Camino de la excelencia

PONTEVEDRA CIUDAD

El 2021, próximo Año Jubilar, se sitúa como horizonte para mejorar diversos aspectos de las rutas jacobeas frente al riesgo de morir de éxito

07 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Pontevedra acaba de albergar una cumbre institucional encaminada a poner en común propuestas para la mejora de los diversos aspectos de las rutas jacobeas y cuanto abarca al fenómeno jubilar, cada vez más espectacular por tan concurrido. Las cifras hasta el puente del Primero de Mayo, arrojan un crecimiento vertiginoso que presagia otro ejercicio de récord pese a no tratarse de un año jubilar. Como sucedió en el 2016.

Diputación de Pontevedra, concellos vinculados a los Caminos y Xunta de Galicia, han comenzado a sopesar líneas de actuación que persiguen una mejora de las potencialidades actuales según lo tratado en la primera reunión de la llamada Mesa do Camiño. Se trata de hacer cada vez las cosas mejor. Se pretende la excelencia. En caso contrario, si nos dejamos estar, nos abocamos al riesgo de morir de éxito.

Seguridad y señalización

Cuantos han recorrido las diversas rutas jacobeas; cuantos las conocen tan minuciosamente como, por ejemplo, los Amigos do Camiño Portugués en Pontevedra, llevan años reclamando una mejora sustancial de la señalización así como de la seguridad. Por cierto que cuando se reclama esa mejora de la seguridad no solo se trata de preservar la integridad de cuantos recorren la ruta -máxime después de casos tan desgraciados como el de Denisse Thiem-, sino que también se reivindica una mejora de la seguridad vial por la condición de peatones y/o ciclistas de tantos peregrinos.

La angostura de algunos tramos es agobiante. En el término municipal de Pontevedra tenemos algunos ejemplos palmarios. El tramo de Rúa A Gándara, en las cercanías de Pasarón, resulta especialmente angustioso, pues coches y peregrinos se cruzan con escasos centímetros de margen. ¡Y qué decir del tramo del Camino que se superpone con la carretera autonómica PO-225 en Alba! El vial que une la carretera de Vilagarcía con la general a Santiago apenas dispone de arcén y los numerosos peregrinos que la emplean deben transitar con el tráfico de vehículos en sus talones.

Los alcaldes de los diferentes concellos enclavados en las rutas jacobeas admiten, tras numerosísimas quejas de miles de peregrinos durante años, que la accesibilidad de la ruta, deja mucho que desear. Frente a esa demanda, las Administraciones titulares de las vías, han venido echando balones fuera alegando que las carreteras están señalizadas adecuadamente y con límites de velocidad que «permiten la convivencia entre vehículos y peregrinos» (¿?)

En el municipio de Pontevedra padecemos, además, la propia picaresca de peregrinos que (a modo de suvenir) han menoscabado la señalización informativa al sustraer las placas de bronce indicadoras del Camino. Se trata de una moda que comenzó hace un par de años y que se ha ido extendiendo entre peregrinos que transitan por el Camino Portugués. A su paso por Pontevedra, han ido levantando y arrancando las señales que transcurrían por el centro histórico, como ha denunciado, a través de La Voz de Galicia, la Asociación Amigos del Camino Portugués, que preside Tino Lores.

Mejora paisajística

En la ciudad de Pontevedra tenemos otra asignatura pendiente con el Camino. El acceso al Albergue de Peregrinos, sito en la rúa Otero Pedrayo, cerca de las estaciones de trenes y de autobuses, constituye una de las imágenes más penosas que han de mirar los peregrinos que hacen el Camino Portugués. La llegada al albergue Virgen Peregrina se produce tras observar el paisaje tercermundista del asentamiento de infraviviendas de Ponte Couto, a orillas del río Gafos. Un conjunto de roulottes descuajeringadas e infraviviendas hechas de hojalata con toldos rudimentarios por tejado; un parque móvil de vehículos vejestorios; mucha chatarra, otros residuos y toneladas de mugre por doquier. Una vergüenza que persiste en pleno núcleo urbano de Pontevedra desde hace muchos años. Una realidad que afea una ciudad, en general tan reconocida por su humanización. Resulta muy enojoso que se mantenga semejante infrasituación cuando se emplean cuantiosos recursos económicos tanto en mantener la senda del Gafos como en promocionar el Camino, eje del negocio turístico de una comunidad autónoma que aspira a recibir hasta seis millones de turistas.

El núcleo de chabolas, lejos de menguar, crece imparablemente frente a la parálisis del Concello de Pontevedra, principalmente. La pretendida solución de este problema lleva atascada desde el 2015, cuando el Concello, por boca del concejal Luis Bará, anunció un plan de erradicación del que nunca más se ha vuelto a saber. La excusa eran las obras del desdoblamiento de la avenida de Vigo… Después el Concello apeló a que no tiene competencias directas para proceder. Pero la cuestión de fondo es otra: en el gobierno municipal pontevedrés la palabra «realojos» produce escalofríos y recuerda a la pesadilla vivida en O Vao y Monteporreiro hace años.

Quizás la futura actuación programada para la intermodalidad de las estaciones de tren y de autobuses podría servir como nuevo amparo de una solución a ese infame enclave chabolista. Resultaría paradójico que el AVE llegue a Pontevedra en el 2019, como paradigma de modernidad en transporte, mientras convive con una imagen tan retrógrada como la de ese poblado.