Pontevedra CF: el mejor pegamento social

LA SEMANA DE EUGENIO GIRáLDEZ

PONTEVEDRA CIUDAD

El «sentimiento granate» ha logrado en estos 75 años de historia del club, cohesionar a la ciudadanía por encima de cualquier clase de diferencias

16 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Después de vivir y trabajar desde hace 35 años en esta ciudad, estoy absolutamente convencido de que no hay nada mejor que el Pontevedra Club de Fútbol para cohesionar a la ciudadanía por encima de diferencias ideológicas, sociales, económicas o de otra índole. El «sentimiento granate» -valga como definición- ha logrado a lo largo de los 75 años de historia del club que ahora conmemoramos, movilizar a la sociedad local como ninguna otra causa haya conseguido, catalizando miles de voluntades.

Ese pegamento social que supone el club granate no se percibe a simple vista. Pero en cuanto el equipo se asoma a un play off de ascenso, la ciudad revive y se vuelca. Entonces sí que se cubre de humanidad el cemento del nuevo estadio, tan vacío el resto del año. Se siguen las retransmisiones con avidez, la ciudad hace piña con el club empujando por el ansiado ascenso y durante esas semanas, las tertulias gravitan en torno a las posibilidades de promocionar.

Vaivenes

He tenido la suerte de vivir y relatar como periodista diversos ascensos -y también descensos- del equipo granate durante estos años de vaivenes entre Tercera, Segunda B, Segunda A, de nuevo Tercera y ahora, otra vez en Segunda B. De todos ellos, aquel 27 de junio de 2004 que se materializó la vuelta a la División de Plata, tras los goles del Rifle Rodríguez y Xaco al Lorca en Pasarón, fue inolvidable por la explosión de alegría popular que vivió esta ciudad. Recordaré siempre la estampa de la Alameda, con ríos de gente feliz acudiendo a celebrar el ascenso en una fiesta que tuvo una deliciosa espontaneidad.

El «sentimiento granate» ha resistido la erosión de los fracasos deportivos, pero sobre todo el daño terrible de los errores de gestión de algunos directivos que han tenido gravísimas consecuencias económicas de las que el club ha ido «safando» como se ha podido.

En estas tres décadas y media hubo de todo: desde la gestión voluntariosa con muy pocos medios de aquella directiva que formaban en los 80, Miguel Domínguez Vaz, Rafa Lino, Carlos Saburido y Benigno Abilleira, entre otros, hasta las extravagancias de presidentes como el cantautor Luis Emilio Batallán o el industrial panadero Ramón Crespo. Y por medio el paso de otros que le pusieron buena voluntad pero sin resultados como Javier Redondo, Enrique Vidal y mi colega Pedro Antonio Rivas.

Gerardo y Nino

Un capítulo aparte, muy meritorio, merece Gerardo Lorenzo, autor de una audaz operación de quita y renegociación de la deuda del club que resultó un éxito y se convirtió en un modelo que imitaron otros clubes españoles en apuros.

Hay que reconocerle a Gerardo la importancia de su gestión. Lideró el saneamiento de un club que estaba al borde de la bancarrota pero no consiguió éxitos deportivos que acompañasen los resultados administrativos y dejó paso en 2001 a uno de sus directivos, Nino Mirón Gutiérrez.

En la década que estuvo el empresario del ladrillo al frente, se viven los mejores y también los peores momentos de la historia reciente del club. Coincidió con el efímero paso por Segunda A y el retorno a la Segunda B encadenando varias tentativas de ascensos que se frustraron en los play off sucesivos. Con un carrusel de entrenadores y directores generales (Crujeiras, Vázquez Teruelo?) y una estrategia de fichajes que fueron un disparate. Al tiempo se ejecutó la demolición del viejo Pasarón para construir el nuevo estadio que se consumó con brutales desfases presupuestarios, incumplimiento flagrante de plazos y errores constructivos. Y paralelamente la conversión del club en sociedad anónima deportiva (SAD) para adaptarse a la Liga de Fútbol Profesional. Era un salto cualitativo y cuantitativo necesario. Pero se hizo sin red y nos dimos una «galleta» tremenda. Fueron días de aparente «grandeur». Pero era de cartón piedra. Aquella locura acabó con el equipo hecho trizas, descendido a Tercera y la entidad en un déficit galopante que terminó en el apartamiento de Mirón con el llamado «pacto del Parador» que muñeron Fernández Lores, Rafael Louzán y Antón Louro para salvar al club de nefastas consecuencias.

La esperanza de volver

Después de los Mauricio Rodríguez y José Manuel Fernández parece que el aterrizaje de Lupe Murillo en el palco de Pasarón ha otorgado la necesaria «paz social» en el club para acometer el ansiado retorno a Primera División. De modo escalonado en próximas temporadas, tal y como se ha propuesto la empresaria y flamante diputada gallega.

El Pontevedra CF ya estuvo ahí arriba, en lo más alto hasta 1970. Es cierto que era otro fútbol con aquel mítico equipo del Hai que roelo. Muchos recordarán los cromos de ese Pontevedra que se coleccionaban junto a los restantes equipos que entonces militaban en División de Honor. Aquellos Neme, Calleja, Cholo, Ceresuela, Martín Esperanza y demás encarnaban otro tipo de fútbol, muy aguerrido, radicalmente diferente de lo que se juega hoy en día.

No es cuestión de conformarnos con el recuerdo. Hay ejemplos de otros clubes históricos del fútbol español que han logrado retornar del pozo. Rivales recientes del Pontevedra como Leganés, Eibar o Alavés que ahora han conseguido llegar hasta la llamada «Liga de las Estrellas». ¿Por qué no, también nosotros?