«En el instituto soy uno más»

Cristina Barral Diéguez
cristina barral PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Ramón Leiro

Antón Piñeiro, que padece síndrome de Morquio, acaba de recibir un premio al esfuerzo y la superación personal

15 dic 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Antón Piñeiro Félix y Carmen, su cuidadora, llegan a la hora fijada al vestíbulo del IES Gonzalo Torrente Ballester de Pontevedra. El alumno, de 16 años, cursa 1º de bachillerato y acaba de recibir uno de los veinte premios que la Consellería de Educación concede en Galicia como reconocimiento al esfuerzo y la superación personal en la enseñanza secundaria obligatoria (ESO).

Carmen se va y Antón cuenta qué supone para él el premio, que conlleva una dotación económica de 750 euros. «Me enteré ayer [por el martes]. Siempre está bien que reconozcan el esfuerzo de uno. El dinero no es lo más importante, pero también importa», asegura. ¿A qué lo va a destinar? «Tengo alguna idea, pero todavía no lo tengo decidido», admite.

Antón Piñeiro se maneja sin problemas con su silla de ruedas por el instituto. Usa todos los días el ascensor del centro, en el que una vez se quedó encerrado. «Es muy viejo, deberían cambiarlo», subraya. Dice que no le gusta demasiado estudiar y tiene claro que lo suyo son las ciencias. Eligió el bachillerato de Ciencias Industriais y, aunque él solo piensa en el día a día, apunta que si en el futuro puede estudiar una carrera será Ingeniería Informática. «Me gustaría hacer primero un ciclo de FP y después la carrera para estar más preparado. Mis padres me dicen que estudie más, pero no se meten», relata.

Sus «kryptonitas»

Ayer por la mañana tuvo un examen de Física y Química, que espera aprobar. Por culpa del reportaje se perdió una clase de Dibujo Técnico. Remacha que las ciencias le parecen más fáciles que las letras. «Lengua gallega y Filosofía son mis kryptonitas -el mineral ficticio que debilitaba a Superman y anulaba sus poderes-», pero aclara que es cosa suya y no de sus profesores. El día 21 dan vacaciones de Navidad y confía en aprobar casi todo: «Espero que me queden dos o menos». Dedica al estudio en casa entre una y dos horas diarias.

A Antón no le gusta demasiado hablar de su enfermedad, el síndrome de Morquio. «Es una enfermedad degenerativa que cada día va a peor», explica. Todos los viernes recibe un tratamiento que busca frenar el avance de la dolencia. También hace hidroterapia. «Yo pienso qué voy a hacer mañana, no más allá. El primer paso para alcanzar un objetivo es tener una mentalidad positiva». Él, sin duda, la tiene y dice que es «feliz».

«Escribo un poco más lento que los demás, pero no tengo problemas. En Educación Física hago un trabajo relacionado con la asignatura». En el Torrente Ballester es uno más. Y así le gusta que lo vean. «Soy uno más». Tiene sus amigos, aunque cuenta que la pandilla se fue quedando más pequeña porque algunos compañeros cambiaron de centro. El comienzo de la etapa de bachillerato supuso para él una novedad. Cada día acude solo al centro. «Vivo bastante cerca, en la calle Lavandeiras, y vengo en mi silla». La cuesta de la calle Herminia Fariña Cobián que conduce al instituto no es un problema para él. «La silla sube bien». ¿Y la bajada?, se le pregunta. «También, a veces bajo jugando al Pokemon Go».

Cuidadora

¿Y cómo es la relación con Carmen, la cuidadora que le echa una mano durante el horario lectivo? «Desde 2º de la ESO es mi cuidadora. Nos llevamos bien, aunque siempre discutimos por el chaquetón. Yo soy caluroso y ella, friolera», matiza.

Con una camiseta de Rei Zentolo en la que se lee «Voullo dicir ao teu pai», explica que todas sus aficiones están relacionadas con las pantallas. «Los videojuegos, los vídeos de Youtube, también el cine, todo lo que tenga que ver con la ciencia ficción, la fantasía y la animación japonesa». Los deportes no le atraen y el fútbol «ni me va ni me viene». Del caso Nadia, pide que suavice lo que piensa. Sobran las palabras.