Luchar contra el «no denuncio porque a veces me trata bien»

Alfredo López Penide
López Penide PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Alejandro Gómez, en primer término, y María, al fondo, ayer en una cafetería de Moaña.
Alejandro Gómez, en primer término, y María, al fondo, ayer en una cafetería de Moaña. R. Otero

Un policía pontevedrés imparte cursos de defensa personal dirigidos a victimas de malos tratos y ayuda a las víctimas a reconocerse como tales

07 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Los caminos de Alejandro Gómez Aragón, instructor policial del Sindicato Unificado de Policía (SUP) en Pontevedra, y de María, nombre ficticio de una joven víctima de violencia sexista, se cruzaron hace unos años cuando desde el Centro de Información á Muller la remitieron a los cursos de defensa personal que, periódicamente, dirige este agente. «Me metieron sin yo querer ir porque no me entraba en la cabeza lo de ser una mujer maltratada», recuerda María, quien reconoce que, pese a haber rehecho su vida, hace poco que ha comenzado a asumir esta situación.

Aquel curso que empezó con cierta reticencia acabaría siendo un punto de inflexión para esta joven. De hecho, ella misma señala que hacerlo ha supuesto «poder salir a la calle sin miedo, poder ir a donde quieras e, incluso, poder contestarle al teléfono, porque aún me llama, y era algo que antes no podía».

A su lado, Alejandro señala que el comportamiento inicial de María es habitual en un alto porcentaje de mujeres que sufren violencia sexista, «no se reconocen a sí mismas como víctimas. Este es uno de los principales problemas que tenemos y es uno de los motivos por lo que no interponen denuncias o no dan el paso».

En el caso de esta vecina de Moaña, no solo sí dio el paso para salir del infierno en el que vivía, sino que incluso llegó a enfrentarse con el compañero de una vecina cuando, presuntamente, la estaba agrediendo. Ocurrió este miércoles por la noche. Tras «tres meses de episodios de violencia (...), llamando continuamente a la policía y avisándola», ya entrada la madrugada escuchó gritos en la calle que luego continuaron dentro de la vivienda.

Aprovechando que «él siempre deja la puerta abierta», María accedió al interior del piso. Allí se encontró con un individuo «de dos metros intentando tirar la puerta [del dormitorio] abajo y ella dentro de la habitación suplicándole que no hiciera ruido».

«Me vi reflejada en todo. Así como vi a mi ex reflejado en él, yo me reconocí en ella totalmente», señala. Apunta que, en este tipo de situaciones, las víctimas siempre están más pendientes del qué dirán los vecinos, de que su pareja no haga ruido, que de los golpes, los insultos y vejaciones que este le dirige.

Su relato continúa con ella, cara a cara, con el compañero sentimental de su vecina. «Tuve que meterme dentro porque la mataba, en ese momento, la vi muerta. Antes de que él viniese hacia mí, porque ya le observé la cara que me puso, me acordé de los cursos» y aplicó lo que había aprendido. «Alex siempre me reñía en los cursos. Me cogía la mano y me decía -al tiempo que simula un golpe hacia el rostro- ‘‘que me des más fuerte’’, porque apenas le tocaba».

En esta ocasión, su mano sí que impactó con fuerza contra el rostro del presunto agresor hasta el punto que, según parece, le causó una fisura en la nariz. Posteriormente, la Guardia Civil de Cangas se hizo cargo de este último.

Alejandro no deja pasar la ocasión de advertir que, si bien comprende la reacción de María, no es, ni mucho menos, lo que aconseja en los cursos que imparte. «Lo que hizo es, quizás, el extremo y no se lo recomendaría a nadie, ni se lo recomendaría a ella si me lo hubiera preguntado».

En cualquier caso, este episodio supuso para María revivir el calvario que ya creía haber dejado atrás: «Fue duro, pero también vergonzoso. Se me cayó la cara de vergüenza de ver la actitud de ella, de no querer denunciar, y verme a mí en ella». La respuesta de su vecina la dejó aún más, si cabe, echa polvo: «Es que no puedo denunciarlo porque a veces me trata bien».

«Es habitual», insiste Alejandro, quien como Policía Nacional en Pontevedra ya se ha encontrado en muchas situaciones similares. Es por ello que destaca que los cursos de defensa personal enfocados a víctimas de violencia machista no solo contribuyen a que las mujeres «prevengan los comportamientos violentos, que sepan identificarlos», sino que contribuyen a reforzar su autoestima. Y es que «si una víctima no es consciente de que está siendo violentada, no se puede defender. El primer paso es que sepan identificar las señales del maltrato y, luego, se establecen una serie de estrategias defensivas desde el punto de vista psicológico y físico».

En el supuesto de que la agresión sea inevitable, se les enseñan unas técnicas que les permitan sacarse de encima a su agresor de forma rápida y efectiva. «No es un curso para aprender a dar tortazos», remarca Alejandro, quien deja claro que todo tiene un único objetivo: «Sobrevivir».