El ingeniero cuelga los guantes

carmen garcía de burgos PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Carlos Rodríguez, campeón infantil de España, deja temporalmente la competición al ser incompatible con sus estudios por no poder entrenar en Pontevedra

17 nov 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

La decisión fue suya. A sus 14 años ha tomado una determinación tan madura que casi ninguno de los adultos que lo rodean es capaz de cuestionarla. Por mucha pena que les dé. Ni su entrenador ni sus padres se permiten criticar que Carlos Rodríguez que abandone temporalmente las competiciones de boxeo. Ni siquiera ahora, que acaba de proclamarse campeón de España infantil en la modalidad de manoplas. Es la que más le gusta. Más que las de sombra y comba. Y lo es por la misma razón por la que le apasionan las artes marciales y, muy especialmente, el boxeo: por la competición. Lo que menos, confiesa su madre, Emma, «ponerse a régimen cuando tiene que dar el peso». El peor combate que recuerda, admite entre risas, fue, de hecho, el que disputó en el campeonato de Europa, «porque combatí el último día y tuve que estar guardando peso toda la semana».

Como todavía no ha cumplido los 15 no puede practicar el boxeo de contacto. Golpear las manoplas de un rival casi estático es «lo más parecido al combate». No volverá a hacerlo sobre un ring durante, por lo menos, unos meses. Los que tarde en sacar adelante el curso. Hasta el momento ha suspendido dos asignaturas de las catorce que cursa en tercero de la ESO, pero quiere evitar que el problema se haga más grande: cuanto más tarde en centrarse en sus estudios, más difícil le resultará recuperar las materias suspendidas y ponerse al día en el resto hasta el punto de subir la media para cumplir las exigencias de la selección española.

Seguimiento de dos años

No podrá competir en las Olimpíadas hasta cumplir los 16, pero el proceso de preselección comienza a los 14. El organismo deportivo, una vez superadas las pruebas iniciales, hace un seguimiento de la evolución de los adolescentes. Entre otros requisitos, exige un buen redimiento escolar. Cuanto menor sea este, más tendrán que aportar a nivel puramente deportivo. Por eso el joven Carlos necesita mejorar sus notas. Por eso, y porque sabe que «del boxeo, tal y como están las cosas hoy en día, es casi imposible vivir».

Si se le pregunta si en el futuro se ve boxeando o ejerciendo de ingeniero de telecomunicaciones -estudios hacia los que quiere dirigir sus pasos-, duda. Le gusta más el boxeo que la tecnología y la rama de informática, pero «hay que priorizar porque hay que asegurarse el futuro».

Habla aplicando una lógica y un sentido común implacables. Explica su problema en frases cortas: tiene clase en el instituto de 9 a 14.30 horas, cuando sale para ir a comer a casa, a Monte Porreiro. Los martes vuelve a entrar a las 16 para salir a las 17.30 horas. Pero el resto de los días de la semana tiene pasantía por las tades, de 18 a 21 horas. Para cuando sale ya han terminado las clases en el gimnasio de Marín en el que le entrena Aarón González, y antes de ir no le da tiempo porque apenas tiene tres horas y media para comer, ir al municipio vecino, entrenar un par de horas y regresar a tiempo para las clases particulares.

Un aula en el CGTD

El problema, asegura, se solucionaría si lograra que le cedieran un espacio para practicar junto a su entrenador y otros compañeros -hacerlo en grupo es fundamental para las tácticas y estrategias- en Pontevedra. Tras varias negativas del Instituto Municipal de Deportes (IMD) a concederles un aula en el Centro Galego de Tecnificación Deportiva (CGTD), hace dos meses redujo los entrenamientos a los fines de semana. El resto de los días, a partir de ahora, se defenderá él solo en el mirador de Monte Porreiro.