Y por fin la mona, el heladero y los patos vuelven a Las Palmeras

María Hermida
maRÍA HERMIDA PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

EMILIO MOLDES

La muestra fotográfica que hay junto al estanque retrata los días de domingo en el parque de muchas generaciones

20 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Meli Fandiño, toda una autoridad radiofónica en Pontevedra, ahora jubilada, estaba un día juntando sus fotos familiares. En principio, iba a hacer un álbum y punto. Pero la cosa acabó dando mucho más de sí. Resulta que fue a dar un paseo por el parque de las Palmeras, vio que el estanque se estaba acabando de remodelar, se le abrió su caja de recuerdos y... se le encendió la bombilla: «Pensé que sería muy bonito hacer una exposición con las fotos que los pontevedreses tenemos en el estanque». Fue con su idea al Ayuntamiento y de ahí acabó saliendo la exposición que ahora mismo cuelga en las Palmeras. Desde luego, no se trata de una muestra cualquiera. Eso queda claro solo con acercarse a ella. ¿Por qué? Porque abre la espita de las emociones de muchísimos pontevedreses.

La prueba del algodón es fácil de hacer. Ayer, una mujer, Carmen, que pasaba por las Palmeras y de repente reparó en la muestra, se puso a ver las fotos que aportaron los ciudadanos. No confiaba en topar conocidos en ellas. «Llevo en Pontevedra treinta años pero no nací aquí, así que no creo que me encuentre a nadie», decía. A los pocos minutos, observando la foto de una niña sentada en el estanque, exclamaba: «¡Esta es mi sobrina, esta es mi sobrina... menuda sorpresa!».

La alegría de Carmen era, al cabo de un rato, también la alegría de una abuela que pasó por las Palmeras acompañada de varios nietos y, con orgullo y alboroto, les mostró una foto suya de jovenzuela que forma parte de la exposición. «Mirad, yo también fui joven», les decía a unos chiquillos que se quedaban asombrados al ver a su abuela vestida de domingo en plena juventud.

Buscarse a uno mismo o a los familiares es uno de los placeres de la muestra, bautizada como Fotopalmeiras. Pero hay más. Lo dejaban claro dos mujeres que, al principio, pusieron cara de tristeza porque no encontraban en ninguna foto a la mona, a aquel animal al que tantas generaciones tiraron pipas y maíz. Pero, cuando se dieron de bruces con la instantánea donde sale el primate, la cosa ya cambió. «Está la mona, está la mona, sí que está la mona en una foto», señalaban con una nostalgia descomunal.

Hasta la Mariquita Pérez

Detrás de la mona vino el descubrimiento de la foto donde está Dimas, el heladero; el retrato de Pedro Herrera, el fotógrafo del minuto; los patos... No parece faltar nadie en la galería fotográfica, al menos a primera vista. Porque quien busca y rebusca acaba echando de menos alguna cosilla, por ejemplo, a aquel pavo real de colorines que cautivaba con su plumaje. Para compensar, las fotos regalan otras pildoritas de la nostalgia. Se puede ver una muñeca Mariquita Pérez en la mano de una niña, rococós palmas del Domingo de Ramos... Y lo mejor es como los recuerdos se van exagerando. Decía ayer una mujer, viendo la foto de los antiguos columpios de hierro, que subían tanto que hasta se daba la vuelta con ellos. ¿Seguro?