La pontevedresa que usa su flauta para cantar

carmen garcía de burgos PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

CMUS MANUEL QUIROGA

Laura Lorenzo comenzó a los 8 años, estudia en Friburgo y debutará en marzo con la Orquesta Nacional

11 feb 2017 . Actualizado a las 09:22 h.

«Non sabía que facer da miña vida, e esta é unha oportunidade única». Lo tuvo claro desde el momento en el que asistió a una de las máster classes de Mario Caroli. Es un de los grandes flautistas de hoy en día, y tan pronto terminó la sesión le envió un correo electrónico diciéndole que quería estudiar con él. Aunque para ello tuviera que irse a Alemania. Aterrizó en Friburgo, al sur del país teutón, a finales del 2015, y ahora está a punto de comenzar su segundo año de máster. «Sendo galega, o tempo gris non se nota tanto», bromea.

Laura Lorenzo dice que todavía no tiene «nin idea do que me depara o futuro». Solo tiene 23 años, así que es lo mejor que le puede ocurrir. Aun así, la joven ya tiene muchas más cosas claras que gran parte de los jóvenes de su generación. Las tiene desde que, con 7 años, sus padres la llevaron al conservatorio. Aunque nació en Cangas, de donde son sus progenitores, la familia completa se mudó a Pontevedra cuando ella nació por cuestiones de trabajo. Ahora sabe que, si pudiera elegir, su vida se contaría por conciertos y giras -«sería o meu soño»- y, tal vez más tarde, por aulas. «Primeiro, o mundo da orquesta e, despois, dar clases a nenos pequenos. Xa din varias, e encántame», anuncia.

Ella era pequeña cuando comenzó sus estudios de música, así que fueron sus padres quienes eligieron por ella. «Podían poñer dúas opcións, e puxeron as típicas, que eran piano e frauta», explica. Pero, al igual que ellos, otros tantos padres y madres de familia pensaron lo mismo mientras aguardaban su turno para reservar una plaza en el Conservatorio de Música Manuel Quiroga, y los cursos de piano se llenaron.

Así que Laura empezó a conocer la flauta. Travesera, claro, y matiza que es muy diferente a la normal en su forma de tocarla y soplar. El flechazo fue inmediato, y a los 8 años comenzaba su carrera sin ser consciente de ello. Le gustó que fuese diferente a lo que ella y sus compañeros de colegio estaban acostumabros a oír. No tenía nada que ver con la guitarra, la pandereta o el piano, y eso la parecía fascinante. Ahora no cambiaría ese instrumento por nada. Sobre todo, porque es «o que máis se asemella á voz». «Parécese moito o canto, que é lago que me encanta». Escucharlo, no hacerlo. «Teño unha voz horrible», dice, y ríe. Seguro que no. «Si, si, ademais, a miña musicalidade xa a expreso coa frauta», zanja.

Y musicalidad le sobra. Ocupa una habitación en una residencia que está ubicada junto a su escuela, la Hochschüle für Musik de Friburgo, así que el ambiente que reina es básicamente musical. Y cuesta menos centrarse en lo que la ha llevado hasta allí. «A miña vida aquí pode resumirse en estudar», reconoce, además de en hacer breves escapadas a la Selva Negra, la mayor zona verde de Alemania, adonde va cuando quiere desconectar.

La Selva Negra

Estudia tres horas al día, aproximadamente, por su cuenta, porque las clases teóricas están contadas. Tiene entre cuatro y cinco a la semana. Aparte de ello, están los ensayos que realiza con las diferentes orquestas de música de cámara para su máster. Aunque lleva un año y medio, desde que llegó, haciendo pruebas, todavía no ha tocado en ninguna formación de Friburgo.

En España le ha ocurrido todo lo contrario. Desde que empezó a tocar en diferentes agrupaciones, no ha dejado de escalar. Le quedan apenas unas semanas para debutar en la Orquesta Nacional. Consiguió una plaza de la academia de la formación en verano. Eso significa que lleva desde entonces esperando a que la agrupación la requiera para cubrir alguna baja. Es el sistema que se utiliza en las orquestas más importantes. Se convoca un número determinado de plazas para estudiantes con nivel suficiente para sustituir puntualmente a alguno de los titulares que por diferentes razones no puedan acudir. A ella la promovieron desde la Joven Orquesta Nacional de España.

Su trayectoria en diferentes formaciones es, aunque pueda parecer difícil, considerable. Comenzó con apenas 12 años a poner el sonido de la flauta a la Orquesta Joven de la Sinfónica de Galicia; de ahí, pasó a la Orquestra Sinfónica de Galicia; y dio el salto a la joven Orquesta Nacional. Es su segundo año en ella, y ha dado tres conciertos cada uno de ellos -en enero, junio y julio-. Dentro de apenas unas semanas volverán a celebrar las pruebas de admisión, y pondrá el contador a cero. «Xa empezo a ser maior para a xoven», confiesa entre risas. Lo hace una música de 23 años que asustó a sus padres cuando les anunció que se iba a Alemania sola a estudiar. «Logo botánrose para diante, coma min, e agora están encantados», reconoce.