El pianista polaco que pone música a la Navidad en Pontevedra

Cristina Barral Diéguez
cristina barral PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Milosz Labinski, en la plaza de A Peregrina, uno de los lugares donde toca en Pontevedra.
Milosz Labinski, en la plaza de A Peregrina, uno de los lugares donde toca en Pontevedra. carlos pereiro< / span>

Conoció Galicia y la ciudad por amor. Acabada esa historia, Milosz Labinski descubrió aquí que le gusta tocar en la calle

04 ene 2016 . Actualizado a las 07:33 h.

«Nunca había visto tal acumulación de cosas buenas, una ciudad bonita, naturaleza y la gente más amable y tranquila que había visto»

«Estoy en Pontevedra de momento. No sé por cuánto tiempo. Mi historia de amor se acabó porque los artistas son a menudo personas con las que es complicado vivir, pero Pontevedra permanece»

Algunos habrán pasado de largo. Otros sí se habrán fijado en él. Y también habrá quien se haya parado y tomado un tiempo para escucharlo tocar. Es Milosz Labinski, un pianista polaco de 36 años que pone música a la Navidad en las calles de Pontevedra. En realidad, lleva ya dos meses viviendo y tocando en la ciudad. En su día, conoció Galicia gracias a una historia de amor, hoy acabada, que surgió en el barrio de Montmartre, en París, y también gracias a esa relación con una chica de Aguete (Marín) acabó en Pontevedra.

Milosz, que habla polaco, francés e inglés y se defiende bastante bien en castellano, accede con amabilidad a contar su historia a La Voz. Algo sorprendido por la petición, responde con un «its ok» y una sonrisa. No sabe cuánto tiempo se quedará por estos lares. No hace planes de futuro. «Estoy en Pontevedra de momento. No sé por cuánto tiempo», comenta. Se siente a gusto. Vive y se gana la vida tocando el piano por las tardes en el centro de la ciudad. Hasta ahora solo ha probado dos lugares con el piano, la plaza de A Peregrina y el tramo peatonalizado de la calle Benito Corbal. Para él, son «dos plazas». Ambas le gustan.

Según cuenta, estudió en Polonia y también en el Conservatorio de París. Ganó varias competiciones pequeñas de piano en Polonia y más tarde una internacional en la capital francesa. Su trayectoria vital es un camino de ida y vuelta entre Varsovia y París. En París estuvo de los 15 y a los 27 años. Fue en la ciudad del Sena donde empezó a tocar el piano en bares. Quizá ahí se hizo artista.

Regresó a la capital polaca, donde residió hasta los 33 años. Pero París volvía a llamar a su puerta. Y fue allí donde conoció a la que define como «a magnificent girl from Aguete» (una magnífica chica de Aguete). Milosz gesticula y se lleva la mano al corazón. La ruptura todavía duele y reconoce que hay días mejores y peores. Pero solo tiene buenas palabras para su expareja. Comenta que se conocieron en Montmartre, el llamado barrio de los pintores de París. Vivieron un tiempo en la capital francesa y la conexión con Galicia llegó durante unas vacaciones.

Ese viaje le permitió encontrar lo que califica como «el mejor lugar que había visto». Él, que estaba cansado del ajetreo de las grandes ciudades, se sintió atraído por todo lo contrario, una localidad de casi 83.000 habitantes. «Nunca había visto tal acumulación de cosas buenas, una ciudad bonita, naturaleza y la gente más amable y tranquila que había visto», señala Milosz sobre Pontevedra y sus habitantes.

Después de dos meses, afirma haber descubierto que le gusta tocar en la calle. Una afición y un trabajo a la vez que le permite de vez en cuando practicar el castellano mientras enseña el piano. Milosz se sincera ante una desconocida y deja caer que es el culpable de que su historia de amor se haya acabado. Él mismo se responde: «Los artistas son a menudo personas con las que es complicado vivir». Sin embargo, Pontevedra permanece, asegura, como «el mejor lugar».

Repertorio

En cuanto a sus gustos musicales, a este polaco de ojos azules le gusta mucho Johann Sebastian Bach, y algo menos Beethoven. Sus canciones favoritas son Amelie Poulain, The Piano y Satie. Aunque su repertorio incluye música muy diferente, en cuatro o cinco horas se pueden escuchar desde The Pink Panther a las Goldberg Variations de Bach. ¿Y es generosa la gente amable y tranquila de Pontevedra?, le pregunto un martes minutos antes de la cuatro de tarde. Milosz, al que interrumpo interpretando Imagine, de John Lennon, viene a decir que no hay queja. Depende del día y de las horas de música, pero tiene claro que es mejor tocar en la calle que tener un jefe. Con lo que saca se puede pagar una habitación, que es su casa en la ciudad. Su peor enemigo, la lluvia. Si llueve, no toca.