La poca cintura del BNG

LA SEMANA DE EUGENIO GIRáLDEZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Las dos pinzas de la oposición al completo contra el Bloque por el PXOM y los «lombos» hacen rechinar los modales del gobierno municipal

20 sep 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

En apenas unas semanas, la tranquilidad de los primeros cien días transcurridos desde las elecciones del 24-M de la que escribía un pasado domingo, se ha alterado con un movimiento coral de los restantes grupos de la corporación que solo parece -subrayo parece- acorralar al gobierno del BNG por primera vez en el incipiente mandato. En realidad se trata de dos situaciones puntuales que no amenazan la estabilidad del gabinete de Lores pero que sí han vuelto a confirmar la escasa cintura de algunos de los concejales del equipo nacionalista.

Fernández Lores y equipo han quedado en evidencia con un par de asuntos que vendrían a reflejar la cara y cruz de los dieciséis años de mandato que llevan en Pontevedra. Es obvio que el gran logro de este período ha sido la reforma urbana que ha consolidado un modelo de ciudad, asumido por la ciudadanía y reconocido por el mundo adelante. Del mismo modo, también resulta palmario que el gran fallo durante estos cuatro mandatos consecutivos de Lores y equipo ha sido la manifiesta incapacidad para sacar adelante un nuevo Plan Xeral de Ordenación Municipal, a pesar del intento inicial que conllevó gastar un dineral en la frustrada elaboración que se le encargó a Consultora Galega.

Por cierto: puede resultar un contrasentido que en 16 años se haya implantado una transformación viaria tan profunda sin el instrumento legal, un PXOM que debería amparar tanto ese como restantes desarrollos de una ciudad.

La reacción que ha tenido el gabinete municipal ante la pinza de la oposición al exigir retomar la redacción de un nuevo PXOM o al oponerse a la instalación de nuevos «lombos» en la ruta al Hospital de Montecelo, desnuda modales muy poco democráticos en estos ediles.

Si a las primeras de cambio, la respuesta que produce el gobierno es la de retar a la oposición a que le presenten una moción de censura, la impresión que trasladan los nacionalistas a la opinión pública es negativa.

El votante del BNG supongo que alucinará ante semejante envite que no esperaría de quien tiene la encomienda de gobernar la ciudad. Y los votantes de las demás opciones y quienes se abstuvieron, respirarán aliviados al comprobar que acertaron al no entregar a la candidatura de Fernández Lores una mayoría absoluta que nos habría metido en tres meses y pico en un clima de mayor confrontación.

Atemperar la autosuficiencia

En el pleno municipal del próximo martes se aprobarán, con los votos de los 13 concejales que suma la oposición, ambas mociones. Suponen un aviso para el gabinete municipal a fin de atemperar el riesgo de excesos de autosuficiencia. En esta materia concreta, la oposición ya venía caliente de los desplantes de Carmen da Silva que ignoró y regateó los anteriores avisos de la oposición en el pleno municipal de julio y en una comisión de urbanismo en agosto. Y ahora le sumamos la salida de pata de banco de Luis Bará que por toda respuesta a la amplia demanda social de no llenar de «lombos» la ruta hasta el principal hospital de la comarca, solo se le ocurre retar a la oposición a que monte una moción de censura contra el BNG.

Era evidente que el gabinete del alcalde había infravalorado la capacidad de los restantes grupos de la corporación para ponerse de acuerdo y acogotarles. También urge decir que se trata de un escarmiento necesario pero que resulta obvio que Lores y su gobierno no corre peligro de supervivencia.

No cabe sospechar que se perpetúe como mecanismo de apremio y ahogo. Ya le gustaría al PP poder apretarle clavijas al BNG pero el resto de los grupos de la oposición no están por la labor.

Algo más que simples «alcadadas»

Los barómetros de opinión reiteran cómo la ciudadanía percibe que la clase política sigue flojeando en catadura ética. Ya no es solo cuestión de los grandes casos de corrupción (Gürtel, Barcenas, ERES, Pujol, tarjetas Black, Púnica?), sino también del menudeo en la acción pública más cercana, en los ayuntamientos. Dos noticias en concellos de la comarca abonan ese descrédito extensivo.

Es el caso de los 180.000 euros gastados por Catalina González en su etapa como regidora de Sanxenxo en promoción y organización que comportó que la villa fuera el pasado mes de junio sede de una etapa de la Regata La Solitaire du Figaró, cuya repercusión fue ínfima, nada comparable a la Volvo Ocean Race, antecedente más conocido. Como ayer publicó La Voz, el gobierno entrante se encontró que la exalcaldesa habría desatendido gastos corrientes que deben garantizar servicios básicos durante este verano y que se podrían haber abonado con esos 180.000 euros. A la Fiscalía le tocará dictaminar si ese dispendio, políticamente censurado, podría tener otras consecuencias judiciales.

El otro caso no acabará en el juzgado, pero también rasca conciencias. Antonio Pena, exregidor de Cuntis, reclama al Concello que se le abonen 12.780 euros por trienios que le corresponderían por su condición de funcionario, del grupo A y de la Xunta. Según demanda, no le fueron abonados los últimos cuatro años. La reclamación puede tener fundamento legal -lo dice un informe de la Intervención Municipal-, pero éticamente es una bofetada a los cuntienses. Quien reclama fue su alcalde entre 2011 y 2015 cobrando un sueldo por dedicación exclusiva (más de 33.000 euros anuales) que se supone atendían todas sus necesidades.