Lulú vuelve a su colegio con 104 años

PONTEVEDRA CIUDAD

CAPOTILLO

Esta mujer relató su experiencia a los alumnos del Sagrado Corazón de Placeres

29 may 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Que una ex alumna de 104 años venga a contarte cómo era tu colegio hace un siglo, qué se estudiaba entonces, cómo eran de duras las clases, si había castigos y a qué se jugaba en los recreos, es toda una experiencia. Atónitos se quedaron ayer los niños de segundo de Primaria del Colegio Sagrado Corazón de Placeres escuchando las historias que les contó Lulú Vázquez de Silva, la única superviviente de la primera promoción de treinta alumnas que inauguraron en 1918 este centro educativo, ubicado en el entorno incomparable de la ría de Pontevedra, en un edificio que antes fue balneario y que el hijo de Eugenio Montero Ríos donó a las religiosas del Sagrado Corazón, con las que se había educado su madre. Sentados en el suelo, cincuenta escolares se arremolinaron embelesados en torno a esta fundadora que, cuatro generaciones antes, la de sus bisabuelas, estudió en el mismo colegio en el que ellos están ahora. Entonces no era mixto, sino solo de chicas, y mucho más pequeño. En la portentosa memoria de la dicharachera centenaria no caben lagunas y si por Lulú fuera, la charla no hubiera durado algo más de una hora, sino dos, tres o las que hicieran falta.

«Como mi casa»

Y es que, como ella dijo, «para mi este colegio es como mi casa», a la que acude siempre que hay alguna celebración con la asociación de ex alumnas. Lulú Vázquez entró el Sagrado Corazón de Placeres con 9 años y estuvo interna, junto con sus tres hermanas mayores -Aurora, María Teresa y Pura- hasta cumplir los 17. «¿Dormías aquí?». Eso fue lo primero que sorprendió al pequeño auditorio. «Claro, claro, nos levantábamos a las 7.30 de la mañana, asistíamos a misa, desayunábamos, después subíamos a hacer la cama, y ya toda la mañana teníamos clases y estudios; comíamos, al acabar nos daban un recreo de media hora y volvíamos a las clases y al estudio toda la tarde». A medida que Lulú iba contando, el asombro iba creciendo en las caras de los niños. ¿La disciplina era muy dura? «¡Ay Jesús!, no te lo puedes imaginar; estaba todo muy reglamentado y no nos dejaban hablar en todo el día, ni a la hora de comer, nada más que en los recreos». Dejó claro que el orden y el silencio, era lo que imperaba. En ese momento, uno de los escolares muestra las palmas de las manos y le pregunta: ¿Si os portabais mal os mandaban poner así las manos y os pegaban? Respuesta inmediata. «No, no, por Dios, no nos pegaron nunca, ni en las manos ni en ningún sitio». Si acaso, las castigaban sin recreo o no dejándolas ir «a visita» los jueves y domingos, cuando venían las familias. Ellas solo iban a casa por Navidad, la semana de Pascua y los tres meses de verano. Además, una vez cada trimestre, que solía coincidir con el santo del padre o de la madre, podían ir un día a comer a sus domicilios, «pero volvíamos a dormir aquí», aclara la centenaria.

Los estudios

En la época de Lulú, lo que se estudiaba era Cultura General, «eso, sí, muy amplia». Historia, Geografía, Literatura, Lógica, Francés... «También teníamos clase de Compostura, donde nos enseñaban a comportarnos como señoritas, a saber sentarnos, a andar correctamente, a comer, a saludar a las personas... Y todo eso». ¿Y de jugar? Pues, por lo que contó, mucho estudio y poco juego. «En los recreos nos divertíamos, sobre todo, con juegos de pelota que tenían nombres franceses». ¿Qué tal estudiante era Lulú? ¿Sacaba buenas notas? «Regularcilla, nada más -dijo riendo-, pero bueno, salía adelante y lo que me más me gustaba era la historia». Asegura que su hermana María Teresa, «si que valía un montón, se llevaba todos los premios y condecoraciones». Lo que tenían los internados es que la convivencia era tan intensa que se forjaban grandes amistades para toda la vida. Y las mejores amigas de Lulú del colegio fueron Luisa y María De la Sota.

Cuarta generación

Cuatro generaciones de la familia Vázquez se han formado en el Colegio del Sagrado Corazón de Placeres. La de Lulú fue la primera y actualmente tiene tres sobrinos bisnietos de 7, 6 y 3 años estudiando en este centro. El mayor de ellos, Pablo, escuchó ayer la clase magistral de la centenaria con sus compañeros e incluso fue el que se encargó de presentarla.