), quien destacó que «tenía por costumbre tomar nota de las noticias de los robos». Así lo hizo.

Poco antes de las tres de la tarde, cuando el mando de la Guardia Civil se dirigía a casa por la carretera de Caldas se percató de que el coche que les precedía era el que figuraba como sustraído. Instantes antes se había cruzado con el sargento Cascón, que estaba de servicio por la N-550 y al que le informó de lo que estaba ocurriendo, al tiempo que ordenó a su chófer que siguiese a los ladrones.

De este modo, comprobó como en la entrada a Pontevedra torcían hacia el monasterio de San Benito. En aquel momento, ni se imaginaba quienes iban en el coche. «Me parecieron que eran dos chavales, gente muy menuda... Un par de críos que cogieron el coche para dar un paseo», por lo que pensó que con «un par de pescozones» sería suficiente. A fin de cuentas, «apenas sobresalían sus cabezas del respaldo de los asientos».

En un momento dado, le indicó al conductor que los adelantase y los obligase a detenerse. Fue entonces cuando comprendió que se enfrentaba a algo más que a unos vulgares ladrones de coches. Tras haberlos rebasado inicialmente, el Seat 1430 volvió a adelantar al coche en el que iba el hoy coronel jubilado Manuel Garea y, realizando una maniobra, lo echó de la carretera «con la suerte de que nuestro vehículo no llegó a volcar». Eso sí, tuvo que abandonar momentáneamente la persecución siendo relevado por la patrulla que encabezaba Manuel Cascón.

La huida concluyó en el lugar de Gavián, en Verducido. Manuel Cascón se abalanzó sobre la chica. «Bajó prevenido», resaltó su superior, de tal modo que «el primer disparo que recibió fue sobre la metralleta que llevaba en bandolera, si no lo hubiera matado. El segundo fue al vientre y le dio en el hígado». E incluso, la terrorista llegó a apretar el gatillo una tercera vez, pero el sargento logró coger « la mano de la mujer y frenó el martillo de la pistola que no percutió con fuerza sobre el fulminante y el disparo no se produjo».

Cuando Garea Villaverde acudió en auxilio del agente herido, este le espetó «sáqueme de aquí mi teniente coronel, que me han matado». A lo que este respondió con un contundente: «Déjate de historias, Cascón». Consiguió introducirlo en su coche y mandó al conductor a que lo llevase de urgencia al hospital, evitando de este modo un fatal desenlace.

De igual modo, se enfrentó a la terrorista. Recuerda que «se revolvía como un basilisco», por lo que tuvo que realizar «un barrido de carótida, en el cuello, y perdió momentáneamente el conocimiento». Tras comprobar que no llevaba una segunda arma oculta, la redujo.

Aunque inicialmente sospechó que su cómplice estaba oculto en un monte cercano, instantes después le indicaron que se había ocultado en una casa en obras. «Yo no utilizaba pistola. Me di cuenta que usar la pistola es peligroso, pegas un tiro, rebota y acabas dándole a una señora. Solución: una bomba de mano. Siempre llevaba cuatro bombas de mano».

Así que optó por lanzar una de ellas a un patio de la vivienda. Instantes después el segundo Grapo se rendía. Otro agente le había alcanzado con un disparo.