«No soy monja con 29 años porque no encontrase novio o porque sea un plan B, es porque quiero»

m.h. PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

01 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

En Pontevedra se habló estos días largo y tendido de sor Sagrario, la que fue madre superiora de las Clarisas en Santa Clara, definida por todos como «una santa». De ella se cuenta que con 16 años entró en el convento de Pontevedra para no salir más hasta ahora, ya en la senectud, cuando la orden la desplazó a Santiago. Aquella chiquilla se hizo monja en unos tiempos en los que las vocaciones religiosas rebosaban. Pero las cosas han cambiado radicalmente. Y hacerse monja es ya una rareza en España. Sin embargo, sin salir de Pontevedra todavía se puede conocer a mujeres que como a sor Sagrario, en plena juventud y en pleno siglo XXI, la «la llamada de Dios» les hizo dejarlo todo. Solo hay que ir hasta el santuario de las Apariciones. Allí reciben las hermanas María de Cafarnaum, que es ecuatoriana y tiene 23 años, y la hermana María Llum de Crist, que es catalana y peina los 29. Podría recibir también una tercera monja, María de Baoxi, de 40 años, pero estará ausente hasta noviembre porque fue a perpetuar sus votos. Ellas se encargan de recibir a las visitas y de «explicar el mensaje que le dio la Virgen de Fátima a Lucía». La conversación con ellas empieza con una pregunta sencilla. ¿Están contentas? Y su respuesta es elocuente: «¡Cómo no vamos a estar contentas, estamos en la casa de nuestra madre, de nuestra mamá!».

María de Cafarnaum, barcelonsa, es la madre superiora. Y se expresa con una claridad absoluta. Antes de contar su historia, deja una cosa clara: «No soy monja con 29 años porque no encontrase novio o porque sea un plan B, es porque quiero». A partir de ahí, explica cómo empezó todo. Tenía ella 23 años y trabajaba como maestra de infantil. Asegura que sintió la llamada de la religión y decidió romper con su vida. «Fue así de simple, sentí lo que se siente con un primer amor, esas ganas todas de dejarlo todo e ir tras él. Mi familia lo aceptó y lo entendió y ahí empezó todo». Pasó por la pertinente toma de contacto, por los años de formación y hace seis meses desembarcó en Pontevedra, donde el santuario de las Apariciones se había quedado sin monjas. No se arrepiente, es más, casi le ofende la pregunta sobre si es feliz: «¿Pero cómo no voy a estar contenta, si dejé lo que tenía por algo mucho más grande?».

Un indonesio de 22 años

Las monjas del santuario de las Apariciones no son las únicas religiosas jóvenes que viven en comunidad en la comarca. Aunque la tónica dominante es la de monjas y frailes jubilados, en el asilo de Caldas también hay una monja de 25 años, que es extranjera. Asimismo, la persona de menor edad en las comunidades religiosas de la zona se encuentra también en otro punto del municipio caldense. Pertenece a los Padres Somascos, ligados al colegio San Fermín, tiene 22 años y es un joven llegado de Indonesia. Según indicó su superior, es lector de inglés en el centro educativo caldense ligado a esta orden. «Es una maravilla tener a alguien tan joven con nosotros, aunque hay que decir que en esta comunidad, que somos 4, tres todavía estamos en edad de dar clases, y uno jubilado», señaló.

Y una en clausura de 37 años

El panorama de jóvenes o personas de mediana edad religiosos que viven en comunidad se completa en Cuntis. ¡Y de qué manera! Las Benedictinas del convento cuntiense son las únicas monjas de clausura que quedan en la comarca de Pontevedra. La superiora, reacia a contar cualquier detalle de la vida contemplativa, solamente dijo que las más jóvenes decididas a pasar una vida entre las paredes conventuales tienen actualmente 37 y 40 años. Hacen almendrados y galletas.