México lo tiene claro: Iñaki Bretal está a la altura de Ferrán Adriá o Berasategui

PONTEVEDRA CIUDAD

CONCELLO DE PONTEVEDRA

El Concello , el cocinero pontevedrés y una universidad mexicana firmaron un convenio de colaboración

26 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

La expedición pontevedresa en México, comandada el alcalde Miguel Anxo Fernández Lores y de la que forman parte nueve empresarios de Pontevedra, empieza a tener algo claro. En Ciudad de México, una de las urbes más grandes del mundo, todo es proporcional a ese gigantesco tamaño, es decir, enorme y exagerado. Nadie se anda con medias tintas. Sobran ejemplos que lo demuestren, como el del taxista Marcelino, que si ve un grupo de once pasajeros los mete a todos en la misma furgoneta, maletas incluidas, y recorre la ciudad como alma que lleva el diablo. Conduce él con una mano mientras con la otra agarra el móvil y charla largo y tendido con su hija sobre si bañaron ya al perro o no. Digna fue de ver la cara de poema de Marcelino cuando los pontevedreses le contaron que su ciudad estaba llena de una cosa llamada «lombos» para moderar la carrera de los coches. «No me digan eso compadres, vaya aburrimiento», señaló Marcelino.

Más allá del taxista en cuestión, profesan ese mismo amor por hacer las cosas a lo grande las autoridades. Por ejemplo, tocó firmar un convenio gastronómico, entre el Concello de Pontevedra, la Universidad del Claustro de Sor Juana y el cocinero pontevedrés Iñaki Bretal. ¡Menuda firma! Para empezar, el escenario: el claustro de una de las universidades con más solera de Ciudad de México, en un ambiente solemne y con un cuadro enorme de Sor Juana de fondo. Para seguir, el contenido. Resulta que este acuerdo servirá, entre otras cosas, para que estudiantes de la citada universidad, que tiene una licenciatura de gastronomía, se conviertan en profesionales en prácticas en el restaurante O Eirado da Leña, de Iñaki Bretal. Y la guinda final. La vicerrectora de la universidad, Guillermina Torres, señaló que está encantada de que los estudiantes se pongan a las órdenes del chef Bretal, así como antes lo hicieron con Martín Berasategui, Ferrán Adriá o los hermanos que regentan el Celler Can de Roca.

Abrir un restaurante

Que lo pusiesen a la misma altura que estos dioses de la cocina española, lógicamente, también dejó a Iñaki Bretal con la boca abierta. Ahora que el restaurador no se amilanó. Nada más salir de firmar el convenio, encantado con sus carpetas de cuero que contenían el acuerdo bajo el brazo, el empresario pontevedrés salió corriendo a ver un local en México donde pretende abrir un restaurante. Ahí es nada.

En realidad, se pregunte al empresario que se pregunte, todos parecen sentirse como pez en el agua en esta ciudad empeñada en ser amable con Pontevedra. Lo contaba ayer uno de los responsables de O Graneiro de Amelia, que vino a México buscando productores locales de frutos secos y demás materias primas que le eviten intermediarios, y decía: «Fumos ao principal mercado de abastos e foi o mellor que nos puido pasar. Atopamos productores magníficos, unha materia prima excelente e xente encantadora». Pues eso, que en México todo es mayúsculo, lindo y querido.

La Voz en México

La noche en la que los mariachis gritaron «Galicia ceibe»

Se llama La Poblanita. Y es uno de los restaurantes más antiguos de Ciudad de México y con más premios internacionales por su cocina, sobre todo por su receta de mini chile en Nogada. Fue donde la delegación pontevedresa en México celebró una cena de confraternidad con banda sonora de mariachis incluida, como no podía ser de otra manera. El recibimiento fue al estilo mexicano: afectuoso a más no poder y tremendamente exagerado. Basta decir que hasta el dueño de La Poblanita, con pinganillo al oído incluido, se sentó a la mesa para controlar que todo fuese sobre ruedas.

La cena, con un precio por persona por el que en Pontevedra apenas se tomaría un menú del día fue, como la definió el alcalde, «pantagruélica». Los camareros, con vestimenta tradicional mexicana, trajeron todo el abanico de comida típica posible. Vamos, como si en Galicia se hubiese empezado por el marisco y se hubiese acabado con un cocido y entre medias apareciese una caldeirada de raya. El caso es que todo se regó con tequila y mezcal mientras los mariachis no dejaron de tocar.

Se arrancaron ellos con las míticas rancheras, desde «sigo siendo el rey» a las inolvidables letras de Rocío Durcal. Luego, dieron la opción de pedirles canciones. Y hasta Sabina salió de sus instrumentos. Deseosos de contentar al respetable, los mariachis intercalaban un «viva España» a cada paso. Quizás porque la cena estaba demasiado rica, nadie se percataba demasiado de sus vítores. Así que acabaron cambiando el discurso. Un empresario les apuntó algo en un papel y, en la siguiente canción, entre un «mátala, con una sobredosis de ternura», se oyó la desgarrada garganta de un mariachi gritar» «Galicia ceibe». Le cogió el truquillo y lo repitió toda la noche.