Gómez Noya, Dueñas y la meta «amiga» de la 4 Picos clásica

Carmen García de Burgos PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Ciclismo Evaristo Portela Muchos corredores abandonaron por el calor

19 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo hicieron sin prisas. Fue más bien consecuencia de su impecable forma física. El triatleta Javier Gómez Noya y el ciclista Moisés Dueñas cruzaron ayer la meta de la 4 Picos juntos y los primeros. Era su forma de rendir un pequeño tributo al homenajeado de la Clásica Evaristo Portela, un excorredor que se recicló y se convirtió en director deportivo de uno de los equipos ciclistas de referencia en España, el Grupo Deportivo Supermercados Froiz.

El resto de los ciclistas, aficionados y profesionales ?entre los invitados de lujo se encontraban Óscar Pereiro, Álvaro Pino Couñago, Ezequiel Mosquera (Emesports Team), José Manuel Oliveira Boga (Bicis Oliveira) y Javier Guillén, entre otros?, fueron cayendo a cuentagotas por la zona de llegada, instalada en la avenida Montero Ríos de Pontevedra. Todos ellos lo hacían inevitablemente bañador en sudor. Quienes no pudieron cruzar la línea fueron ni Perico Delgado ni Miguel Indurain, recuperándose todavía de la dura carrera que habían disputado la jornada anterior. Gómez Noya, por cierto, tenía entrenamiento por la tarde.

Las elevadas temperaturas, que dieron un leve respiro por la tarde, cuando la prueba ya había terminado y los participantes disfrutaban de un más que merecido descanso, se cebaron en las horas centrales del día, cuando alcanzaron los 34 grados centígrados. El esfuerzo que supuso para los corredores era tal que muchos de ellos no pudieron encumbrar el último pico de los cuatro, a pesar de haberse inscrito para esta distancia, de 130 kilómetros de longitud. Era el más dura, lo sabían, y el anterior, el tercero, pasaba por la ciudad del Lérez antes de tomar dirección a Poio y, de ahí, al alto de A Escusa, un auténtico rompepiernas.

Tres puntos en común

Los que sí lograron completar todo el circuito diseñado por la organización coincidían en tres cosas: la primera, la dureza del recorrido; la segunda, el calor sofocante ?que habían tenido que combatir como podían y, en algunos, casos, pidiendo cada vez que tenían ocasión que les echaran agua fría por la cabeza y liberando el cuerpo de la ropa en la medida de lo posible?; y, tercero, en la belleza de los paisajes.

Y, tras la hazaña, llegó la recompensa: una medalla, algo de comida, bebida fría ?energética y agua? y un masaje a cargo de tres profesionales que se llevaban la mejor cara de los deportistas.