«Vas con tu perro y pareces una apestada»

Cristina Barral Diéguez
cristina barral PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

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Dos propietarias de canes potencialmente peligrosos relatan cómo es la convivencia con ellos

12 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Gloria Cubas y Nuria Casalderrey son defensoras de las razas de perros consideradas potencialmente peligrosas (ppp). Se podría decir que estas dos pontevedresas predican con el ejemplo, ya que cada una de ellas tiene un can con esta etiqueta. En ambos casos son animales que ellas acogieron para darles una vida mejor. Gloria, que es la presidenta de la protectora Os Palleiros de Pontevedra, adoptó a Gris, un cruce de pit bull, el pasado enero. La perra que ahora tiene seis años necesitaba un hogar porque estaba muy delgada y debido al estrés se comía hasta el mobiliario. «Devolvía mucho y tuvieron que abrirle la barriga. Ahora está mucho mejor, ya recuperó peso. Desde luego que la raza no me echó para atrás», sentencia su dueña.

En el caso de Nuria, Lola, que es una american staffordshire terrier, llegó a su casa después de haber pasado por varias manos sin recibir los mínimos cuidados. «En diciembre hará seis años conmigo. Sigue siendo una perra muy miedosa por la infancia que tuvo. No estuvo con su madre ni sus hermanos, estuvo sola y mal cuidada. Con cuatro meses no sabía ni comer», recuerda su propietaria.

Gloria y Nuria dan la cara tras los terribles ataques sufridos por dos mujeres por parte de perros potencialmente peligrosos en Covelo y Mos. ¿Cuál fue su primera reacción al conocer esos sucesos? «Fueron ataques brutales, horribles. Pero sentí rabia porque la culpa es de los dueños, no de los perros. Está claro que hay una mala sociabilización. A veces un gesto involuntario de las víctimas puede desencadenar los ataques, pero la culpa no es de la raza, hay que ver cada caso concreto», subraya Gloria.

Nuria es del mismo parecer. «El miedo es libre, y yo puedo entender que la gente tenga miedo a estos perros o a los perros en general. Pero no se puede estigmatizar a los animales y tampoco a los dueños que cumplen la normativa. Como pasa con los niños pequeños, también hay que educar a los perros, adiestrarlos, y no se debería juzgar tan a la ligera», reflexiona Nuria.

Estas dos mujeres y sus familias viven en pisos con sus animales. Dicen que Gris y Lola no han generado problemas entre el vecindario. Gloria y Nuria nunca fueron multadas por la Policía Local, aunque sí las han parado. Disponen de licencia para pasear estos perros y los tienen inscritos en el registro municipal. Con lo que no están de acuerdo es con el uso de los bozales de cesta. Emplean otros más sencillos, que llaman de adiestramiento. «Me niego a ponerle a Gris el de cesta porque no le deja respirar, especialmente en verano», matiza Gloria. La presidenta de Os Palleiros asume la normativa, pero no la comparte. Pone un ejemplo ilustrativo. Hay perros de razas consideradas potencialmente peligrosas que se emplean en terapias asistidas con animales y en charlas en colegios. Gloria llevó dos veces a Gris a un adiestrador. «Me tiraba mucho de la correa y le dieron unas pautas. Ahora ya no lo hace».

Nuria añade otro matiz. No es que solo se estigmatice a estas razas, sino también a sus dueños. «A mí me tienen dicho de mi perra,‘ Esa raza no tendría que existir’. Y eso es muy injusto. Muchas veces te sientes señalada cuando vas por la calle con tu perro o lo sacas a pasear. Llegas a un sitio y pareces una apestada. Hay gente que está con sus perros, los ata y se va cuando llegas tú», relata.

Gloria entiende en parte la alarma social que puede generar un caso como el de Covelo, pero hace hincapié en que también hay ataques de otras razas. «El pastor alemán, por ejemplo, tiene causado ataques y no está en la lista de ppp. Recuerdo que cuando le dije a mi madre que iba a adoptar un pit bull me contestó, ‘Ay, hija por dios’. Y yo bromeé: ‘Si salgo en la tele mordida, ya te enterarás’».

Ambas coinciden en que en escenarios urbanos se ha avanzado mucho, aunque todavía queda por hacer. «Sabemos que estamos obligados a llevar a nuestro perro atado con una correa de menos de un metro veinte y bozal. Y a tener todos los papeles en regla. Y lo hacemos aunque no lo compartamos», afirma Gloria. En muchas zonas del rural, argumenta Nuria, se sigue viendo el «perro alarma», que está siempre atado a una cadena y al que no se presta atención. «Los perros tiene que hacer vida y no pueden estar encerrados. Los que tienen un mal comportamiento es porque no fueron educados. Y desde luego también hay personas que no están capacitadas para tenerlos a su cargo».