La veterana de los veraneantes de A Toxa cumple cien años

Maruxa Alfonso Laya
m. alfonso O GROVE / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

MARUXA ALFONSO

María Asunción Sáenz-Díez lleva casi un siglo disfrutando del verano en O Grove, donde todos los años recibe a sus hijos, nietos y bisnietos

18 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

«Tenía cuatro años la primera vez que veraneé en A Toxa», recuerda María Asunción Sáenz-Díez. Su abuelo fue uno de los fundadores de la isla y su padre estuvo de gerente durante cerca de veinte años. Así que la isla grovense se convirtió para ella en su lugar de veraneo, una tradición que sigue manteniendo a día de hoy. Todos los años, alrededor del 20 de junio, hace las maletas en su casa de Sevilla y se desplaza a San Vicente, donde ha pasado los últimos treinta veranos. «Y no regresa hasta pasada la fiesta del marisco», explica una de sus hijas. No solo Asunción es una fan de las tierras mecas. Ha sabido transmitir su pasión por este municipio y por sus gentes a toda su familia. Así que todos los años, hijos, nietos y bisnietos celebran el santo de la abuela, el 15 de agosto, en la casa de San Vicente. Allí se congregaron todos ellos el pasado fin de semana con una misión especial. Porque Asunción, cualquiera lo diría, alcanzará los cien años el próximo 20 de septiembre. Es, la centenaria de los veraneantes del municipio.

Rafael Sáenz-Díez, padre de Asunción, fue durante años el gerente de todo el complejo turístico de A Toxa. La familia residía en Pontevedra, en el Pazo de la Galera, en la pontevedresa calle Arzobispo Malvar. Pero los veranos se trasladaba al chalé de la isla. Eran los primeros años de este destino turístico y el aspecto del entorno no se parecía en nada al actual, «apenas había chalés», recuerda Asunción. Veranear en A Toxa fue una tradición que mantuvo hasta los años setenta. Y eso que, tras casarse con el capitán de artillería y químico Luís de la Viesca, se trasladó a vivir a Sevilla. Pero ni eso impidió que, año tras años, se desplazara a O Grove para disfrutar del verano en compañía de sus tres hijos. «Entonces éramos cuarenta familias que nos juntábamos todos los veranos», recuerda ahora una de sus hijas. Entre todos ellos se forjó una amistad y una unión que mantienen a día de hoy.

De aquellos tiempos guardan un sinfín de recuerdos, «daría para escribir un libro», explica Asunción. «Había una orquesta que tocaba en la terraza y todos íbamos a bailar», añade una de sus hijas. Era la época dorada de la isla meca. Cuando el entonces rey de Jordania y otras importantes personalidades visitaba la isla. «Los clientes del hotel se arreglaban para cenar y nosotras bajábamos a ver los trajes y los esmóquines», recuerda la otra de sus hijas. A la puerta del hotel se podían ver Bentley y Rolls Royce, entre otros vehículos de lujo. Ellos no residían en el hotel, sino en una de las pocas viviendas que había entonces en la isla meca. A finales de los años sesenta la sociedad que gestionaba la isla se deshizo y la familia decidió trasladar sus vacaciones a la zona de Pedras Negras, en San Vicente. Allí compraron años después una casa, que hoy sigue siendo lugar de encuentro y veraneo para los hijos, nietos y bisnietos de Asunción. Todos suelen pasar por ella a lo largo del verano, que para Asunción comienza siempre a finales de junio. Es entonces cuando hace las maletas en Sevilla y se viene a O Grove. «Yo recuerdo toda la vida empezar tarde el colegio porque no volvíamos de Galicia hasta el 12 de octubre. Y mis hijas han hecho lo mismo», relata una de las hijas de este veterana veraneante. Porque los veranos se prolongaban hasta el puente del Pilar, «y cuando mis padres se jubilaron a veces no volvían hasta noviembre», añade. Precisamente en San Vicente falleció el marido de Asunción, en el año 93. Pero ella se mantuvo fiel a su cita estival con la península meca. «Ahora me da pena irme porque ya no se si podré volver, eso es lo que piensa una cuando tiene una edad», relata mientras muestra orgullosa la medalla que le regalaron el pasado día 15. En ella hay un cien grabado. «Me encuentro bien, pero tengo unos pocos achaques», cuenta. Y una envidia el porte, la elegancia y la memoria de esta veterana que se confiesa enamorada de O Grove.