Los riesgos de perder biodiversidad

Cristina Barral Diéguez
cristina barral PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Serena Santolamazza, Rosana Sánchez-Guillén, Iago Sanmartín y Adolfo Cordero, en el laboratorio del grupo de Ecología Evolutiva.
Serena Santolamazza, Rosana Sánchez-Guillén, Iago Sanmartín y Adolfo Cordero, en el laboratorio del grupo de Ecología Evolutiva. ramón leiro< / span>

El grupo Ecoevo de Forestais estudia cómo afecta el cambio climático a los insectos

01 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El grupo Ecoevo (Ecología evolutiva y de la conservación) es un referente nacional e internacional por sus investigaciones. Este equipo que lidera el catedrático de Ecología de la Universidade de Vigo Adolfo Cordero tiene su sede en la Escola de Enxeñaría Forestal de Pontevedra. El grupo está terminando un proyecto finaciado por el ministerio que se centra en la evolución de mecanismos de conducta en un tipo de insectos, los odonatos (libélulas). «Es un tema que nos ha llevado a trabajar en selvas tropicales y, ligado a eso, estamos a punto de describir una nueva especie de libélula en la República Dominicana», explica Cordero.

El grupo lo integran unas diez personas, aunque depende del momento y de los contratos. Al ámbito de la investigación y la docencia se dedican, además de Cordero, dos mujeres, María Calviño y Maruxa Álvarez, aunque lo hacen desde los campus de Vigo y Ourense. El resto son dos becarios predoctorales que están acabando sus tesis y varios exdoctorandos, entre ellos, Rosana Sánchez-Guillén. Los recortes les afectan porque la mayoría de los estudios del grupo Ecoevo «tienen mucho de investigación básica», por lo que están condicionados, en gran medida, a las convocatorias de organismos oficiales como el Ministerio de Economía y la Xunta. Y en crisis disminuyen o sufren retrasos.

El grupo trabaja en tres líneas: la evolución de la conducta, que tiene que ver con el comportamiento; las plagas forestales y agrícolas, como el gorgojo del eucalipto; y la conservación de la biodiversidad y las especies amenazadas. La línea de las plagas está ahora mismo en un segundo plano, y respecto a la tercera cabe citar la aportación del equipo al Plan de recuperación do sapoconcho común (Emys orbicularis L.) en Galicia, o galápago europeo (tortuga). Se encargaron de redactar el documento técnico que sirvió de base para ese decreto, que la Xunta publicó en el DOG el 13 de mayo del 2013.

En la sede del laboratorio en Forestais han coincidido estos días Iago Sanmartín y Rosana Sánchez-Guillén. Iago, que estuvo en noviembre y diciembre en la selva tropical de Ecuador, ultima los resultados del proyecto sobre la evolución de mecanismos de conducta en odonatos, que tiene que estar terminado en junio. En la agenda de este joven aparece también China, adonde se irá, gracias a una ayuda del ministerio, para seguir estudiando la evolución de la biodiversidad tomando como organismos modelo a las libélulas.

En el caso de Rosana Sánchez-Guillén su destino es Suecia. En concreto, la Universidad de Lund, donde estará los próximos dos años gracias un contrato «muy bueno» tras conseguir una beca post-doc Marie Curie. Lo que investiga desde hace varios años esta pontevedresa es cómo afecta el cambio climático a los insectos. El proyecto nació con otro enfoque en el 2010, el su tesis -que dirigió Adolfo Cordero- sobre polimorfismo del color e hibridación en libélulas. Se trataba de estudiar las barreras reproductivas que impiden el cruce de especies relacionadas genéticamente. Rosana pone un ejemplo exagerado para los no entendidos: «No va a hibridar una mosca y un elefante».

De ahí, se fue a México, donde realizó su primer post-doc en colaboración con Álex Córdoba, de la UNAM. «El calentamiento global estaba en boca de todo el mundo y cada vez hay más concienciación social», recuerda. El Panel Intergubernamentel en Cambio Climático revela que si en los últimos treinta años la temperatura se incrementó en 0,85 grados, a finales de siglo lo hará en 2 grados. Eso no significa, incide la investigadora, que en todos los lugares vaya a subir esos grados, pero sí que va a haber desajustes climáticos (lluvias torrenciales, desertización...) que afectan a los seres vivos.

Ante eso, dice, los organismos tienen tres tipos de respuesta: quedarse y adaptarse, quedarse y extinguirse, o irse. En el caso de los insectos, esos movimientos se conocen como cambios de distribución. «Ya hay libélulas africanas en el sur de Europa», señala Rosana. ¿Y por qué las libélulas? «Son organismos que tienen una fase de vida en el agua y otra en el aire, la reproductora, y dependen mucho de ambientes húmedos -indica-. Son los primeros en notar los cambios climáticos porque son ectotermos, no regulan la temperatura corporal, sino que lo hace el ambiente».

El río Lérez

Las libélulas son, por tanto, un indicador de la calidad del agua y tienen una gran capacidad de migración. Poniendo un ejemplo cercano, en el río Lérez la calidad es regular en el centro urbano, pero diez kilómetros más arriba, en Bora, es excelente, como lo atestigua la presencia de dos especies de libélulas.

El estudio de Rosana se centran en predecir la distribución actual y futura utilizando las predicciones del cambio climático. De momento ya hay siete especies de libélulas que pierden distribución y se van al norte. La consecuencia negativa de todo esto, subraya, es una pérdida de la biodiversidad: «La forma de luchar contra ello es informar y sensibilizar e inferir el riesgo».