La otra vida de las fiestas gastronómicas

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

En el comedor social de San Francisco ayer se sirvieron más de cien platos de fabada de Marcón.
En el comedor social de San Francisco ayer se sirvieron más de cien platos de fabada de Marcón. miser

Comida que sobra en las citas lúdicas de Pontevedra y Arousa acaba en los comedores sociales; ocurrió ayer mismo

19 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Salvando las distancias, hay lugares donde el milagro de los panes y los peces parece hacerse realidad a diario. Ocurre así tanto en el comedor social de San Francisco de Pontevedra como en el que tiene Cáritas en Vilagarcía. Entrar en sus fogones, comprobar cómo se las apaña la cocinera Loli en el caso pontevedrés y Marisa en el vilagarciano para estirar un potaje o unos bistecs es toda una lección de supervivencia. Uno no acaba de entender el truco para que todo llegue, para que nadie se quede sin su plato... Y Loli da una pista: «Hay que hacerlo con mucho cariño». Esa y no otra debe ser la clave. De todas formas, hay días especiales. Jornadas más fáciles que otras. Por ejemplo, son especialmente bonitos los días en los que hay una donación importante de comida ya preparada y solo hay que aderezarla para servirla. Ocurre tras algunas fiestas gastronómicas y otras citas lúdicas. Los organizadores, en vez de tirar la comida sobrante, la llevan a estos lugares. Entonces, su fiesta tiene otra vida; tiene cara solidaria.

Ayer era uno de esos días distintos en el comedor social de San Francisco pontevedrés. El domingo, el presidente del Atlético Marcón, la entidad que organizó la Festa da Fabada, apareció por la puerta con unas tarteras enormes del potaje que habían sobrado. Loli, experta en multiplicar menús, hoy le añadió un poco de caldo y hubo raciones de fabada para las más de 120 personas que acudieron a comer. «Como estaba espesito, le pusimos caldo y dio para mucho... Trajeron una cantidad muy generosa», dice Loli en pleno trajín del mediodía, mientras llena platos y da instrucciones a los voluntarios.

Con la donación del Marcón no solo hubo primer plato. Resulta que la fabada venía con chorizo y morcilla. Esas delicias se trocearon, se hizo arroz blanco y se sirvió todo como segundo plato. En cuanto empezaron a desfilar las bandejas, las caras de los usuarios del primer turno del comedor se iluminaban. «La fabada está buenísima y el chorizo... Exquisito», decía un hombre que lleva años acudiendo a diario al comedor de San Francisco.

¿Lo que ocurrió con la Festa da Fabada es una excepción? Nada mejor que preguntarle al padre Gonzalo, responsable del comedor social: «A veces nos traen cosas de fiestas, pero menos de las que nos gustarían... Todo nos hace falta. Por ejemplo, sí nos mandan muchas veces bocadillos y avituallamiento que sobra de pruebas deportivas. Lo agradecemos muchísimo».

Almeja de Carril y centollas

La misma gratitud del padre Gonzalo la muestra Marisa, la cocinera de Cáritas en Vilagarcía. Ella también recuerda bien cómo algunas viandas de citas gastronómicas acabaron alegrando el menú del comedor social: «Una vez nos trajeron una cantidad importante de almeja de la fiesta de Carril... Fue una maravilla». Marisa es de esas mujeres que lo agradecen todo, da igual que sea una donación de huevos caseros o verdura que hacen numerosas señoras mayores que una cantidad cuantiosa de mercancía procedente de una gran empresa. «Aquí todo nos vale. A veces viene una señora con un puñadito de almejas que le dieron y no va a comer. Yo las cojo, las congelo... Y poquitos a poquitos tengo para una paella o para lo que sea». Esta mujer, que cocina a diario para 40 personas, recuerda una anécdota con la que reconoce que se acabaron riendo: «Una vez el Seprona nos trajo centollas que habían incautado porque alguien las cogió en veda o algo así. Nos pusimos todos muy contentos, pensando en que podríamos hacer salpicón. Las centollas se veían llenitas pero cuando las cocimos... ¡Menudo chasco, no tenían carne!».

Yolanda, eterna voluntaria de Cáritas de Vilagarcía, rescata de su memoria otro episodio entrañable. Había un pequeño baile para familias humildes. Venían los niños. El día era frío, lluvioso y desangelado. Y Yolanda y los demás voluntarios estaban sufriendo horrores porque no tenían nada rico que ofrecer a los pequeños. Entonces, ocurrió algo increíble: «Sin saber nada de que teníamos una fiesta, llegó por la puerta una persona, que regentaba el bar Villa Aurora, con cuatro jarras enormes de chocolate caliente, bollos y cruasanes que le habían sobrado de un cumpleaños. Yo no me lo podía creer». Añade Yolanda que eso tiene que ser cosa «de la divina providencia». Sea tal y como cree ella o no, benditas casualidades.

Un batallón de señoras mayores donan de forma continua huevos de casa y verduras

Todas las viandas, sin cocinar o ya preparadas, son bien recibidas salvo si están caducadas

En los comedores sociales aceptan todo tipo de viandas; ya sean crudas, preparadas o congeladas. Como funcionan con donaciones continuas, tanto de alimentos perecederos como no, en las instalaciones tienen unos arcones grandes para poder congelar la comida. «Lo único que no aceptamos son cosas caducadas, lo demás nos vale absolutamente todo», señalaba ayer el padre Gonzalo en Pontevedra. Y algo similar indica Francisco Fernández, presidente de Cáritas en Vilagarcía: «Aceptamos todo tipo de donaciones. Afortunadamente tenemos muchísimas, y todas son bien recibidas».

González ponía decenas de ejemplos, desde panaderías a conserveras pasando por el Consello Regulador do Mexillón de Galicia. Todos ellos donan alimentos. Luego, contaba que a veces la cantidad de un producto que les llega es tan grande que da para un buen número de comidas: «Recuerdo una vez que nos trajeron muchísimo choco... Tuvimos la cocina totalmente negra de tanto limpiarlo», dice. Clubes de pesca como O Isco o Raspa suelen donar casi todo el pescado que capturan en competiciones y demás citas deportivas.

«Lo mejor es la tranquilidad»

¿Qué opinan quienes acuden a los comedores sociales del menú? Ayer, preguntando a varias personas, la respuesta que daban era digna de reflexión: «La comida está buena, los potajes son muy ricos y los guisos están para chuparse los dedos. Pero lo mejor es la tranquilidad, saber que tienes un sitio para sentarte a comer sin que te pase nada», decía ayer un hombre que repetía plato de fabada de Marcón en el comedor social pontevedrés.