Estafas decimonónicas en la era digital

Alfredo López Penide
López Penide PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Un pontevedrés, condenado tras pagar con cheques sin fondos la compra de una nevera y un equipo de sonido

12 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

«Por increíble que parezca, en pleno siglo XXI los tribunales de Justicia siguen conociendo y condenando por estafas tan conocidas como el timo de la estampita, el tocomocho o billete de lotería premiado o, más modernamente, la tinta mágica que permitiría convertir supuestos billetes tintados en auténticos billetes de euros o dólares». Esta afirmación aparece en una reciente sentencia de la Audiencia en la que se condena a dos personas después de que hubieran intentado hacer creer a un pontevedrés que eran capaces de fabricar el dinero para abonar el coche que ofertaba por Internet. La víctima no picó en este timo, conocido como wash&wash -lava-lava- o de los billetes tintados, y alertó a la Policía Nacional.

Pese a lo que pudiera parecer, estos sucesos no son aislados. Puntualmente, se conocen en la ciudad del Lérez procesamientos de personas que, de alguna u otra forma, trataron de escenificar estafas más propias de otras épocas. Y siguen funcionando.

Uno de los timos más tradicionales es el del nazareno, donde el autor, tras ganarse la confianza de la víctima, realiza un pedido importante de mercancía que, posteriormente, no abona. Algo similar es lo que le ha valido una condena de 8 meses a un pontevedrés que, aparentemente, puso en práctica una variante de esta estafa.

Así, si el guion marca que el timador vaya dando largas al perjudicado hasta desaparecer sin dejar rastro, el ahora condenado optó por entregar dos cheques sin fondos como pago. Ocurrió en agosto del 2011, mes en el que el encausado concertó con el vendedor la adquisición de una nevera y un equipo de luces y sonido. Nunca tuvo intención de abonarlos, cosa que así ocurrió.

La víctima no solo se encontró con que la cuenta sobre la que se libraron los cheques carecía de fondos, sino que tuvo que hacer frente a unos gastos bancarios que rondaron los setenta euros. «Desde la fecha de los hechos hasta el dictado de la sentencia, el acusado no ha efectuado pago de la cantidad debida si quiera parcial, ni ha pretendido de forma alguna entregar al vendedor la cantidad debida», manifiestan los magistrados de la Audiencia.

En este marco, los jueces de lo Penal tienen que lidiar, de cuando en vez, con timos aún más clásicos: la estampita, en el que una persona con aparente discapacidad intelectual afirma estar dispuesta a cambiar un bolsa de billetes por un poco dinero; el tocomocho o el del décimo de lotería premiado; o el del instalador, donde falsos técnicos de la luz o del gas acuden a los domicilios bajo la premisa de realizar revisiones de estos servicios.

«Se trata de conductas en las que no solo existe un engaño bastante sino que también, en ocasiones, la víctima aparece movida por ánimo reprobable». No en vano, en el caso del timo de la estampita, los estafadores apelan a la codicia de esta última para hacerle creer que va a sacar un provecho económico de la persona que, supuestamente, tiene la bolsa llena de billetes.

Con la llegada de Internet, muchas estafas lo único que han hecho es adaptarse a los tiempos. Y si no que se lo digan al joven pontevedrés que pagó, en noviembre del 2014, 350 euros por un móvil Iphone que se ofertaba en una web, Nunca vio el smartphone, aunque, tal vez, le quede el consuelo de haber visto condenado al vendedor.

Crónica una actividad delictiva que no pasa de moda