Viendo crecer a un gigante

nerea García / Ch. C. PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

NOEMI PARGA

Dolores Lamas se despidió ayer de la que fue su segunda casa durante 46 años

17 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Hacía solo un año desde que se había estrenado en Pontevedra la década de los 70. En las radios se podía escuchar a Los Diablos cantar aquello de «Los días han pasado, la fiesta ha llegado y siento alegría». Por aquel entonces, en un pequeño local de la calle Cobián Roffignac se comenzaban a dar los primeros pasos de lo que a día de hoy es una de las mayores empresas de alimentación de España. Con 16 años recién cumplidos Dolores Lamas entraba el día de su aniversario por aquella puerta sin imaginarse que pasarían casi cinco décadas hasta que dejase de hacerlo, no sin antes acumular a sus espaldas una vida de experiencias y buenos momentos.

Ayer al mediodía a Dolores le tocó despedirse de compañeros y clientes del Hiper Froiz, de todos aquellos que formaron parte de su rutina durante la mayor parte de su vida. «Es gente maravillosa. Me despidieron con abrazos y se nos escapó alguna lagrimilla», comenta.

Era el año 1971 cuando Dolores entró a formar parte como cajera de aquel equipo de poco más de quince personas. Durante un tiempo se encargó de la sección de perfumería, especialmente en sus últimas semanas «era como volver al principio».

Todavía emocionada habla de aquellos años en los que compartió jornada laboral con el jefe de la empresa, Magín Froiz, del que asegura que era como «un compañero más». De ese trabajo codo con codo recuerda especialmente el ajetreo que se vivía durante la Navidad, cuando «había que cerrar la puerta porque no cabía la gente dentro del supermercado. Cuando unos salían dejábamos pasar a otros». Se trabajaba mucho entonces pero lo llevó siempre lo mejor que pudo ya que tal y como explica «me gusta mucho estar de cara al público, tratar con la gente todos los días».

Tantos años después poco queda de aquel pequeño negocio que comenzaba a despegar. «Fue un gran cambio el hecho de pasar de ser unos pocos a ser miles, de conocernos todos a no conocer ni a la mitad». Ese crecimiento Dolores lo fue viviendo de forma natural ya que los cambios estaban siempre presentes en su día a día. «En el supermercado viejo pasamos también de una registradora de números antigua al ordenador, de marcar los productos con etiquetas al método actual...la verdad es que fue un cambio constante» explica.

También experimentó cambios en su vida. Como toda madre trabajadora Dolores se las ingenió para dedicar tiempo al cuidado de los pequeños sin perder su independencia económica pese a que «antes no había las facilidades que hay ahora». Criar a dos hijos «es complicado pero todo es cuestión de organizarse», asegura. Con todo, no dejó de estar día a día al pie del cañón.

Echando la vista atrás todavía recuerda las frases de ánimo del jefe cuando el agobio apretaba o cuando este estaba de cumpleaños y lo celebraba con el equipo. «Al cerrar la tienda nos ponía a todos algo para picar para que celebrásemos el cumpleaños con él». Con unas palabras en las que se percibe una profunda admiración por el que fue jefe y compañero, Dolores relaciona el buen camino que ha tomado la empresa con el buen trato que este dedicó siempre a clientes y empleados. «Cuando recogió el reconocimiento que le entregaba el Club de Leones nos invitó a los que empezamos en la primera tienda a estar presentes. Tanto yo como mis compañeros vivimos con especial emoción ese momento en el que el jefe contó a los presentes que uno de sus miedos era no poder pagar el sueldo de sus empleados», comenta Dolores.

El final de una etapa

Tras 46 años Dolores se despidió ayer de la que fue su otra casa. Amante de la lectura y los paseos confiesa que afronta esta nueva etapa de su vida como un merecido descanso en el que disfrutar al máximo del tiempo libre. «Ahora toca irse de vacaciones, viajar un poquito, ya que hasta ahora no pude hacerlo mucho». Aunque asegura que le va a costar acostumbrarse a su nueva vida como jubilada es momento de «dejar paso a las nuevas generaciones». Con todo, la felicidad se puede advertir en sus palabras cuando dice que «se acabó poner el despertador» aunque añade, «mañana cuando me despierte a ver si con la costumbre me voy a poner el uniforme y voy a entrar por la puerta».