De encofrador a vendedor de la ONCE

Cristina Barral Diéguez
cristina barral PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

miguel souto

José Antonio Brea Lorenzo recibirá mañana en Pontevedra un homenaje como «Vendedor del Año»

12 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El reconocimiento de la Organización Nacional de Ciegos Españoles (ONCE) lo pilló de vacaciones. José Antonio Brea Lorenzo (París, 1966) recibirá mañana en Pontevedra un homenaje tras ser elegido como Vendedor del Año por la agencia de Pontevedra. Este exencofrador que ahora vende cupones de la ONCE en el centro de Lalín supo adaptarse a sus nuevas condiciones vitales. Acudirá con su mujer, María Alejandra, a la comida de confraternidad que tendrá lugar en un hotel de la ciudad.

¿Y qué méritos tiene el Vendedor del Año? «É un recoñecemento da axencia de Pontevedra por dúas cousas, a actitude e a aptitude. Non se teñen só en conta as vendas, senón o trato coa xente», explica. José Antonio Brea, que reside en una aldea del municipio de A Estrada, es hijo de emigrantes y nació con una deficiencia visual que se fue complicando con los años. Lleva tres años y medio como vendedor de la ONCE y reconoce estar «encantado» después de una época de dificultades en la que las cosas pintaban bastante mal.

Era encofrador hasta que la crisis económica lo convirtió en parado. Lo recuerda hoy, a sus 49 años: «A miña deficiencia visual é xenética. Nacín con ela e a cousa foi aumentando. Non me impedíu traballar como encofrador. Ata que quedei no paro coa crise da burbulla inmobiliaria». José Antonio hace una pausa y retoma la conversación. «Imaxínate, non sabía que facer con máis de corenta anos e unha deficiencia visual».

Lejos de encerrarse en sí mismo y de darle vueltas a la cabeza tiró para adelante. Hizo un curso de auxiliar sociosanitario y consiguió trabajo en Mapfre. Esa ocupación le duró un año porque no le renovaron el contrato. Tuvo que buscarse la vida. Así fue como contactó con la ONCE. «Foi decisión miña acudir á ONCE. Ao mesmo tempo mandei tamén un currículo a Inserta, que é unha entidade que promove o emprego das persoas con algunha discapacidade», relata.

José Antonio Brea logró una respuesta afirmativa por parte de las dos entidades, pero se decantó por la ONCE. Este 2015, para él un buen año, lo hicieron fijo. «Tiveron que cambiarme de sitio porque cando empezei estaba en Silleda e facía moita ruta. Ata que a mutua me dixo que non me quería ver conducindo», señala.

Así fue como acabó en Lalín, donde está su lugar de trabajo. Como a él le gusta decir, está «no quilómetro cero, ao lado do porquiño, cerca da igrexa». Considera que es un buen sitio. ¿Y qué es lo mejor y lo peor de su empleo como agente vendedor? Responde al momento. «Estar a pé de rúa en inverno é duro porque vai moito frío, pero tampouco son o único. O mellor é sen dúbida o contacto directo coa xente. Case fas amigos, ou sen case, xente que ven tomar café comigo. Iso é o máis gratificante para min deste traballo».

Premios y aficiones

En sus más de tres años como vendedor de la ONCE solo tiene una pequeña espinita. No haber dado ningún premio grande. Todavía. «Din premios pequenos, de 3.000 euros. Dar premios grandes é o que desexamos todos os vendedores. Estaría moi ben dar un dos grandes, de 35.000 euros ou máis», apunta.

Casado y con un hijo de 21 años, José Antonio tuvo que dejar atrás la mayoría de sus aficiones debido a sus problemas de visión. «Hoxe teño un 50 % de visión e hai cousas que antes facía moito que xa non podo facer. Facía moita bicicleta, por exemplo».

«Agora boto unha man na casa e entretéñome coa televisión e a consola». Deportes como el fútbol, que llegó a practicar, también los dejó de lado. De vez en cuando sale a caminar. «Vou andar coa muller, cando quere ela, claro», comenta. Con María Alejandra asistirá mañana a la comida que se celebrará en el Galicia Palace. Antes habrá una misa en la iglesia parroquial de San Bartolomé. Será en los postres cuando José Antonio recibirá el reconocimiento de los asistentes y un obsequio tras ser elegido Vendedor del Año. Enhorabuena.

«Quedei no paro coa crise e a burbulla inmobiliaria. Non sabía que facer con máis de corenta anos e unha discapacidade visual elevada»

«Non me esperaba o recoñecemento da ONCE. A verdade é que me adaptei moi ben ao posto de traballo e estou encantado vendendo a pé de rúa»