Una marca llamada Lores

Manuel Blanco EL CONTRAPUNTO

PONTEVEDRA CIUDAD

26 abr 2015 . Actualizado a las 09:04 h.

El terreno de juego en Pontevedra es una cosa y la contraria. Pura ortodoxia política, de una parte, y esa misma doctrina pulverizada, de otra. Me explico. La historia y las experiencias recientes dicen que un proyecto con tres lustros de vida debería enfilar su ocaso. No su cénit. Cuatro mandatos son un mundo, una carrera de fondo en la que el desgaste debería haber hecho mella en las huestes nacionalistas.

El Barómetro de Sondaxe, sin embargo, refleja lo contrario. El Bloque tiene ante sí la posibilidad de alcanzar no solo la que sería su primera mayoría absoluta desde que se hizo con el bastón de mando en la ciudad, sino también la primera en tres decenios. Palabras mayores. Ante este panorama, no queda otra que volver a la ortodoxia negada antes para hallar una explicación probable a la expansión nacionalista.

Son muchos los politólogos que sostienen que, en las municipales, la cara, la persona, lo es todo. El BNG tiene en Pontevedra algo más que un candidato. Fernández Lores es una marca. Con un grado de conocimiento público superior al 90 %, los pontevedreses valoran su trabajo con un 6,20, lo que lo convierte en el alcalde mejor valorado de las ciudades gallegas.

Y si el Bloque tiene cara, también dispone de ese otro ítem que los politólogos destacan al enunciar su receta del éxito en esto de la cosa pública: proyecto. Lores y los suyos están recogiendo ahora los resultados de un modelo de ciudad que han capitalizado en exclusiva gracias también a que tanto la oposición como sus socios de gobierno han titubeado a la hora de subirse a un tren que triunfaba sin remisión a nivel social. Por si fuera poco, la Marea, llamada a pescar en el río nacionalista, parece lejos de erosionar sus aspiraciones.

Ante la escalada del BNG, los dos grandes derrotados podrían ser, si se cumplen los vaticinios de Sondaxe, PP y PSOE. Jacobo Moreira no ha logrado conectar con una ciudad que, a priori, le debería ser afín, en buena medida porque no ha hallado la fórmula para hincarle el diente a la gestión de Lores. Atacar al alcalde con la contratación de un traductor para la recepción de un premio cuando la actualidad aparece salpicada de Gúrteles y Ratos, es algo así como intentar arrasar el Pentágono con tirachinas. Para agravar el asunto, a los populares les ha salido un rival de enjundia no en María Biempica, que no parece despegar, sino en Ciudadanos, una formación que lo fía todo a la figura de un Albert Rivera convertido en estrella del rock. Lograr un escaño con una candidata desconocida es un hito.

Mientras, al PSOE de Agustín Fernández le ocurre lo que al PP. No ha encontrado su sitio en la política local, esa vía que lo diferencie de sus rivales. Conseguir solo dos ediles sería trágico, pues dejaría a los socialistas coqueteando con la intrascendencia.

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