El Salón do Libro a los ojos de un niño

maría conde PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

RAMON LEIRO

Cibrán Boullosa, de nueve años, cuenta su experiencia en una visita guiada al evento

23 mar 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Su profesora Moncha nos pone en antecedentes. «Cibrán é moi maduro para a súa idade, moi aplomado; aínda que xoga igual que todos». Se nota a simple vista. Parece que tenga más edad que los nueve años que acredita su carné de identidad. No solo por lo alto y espigado que es este alumno del colegio Marcos da Portela de Monte Porreiro, sino también por lo serio y formal que se mantiene mientras sus compañeros se desgañitan al hacer cola para entrar en el Salón do Libro Infantil e Xuvenil de Pontevedra.

Él no lo visita por primera vez, aclara. «É o terceiro ano, e a terceira vez que veño desde o venres», cuenta. Aunque en esta ocasión lo hace con sus compañeros de clase para participar en uno de los talleres del salón -Como-Komo, de Itzíar Ezquieta- y para asistir a una visita guiada. Es una forma mucho más amena de pasar un día lectivo, «fuera de clase», como espontáneamente suelta uno de sus amigos, pero Cibrán recalca que a él no por salir del cole es por lo que le gusta este salón. «Xa verás, logo te ensino o sitio que me gusta máis», susurra.

Antes toca dibujar. Parece un taller hecho a su medida, porque a Cibrán le gusta la pintura y se le ven maneras, ya solo cogiendo el lápiz. Le ha tocado en suerte una carta con unas setas, que tendrá que reproducir en un pequeño mantel individual que se llevará de recuerdo. Itzíar les pide que no se olviden ni del nombre del producto ni de la dedicatoria. Cibrán no lo duda. «Vai chamarse Pitufona, porque é como o cogomelo dos Pitufos -afirma con una sonrisa-. Mellor, primeira Pitufona, porque é a primeira. E se a dedico a Tomás, meu pai». «¡Ule isto!», dice mientras coge uno de los rotuladores, que sorprendentemente huele a fresa...

Más que él, quienes preguntan son sus compañeros. «¿Qué apuntas?». «Es muy complicado ser periodista?», indaga un interesado Ismael. Se acaba el tiempo y el dibujo, al que no le falta detalle, queda a medias. «A profe díxome que o vou terminar en clase», dice Cibrán. Mientras, Laura, otra de las monitoras, toma el relevo. Ella será quien les guíe por los espacios del salón. Antes de empezar, pide al grupo que «abra ollos e orellas» sobre lo que van a ver para elegir los ingredientes con los que escribir después su propio cuento en el aula. Esto es, a los protagonistas, el escenario en que se desarrollará la historia, el problema que se les planteará y la resolución, «que pode ser un final feliz ou non».

Esa visita empieza en uno de los espacios del salón que tiene dibujada a blanco y negro en sus paredes una cocina tradicional. «Creo que o último día van deixar aos nenos que a pinten», apunta Cibrán. Fuera del taller de dibujo, empieza a soltarse y no duda en levantar la mano cada vez que Laura hace una pregunta. «¿Qué facía a xente cando cociñaba nas vellas lareiras?». «¡Contar historias!», contesta sin vacilación.

El grupo pasa por el pequeño café en el que están sentados los autores homenajeados en el Salón. Cibrán bromea con un compañero sentado en una de las mesas, ante la caricatura de Gloria Sánchez. Pero le llama mucho más la atención la siguiente parada, la serie cómica de Orbiles dibujados por Kiko da Silva que muestran los efectos que pueden producir distintos alimentos en nuestro cuerpo. «O allo é bó para o corazón!», espeta. Cuando a continuación, Laura les pide que busquen en el salón el trabajo que han hecho en su colegio para la exposición, sale disparado junto a varios compañeros y enseguida localizan la maleta de picnic en la que guardan cubiertos llenos de escritos y poemas que elaboraron para este Restaurante creativo, que así se llama el proyecto. «¡Mira! Esta é a nosa», dice mostrando un grupo de cucharas.

El sándwich

Pero aún le aguarda el momento más divertido en otro de los espacios, que reza Escolle os ingredientes e fai o teu bocata. Cibrán y Pilar se convierten a través de un juego en los dos mayordomos que deben preparar un bocadillo a Lord Sandwich. «Imos poñelo variado», grita. Cogen las rebanadas de pan gigantes elaboradas en tela por el grupo Paspallás, junto a otros ingredientes como el tomate, jamón, queso... Y entre ellos a su compañero Ismael, al que emparedan entre carcajadas.

Falta el último paso, el que el protagonista de esta visita esperaba con más ansia. «Este é o sitio que che dicía que me gusta máis, a sala da pataca», cuenta al entrar en la pequeña estancia de los cuentacuentos, ambientada como el subsuelo de una pequeña huerta. «¿A que é chula?», pregunta, mientras en alto le explica a Laura que él es uno de los alumnos que participa en la huerta urbana de Monte Porreiro, en cuya parcela planta «repolo, allo, cebolas...».

Es hora de coger el autobús y mientras se detiene en la muestra Cociñando sons, con instrumentos elaborados por escolares del CEIP Parada, reparamos en que apenas les ha dado tiempo a ojear los libros a disposición del público en el salón, pero para eso regresará con sus padres. A la pregunta de si suele leer responde que sí. ¿Todos los días? «Máis ou menos». Sus favoritos son «os tomos adaptados de Don Quijote, os adaptados ¡eh!, que contan pequenas aventuras. E o Diario de Greg». Al salir, Cibrán ya tiene claro cuáles serán los ingredientes para el cuento de clase. «¡Pataca, tomate e cenoria!». Quedo con ganas de conocer la historia.

«O que máis me gusta é a sala da pataca», dice este alumno del Marcos da Portela

«Este é o terceiro ano que veño,

e desde o venres,

a terceira vez

que o fago»