Ellos trabajan las leiras, el agua las inunda

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

La lluvia ha dado una tregua pero muchos vecinos, tanto de la comarca de Pontevedra como de Arousa, no pueden trabajar en sus fincas; la lluvia las ha dejado inservibles durante meses

24 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

José y Avelina son dos vecinos de Baión, en Vilanova. Ayer a media mañana, aperos en mano, ambos estaban en la leira. Echaban estiércol en el campo con el objetivo de abonar la finca para plantar patatas. La imagen sería una estampa corriente de la Galicia verde que aún come lo que siembra de no ser porque hace unos días, muy cerca de esa misma zona donde ellos trabajan, el campo se convirtió en una gran piscina por culpa de la lluvia. Así que toca preguntarles si su finca no fue de las que salió a nado. Y si la tierra está ya recuperada de tanto aguacero que envió el cielo.

José recibe con sonrisa. Es un hombre cuidadoso; lleva los zapatos cubiertos con bolsas de plástico dado que los acaba de sacar del zapatero. Empieza a contar: «Nós temos bastante sorte, xusto estas fincas non se anegaron, así que xa podemos traballar. Pero aquí cerca houbo unha desfeita. A verdade é que está todo aínda algo encharcado». Luego, hace del defecto virtud: «A auga nesta terra sempre é boa. Temos que pensar así se non que imos facer», remacha.

Se entierran los tractores

La alegría con la que José y Avelina se toman lo llovido poco tiene que ver con el cabreo que muestran en Lantañón (Meis). Y no es de extrañar. En este lugar sí hay muchos vecinos con fincas que quedaron anegadas por la crecida del río Umia. Rosario y Pili, dos lugareñas, cuentan qué es lo que ocurre invierno tras invierno:

«Sempre se inunda todo. É algo habitual, pero non deixa de molestarnos. As terras quedan encharcadas e agora ata ben chegado maio non se pode traballar nelas. É imposible meter un tractor aí, está todo cheo de auga e entérrase ao momento»,

explican. Aún así, aunque históricamente el Umia se desborda e inunda el campo, los vecinos siguen poniendo maíz u otros cultivos en ellos. ¿Por qué? Pili y a Rosario, como buenas gallegas, responden preguntando:

«¿E onde se van plantar logo? Estas son as terras que hai aquí. Non queda máis remedio que seguilas usando. E mellor que sexa así porque se non énchense de maleza».

Pili y Rosario recuerdan inviernos durísimos con el agua haciendo de las suyas casi hasta la puerta de casa. Luego, tanto ellas como otros vecinos hablan de que uno de los problemas es que el río no se limpia «e tampouco deixan cortar o que hai ao arredor del, e así non se fai nada. En canto chove desborda». Lo que ellas dicen lo corrobora otro paisano de Lantañón que prefiere no dar su nombre: «Tiñan que deixar cortar moitas cousas que hai á beira dos ríos», insiste.

No demasiado lejos de Lantañón, aunque ya en tierras de Portas, está Viveiros Outón. Uno puede pensar que con tanta planta en el exterior y la lluvia caída aquí también habrá malas caras. Pero, sorprendentemente, no es así. Ramón Outón, que lleva toda la vida en el negocio, explica: «Nós xa estamos acostumados e as plantas tamén. A auga nunca é mala, hai que deixar que chova», sentencia el hombre. Pero enseguida matiza sus palabras: «Outra cousa sería que seguira chovendo moito... Aí igual si que podiamos problemas, de momento non», dice. Dicharachero y amable por demás, enseña la enorme plantación que tiene. Se ve sana y verde. «¿Ves? Está todo ben. E que siga así», enfatiza.

Solo hace falta andar unos kilómetros con el coche, viajar hasta A Seca, en Barro, a unos metros de donde se entra para el parque de A Barosa, para encontrar quien pide todo lo contrario. Quien quiere que la lluvia la deje en paz de una vez. Es Marisol Búa, una vecina que también anda en la leira, aunque no la está trabajando. «Aquí inundouse todo. Este inverno vamos pola cuarta vez que nos entra a auga, isto é moi cansado. Eu xa estou moi farta», explica ella.

La mujer, vara en mano, mira hacia los terrenos que tiene a unos metros de casa, señala los charcos y cuenta lo mismo que decían en Meis: «Ahí non se pode traballar sabe Deus ata cando... Ten que vir bo tempo e secar ben porque agora calquera se mete neles. Está todo inundado aínda». Al preguntarle por el maíz que el agua cubrió parcialmente hace unos días, indica: «Quen sabe como está ese millo, mira que caeu auga... É unha pena que veña isto así. Aquí os invernos son durísimos. Eu hai uns días pódoche dicir que levaba unhas botas de auga por riba do xeonllo, saín aquí ao lado da casa -tiene una finca pegada a la vivienda- e entroume a auga por riba. Con iso dígoo todo».

Ni una sola persona

Más allá de Marisol, a media mañana de ayer no había nadie en las fincas de A Seca. Un hombre que paseaba con dos perros insistía en la misma versión dada por la mujer:

«¿E quen se vai meter nas terras co que choveu»

, se preguntaba. Así que toca dejar que el buen tiempo, si es que llega, haga de secador. Mientras tanto, como señalaba Marisol,

«haberá que ter paciencia».