Aunque los servicios para ciudadanos con movilidad reducida aumentaron, todavía quedan autobuses y trenes con barreras
16 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.Se llama Aurora. Y la semana pasada decidió que ya estaba bien de mirar para otro lado con lo que habitualmente veía en la línea de autobuses de Marín a Pontevedra. Enfadada al ver que muchas personas con movilidad reducida tienen serios problemas para subirse a los autobuses, ponía voz a una denuncia: «Todos los autocares tendrían que tener la rampa accesible, y no la tienen, solo algunos servicios disponen de ellas. Y es muy duro ver cómo lo pasamos los que vamos siendo mayores para subir al autobús», indicaba con voz indignada.
El testimonio de Aurora, en realidad, va en consonancia con lo que indican desde colectivos como Amizade, una asociación de personas con discapacidad de la comarca pontevedresa. O de colectivos como Cogami. Señalan que, aunque en los últimos años se avanzó sobremanera en cuanto accesibilidad en el transporte público, las carencias todavía son enormes. Pongamos ejemplos. En cuanto a autobuses, la gran referencia en cuanto a vehículos adaptados son los servicios a Monteporreiro de Autocares Rías Baixas. Más allá de ello, comienzan las lagunas. Hay servicios que sí son accesible. Otros que no. Y lo peor es que resulta difícil averiguar si el bus que hará un recorrido concreto será o no adaptado para una silla de ruedas. En Monbus, por ejemplo, instan a enviar un correo 48 horas antes si se necesita una plaza accesible para que la empresa vea si puede o no tenerla.
En cuanto al tren, Renfe cuenta con ferrocarriles accesibles y otros a los que las personas en sillas de ruedas pueden subir mediante una plataforma. Esta opción disgusta a personas con discapacidad. Lo contaba César Maquieira, que usa silla de ruedas: «Es muy discriminatorio que alguien te suba y te baje en esa plataforma, no debería ser así, porque te hace sentir muy mal».