De la virgen a los disfraces de hombre sin falsas musas

c. g. b. PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

CAPOTILLO

Una exposición en el Museo de Pontevedra pone de relieve el papel que ha jugado la mujer a lo largo de la historia

09 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Andrea Lago y Paula Bernárdez pasaron cerca de tres meses estudiando y eligiendo las obras del Museo de Pontevedra que mejor explican el papel que ha jugado la mujer a lo largo de la historia. Se trataba de, a sus 25 años, dar una visión inédita, explicar las cosas como no se han hecho hasta ahora. La idea es desmitificar el papel que ha jugado la mitad de la población, la femenina, sin caer en la tentación de destacar su rol de musas.

El recorrido comienza, aún así, con las arracadas, los pendientes castrexos que dan fe de la veracidad del mito del matriarcado ya en la Edad de Bronce, pero pasa rápidamente a las diferentes manifestaciones artísticas en las que las representaciones de vírgenes dejan constancia de a importancia de la religión y del comportamiento virginal que se esperaba de las mujeres en la Edad Media: recatadas, como madres y cuidadoras del hogar.

El paso de una sala a otra permite avanzar también en las libertades femeninas y en la ruptura del ideal burgués de la época. Aunque tuviera que hacerse casi por la fuerza, como Concepción Arenal. Disfrazada de hombre logró estudiar Derecho y pintura y crear un espejismo de igualdad. Que no fue, sin embargo, real, como demuestra la siguiente parada de la visita, que muestra un siglo XIX en el que la mujer vuelve a ser «el ángel del hogar» y aparece únicamente como esposa, hermana o, sobre todo, hija. Obras como La musa y el pintor, de Eduardo Rosales, y A sesta son buenos ejemplos. O, tomando como muestra un ejemplo concreto como el del luto, A viúva, de Genaro Carrero. Aquí las jóvenes se paran y explican las enormes diferencias entre el duelo masculino y el femenino, tanto en duración (de uno se esperaba que encontrara otra esposa lo antes posible y de otra, que mostrase dolor, por lo menos, año y medio) como en alcance (del negro total a un simple brazalete).

No empieza a aparecer como trabajadora hasta el siglo XX y La campesina de Elvira Santiso y La cigarrera de la fábrica de tabaco. Galicia, nai e señora, de Uxío Souto retoma el matriarcado gallego; y la figura de Maruja Mallo despide el recorrido con una imagen vanguardista, transgresora y que, aún así, tuvo que ganárselo todo a pulso. Incluso su regreso, tras el exilio, y poder comenzar de nuevo.