El legado de Ramón Escudeiro Tilve

manu otero PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

CAPOTILLO

La Escola Xadrez Pontevedra organiza mañana el quinto memorial para honrar al ajedrecista y judoka que combatió la enfermedad con una sonrisa

26 dic 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Ramón Escudeiro Tilve fue de los primeros alumnos de la Escola Xadrez Pontevedra (EXP) y el más especial. Un espejo en el que sus mentores tratan de verse cada día. «Ramón fue el alma de la Escola, un ejemplo de superación permanente y siempre con alegría», lo define aún emocionado el presidente de la entidad, Daniel Rivera.

No dejó huella solo por su habilidad en el tablero, varias veces campeón de España en edad juvenil, Ramoncito, como aún lo recuerda Rivera, se quedó ciego a los pocos meses de vida a causa de una serie de tumores. Lejos de ser un impedimento, Escudeiro se convirtió en un deportista multidisciplinar.

«Le recomendaron hacer judo, le encantó y llegó al máximo, fue subcampeón del mundo y su ilusión era estar en Río en los Juegos Paralímpicos», señala Rivera destacando que también componía música, tocaba la guitarra, tenía un grupo, andaba en bicicleta y hasta hacía surf. «Aprendió en Nigrán, sufrió un corte en el pecho y salió del agua riendo y diciendo: ‘mi primera herida de guerra del surf’», recuerda Rivera. Después se aficionó a coger olas en A Lanzada, tanto que se convirtió en su lugar favorito y en el que descansan sus cenizas desde el 2012.

«Debería ser ejemplo a nivel nacional en todos los estamentos deportivos», insiste Pablo García, su primer entrenador en el 2001 cuando ingresó en la Escola Xadrez. Cinco años después, su legado no se olvida y cada año, en su nombre, la EXP reúne en Pontevedra a decenas de ajedrecistas llegados de todos el mundo.

El homenaje del 2016 arranca mañana en los salones del Galicia Palace, una de las múltiples actividades con la que la Escola recuerda a Ramón Escudeiro.

En Jordania, en el campo de refugiados sirios de Azraq, hace unos meses, Daniel Rivera y su equipo tuvieron la oportunidad de enseñar a jugar a cuatro niños invidentes con los mismos tableros adaptados que usó el ajedrecista pontevedrés en sus inicios.

Los beneficios que tiene el ajedrez en todos los segmentos de la sociedad -«es una herramienta educativa, combate el alzheimar...», enumera Pablo García- fue uno de los motores que animaron tanto a Rivera como a García a iniciarse en el deporte y a abrir hace quince años una escuela que agrupa a casi doscientos jugadores.

Hoy, Daniel Rivera es maestro internacional de ajedrez, pero sus inicios fueron también difíciles. «Me enseñó mi hermano con siete años y jugaba con mi madre antes de irme para cama», relata el presidente su primer contacto con el tablero. Con catorce años ingresó en un club en su Uruguay natal con el que llegó a ser campeón nacional y a competir en torneos internacionales hasta que la dictadura se interpuso en su camino. «En el 75 apresaron a mi hermano, me cortaron mis estudios y la posibilidad de representar a Uruguay», revive Rivera.

Aun así, siguió progresando, llegó a España en el 1982, alcanzó el rango de Maestro Internacional, el segundo nivel mundial y entró en el salón de la fama del ajedrez al vencer al Gran Maestro búlgaro Dimitrov con la táctica escandinava, una estrategia poco habitual con la que pocos serían capaces de sacar petróleo.