El ingeniero que apostó por hacer de las gaitas su sustento

C. Pereiro PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

RAMON LEIRO

El apoyo de su familia hizo que a día de hoy se haya hecho con un nombre entre los luthieres gaiteiros de la comunidad gallega

19 nov 2016 . Actualizado a las 09:10 h.

El camino hasta su taller serpentea por Ponte Sampaio. A la orilla del Camino de Santiago, con la montaña de un lado y el mar al otro, bajo su propio hogar, Alberto Pires encontró el lugar perfecto para hacer de su pasión su trabajo, y jurarle amor eterno al instrumento por antonomasia de Galicia, la gaita.

«Un día veume ver unha amiga. Quería que lle fixera unha gaita. Non tiña torno aínda e dixo que se facía falta esperaría a que o comprase. Fixeno», ríe al recordar sus primeros proyectos. «Meu pai animoume a elo. Era solteiro e con traballo, e díxome: outros gastan os cartos nunha moto de auga para o verán. Así que fun por el». De hijo carpintero, la madera era un material que ya conocía, y la herramienta estaba ya en casa.

El pontevedrés rompe el estereotipo que uno se imagina al hablar de un artesano. Quizás un hombre al borde de la jubilación, o ya con los años para ello más que superados; pero que continúa en su taller, obrando, perfilando, creando. Quizás con una barba blanca y una boina o similar, y puede que una vela que aporte la luz necesaria para elaborar su producto. Alberto solo cumple con la barba, aunque el color está lejos de ser blanco. Es todavía joven, apenas 35 años, pero su cabeza está más que asentada.

«Traballei como delineante varios anos tras acabar a carreira de enxeñeiro forestal. Por aqueles anos topeime un día no obradoiro de Xocas, en Pazos de Borbén, e quedei abraiado co que alí tiña. Os tornos, as máquinas, as gaitas... E decidín facerme unha, xa que a que eu tocaba era prestada. Fíxena con madeira de arce dun pasamáns. Leveilla a Xocas e díxome que estaba xenial», explica el artesano. Tiempo después, daría con Oli Xiráldez, en la búsqueda de un nuevo punteiro para su instrumento. Allí, el conocido luthier, con gorra y lápiz en la oreja, descubre que Alberto es delineante. «¡Pero entón podemos colaborar!, dicíame. Quería que lle fixera eu os planos dos instrumentos a cambio de aquel punteiro que eu precisaba». La amistad surgió, y el vecino de Ponte Sampaio aprendió el oficio a la vera de esta institución del instrumento.

En el 2013 llega a Vilagarcía y la empresa en la que trabajara los últimos años decidió poner en marcha un ERE. «Iba a nacerme a filla, e pensei que non había mellor empuxón para pórme ao cen por cen en facer gaitas. Fun ao festival de Pardiñas, a feira de artesáns que se fai, e volvín cun cliente de Murcia e outro de Toledo», sonríe. «Logo a empresa volveu chamar, e tomei unha decisión, que foi facer o que de verdade me gustaba, que é isto. Se non o intentaba agora nunca o faría. ¿Vas vivir de vender de gaitas? Díxome o xefe. Vouno tentar, contesteille».

En su taller el orden es admirable. Reconoce que al ser pequeño la obligación es esa, quizás en una nave industrial las herramientas estarían distribuidas a su aire. La viruta decora uno de los tornos, y en una de las paredes permanecen expuestas las últimas gaitas creadas por las manos de Alberto. Cada una es única, con motivos y materiales diferentes. «Traballo só por encargo. Cada gaita ten un dono antes sequera de comezar con ela. Teño a sorte de que dende que empecei puiden ir traballando así».

Sus gaitas parecen objetos de coleccionistas. «¿Canto tardo en facer unha gaita? É algo relativo. Varias semanas, pode que ata un par de meses. A madeira é a culpable, ten que estacionar», explica para luego confesar que «a costureira dos farrapos e os arranxos é miña nai, que me axuda con esa parte do proceso».

Echa los ojos hacia arriba y la mano a la barbilla para tratar de aportar una cifra sobre la cantidad de gaitas que lleva fabricadas. No lo sabe, dice haber perdido la cuenta. Aunque eso sí, recuerda todas y cada por separado, así como a su dueño. El arte de hacer de una pasión una manera de vivir, de sustento. El mejor trabajo.