Una zona urbana llena de contrastes que pide más atención

Cristina Barral Diéguez
cristina barral PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

emilio moldes

Falta de limpieza y de aparcamiento son las principales quejas, junto a varias casas abandonadas que devora la vegetación

27 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Es una zona de contrastes. Y por qué no decirlo también de sorpresas. Buenas y malas. El entorno de la calle Jofre de Tenorio de Pontevedra depara eso sí más quejas que alabanzas. La falta de limpieza y de aparcamiento centra los comentarios de las personas que acceden a dar su opinión. El chalet de Fontoira es como una isla al inicio del vial. La calle es de subida para los vehículos, pero el recorrido se hace hacia la avenida del Uruguay. En Jofre de Tenorio todavía conviven algunas casas bajitas con edificios altos con negocios en los bajos. Muy cerca destaca la sombra que dan dos árboles en la plaza de Cornelis de Holanda. Un pequeño rincón encajonado entre inmuebles y coches que merecería más atenciones.

Josefa, que vive en la Rúa do Ouro, anda con la ayuda de un bastón. Se le pregunta y no se corta. Conoce bien el barrio donde nació y añora el pasado de la cercana Moureira. «Esto es una porquería. Mira cómo están las aceras y eso que la máquina pasa por aquí. Hay cacas de perro y parece que la ley no es igual para todos». No quiere hablar mucho porque dice que después le riñe su hija, pero Josefa se refiere a las distintas alturas de los edificios. «Ahora aquí ya no nos conocemos, antes no se cerraban las casas», recuerda en mitad de la cuesta de Jofre de Tenorio. Una pintada en el muro de un solar y la vegetación que se come la acera derecha del tramo más pegado al Lérez son argumentos que dan la razón a los residentes.

Ya en Domingo de Andrade una familia se baja de un coche aparcado. «Aquí lo peor es la falta de aparcamiento», dice una joven. Su padre, Domingo, señala el solar que fue del antiguo Mopu y que hoy cree que es municipal tras una permuta. Piden al Concello que mientras no tenga otro uso se emplee para ampliar las actuales plazas de aparcamiento. Recorriendo el perímetro del solar se aprecian más pintadas y que no hay nada dentro, más allá de vegetación seca por el sol que sigue creciendo amarilla. La presencia de muchos gatos es otra queja, aunque están «controlados». Un cartel pegado en una señal vertical de aparcamiento para personas con movilidad reducida lo aclara: «Colonia baixo control».

En la Rúa do Ouro, Ramón está a punto de subirse a su coche. Su principal crítica se refiere a los efectos colaterales de las noches de peñas y a las restricciones de Patrimonio a la construcción en la zona. Enfrente de su garaje hay un solar vallado por el que ya sobresale la maleza. «Allí tiraron la casa más antigua y ahora Patrimonio no deja dar las alturas que sí deja el Concello. También me pasa con mi casa, no me dejan dar dos alturas, cuando enfrente hay edificios mucho más altos», comenta. Por lo demás, asegura, es un barrio «muy tranquilo». En la calle que lleva el nombre del pirata Benito Soto también hay contrastes. Llama la atención los carteles de inmobiliarias en varios pisos del edificio Manuel Alberte. Ese vial sin salida desemboca en una escuela de danza.