El niño que se ponía nervioso al competir ahora entrena la mente de grandes deportistas

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

RAMON LEIRO

«Siempre se puede mejorar en la vida, no hay que ponerse límites», dice Iago con sonrisa y convencimiento

20 abr 2017 . Actualizado a las 08:06 h.

Iago López Roel dice que está convencido de que todos los días puede aprender algo en su trabajo. Lo cuenta con una sonrisa franca y lo explica de tal manera que queda claro que la suya no es una frase hecha. Iago es psicólogo, especialista en psicología deportiva o de alto rendimiento y a menudo entrena la mente, ayuda a concentrarse o a gestionar su tiempo a jóvenes que se sacan sus estudios mientras entrenan cinco horas al día. «¿Cómo no vas a aprender de personas así? Tú les aportas cosas, pero ellos te enseñan muchísimo. Todos los días aprendes, claro que sí», indica.

Iago López recibe en un despacho pontevedrés que huele a nuevo. De hecho, casi no está ni amueblado todavía. Cuenta que está dando sus primeros pasos como autónomo después de muchas colaboraciones con distintos profesionales. En ese despacho de paredes blancas sin cuadros, adornos ni plantas todavía, sin embargo, hay un trocito de pared totalmente llena de color, con trazos artísticos irregulares y alegres, que da vida a todo el espacio. Da la sensación de que combinan con la sonrisa y entusiasmo que él exhibe. «Lo pintó mi tío, y la verdad es que sí que da vida a a esto», dice.

Iago empieza contando por sus inicios universitarios. En el instituto, le gustaba la historia y la psicología, pero se decantó por esta última porque quería «entender como funciona la mente humana». Se fue a Santiago a hacer la carrera y, a su término, se marchó a Cataluña a cursar un posgrado de psicología deportiva y alto rendimiento. Descubrió que ese mundo le gustaba. ¿Por qué? «Pues no lo sé muy bien. Siempre me tiró el deporte. Practiqué fútbol y atletismo y siempre me llamó la atención lo nervioso que me ponía a la hora de competir. Creo que es algo que le pasa a muchos niños, jóvenes y adultos. Y quise enfocar mi actividad laboral por ahí».

Con el Celta o el Pontevedra

De vuelta de Barcelona, se puso a trabajar al lado de profesionales en la materia como Joaquín Dosil. Trabajó, bien realizando sesiones de grupos bien personalizadas, con distintos equipos de Galicia, desde el Deportivo, al Celta pasando por el Pontevedra. ¿Qué aporta él a los deportistas? Entrenamiento mental. Sí. Cuenta que tan importante es como el ejercicio físico es entrenar la mente para aumentar el poder de concentración, saber gestionar las emociones, tanto si vienen derivadas de éxitos como de derrotas, combatir y manejar el estrés y también aprender a dosificar los tiempos, «porque entrenar cinco horas al día y a la vez estudiar bachillerato u otra cosa es complicado, y es bueno saber cómo organizarse».

Para explicar la importancia del entrenamiento mental, le pone nombres y apellidos conocidos por todos. «El paradigma es Rafa Nadal. En sus mejores tiempos lo que siempre destacaba de él era la cabeza que tenía, su templanza. Esa manera suya de no perder nunca los nervios». Cita a otro grande del deporte: Javier Gómez Noya. «Nunca trabajé con él, pero creo que es otro gran referente», indica. Trabaja de forma habitual, y con distintas federaciones en el Centro Galego de Tecnificación Deportiva. Entrena a grandes deportistas de lucha, bádminton o natación. Y lo hace siempre con la misma filosofía: «Siempre se puede mejorar en la vida, no hay que ponerse límites. Sin perder la perspectiva, siendo realistas, hay que tener confianza en que siempre hay margen de mejora».

Le llaman de concellos y entidades para dar charlas y cursos. Algunas ponencias están relacionadas con un asunto en la cresta de la ola, como la que va a dar el viernes en Marín -a las 20.30 horas en la biblioteca Vidal Pazos-: hablará del papel de los padres en el deporte. ¿Qué opina él al respecto? «Los padres suelen poner la mejor de las voluntades. En la mayoría de los casos que me encontré estaban preocupados, sobre todo, por no saber ayudar a sus hijos cuando se ponen nerviosos para competir o cuando se sienten muy mal por perder».

Los padres y el deporte

Es decir eso y que la charla derive en una reflexión sobre el miedo que hay en la sociedad al fracaso. «No creo que haya padres, salvo algún demente, que abochornen a sus hijos y les hagan sentir mal por perder en una competición. Pero sí ocurre que a veces estamos viendo un partido, Messi o cualquier otro fallan un penalti y todo el mundo les llama paquetes y los critica. Los niños son como esponjas y eso lo ven. Notan que fracasar no está bien visto», indica Iago.

Iago habla de niños y recuerda el niño que él fue. Recuerda su colegio, el Álvarez Limeses, y dice que le guarda muchísimo cariño. Habla también del fútbol y del atletismo. Y, casi como sin querer, dice: «Me gustaba hacer deporte, pero no pude hacer todo el que quise porque estuve enfermo». Lo cuenta como si hubiese tenido una gripe. Algo pasajero. Pero no fue así. Le diagnosticaron un cáncer a los cinco años. Y no fue hasta la adolescencia cuando la enfermedad le dio cuartelillo. No es él de victimismos. Ni de dejarse caer. Dice que no tiene recuerdos malos del cáncer. «Era pequeño, supongo que fue peor para mis padres», cuenta. Luego, insiste en lo mucho que le ayudaron en el colegio. En que le mimaron. Resalta lo bueno de su vida. Y concluye: «Hay que relativizar los problemas. Estamos aquí, tenemos vida, disfrutemos y mejoremos».