Matriarca de 5 generaciones

Chelo Lago

PONTEVEDRA CIUDAD

Engracia González celebró ayer su 103 aniversario rodeada de familiares en su casa deVerducido

19 jun 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Engracia González Castro es la mujer más longeva de Verducido de los últimos quinientos años, según atestigua el párroco de la citada parroquia, que revisó los registros parroquiales en los que no figura una persona de tanta edad en ese período de tiempo. Y es que la mujer cumplió ayer 103 años rodeada de los suyos, incluidos nietos y tataranietos. Además, recibió la visita del alcalde, Miguel Anxo Fernández Lores, que le entregó un ramo de flores en su casa de Covadáspera, Verducido.

Aunque el regidor, que ya la había visto hace justamente un año en su anterior aniversario, la encontró como entonces, sus familiares no son de la misma opinión y dicen que en este período de tiempo empeoró bastante y apenas se da cuenta ya de las cosas, incluido su cumpleaños, o se le olvidan rápidamente.

La anciana es la matriarca de una familia que cuenta con cinco generaciones vivas, desde ella, hasta su última tataranieta, Carlota, que tiene siete meses. A ambas las separan la friolera de 102 años.

Tres tataranietos

Madre de tres hijos -Dolores, Carmen y Benito Carramal González- y abuela de doce nietos, cuenta además con 18 bisnietos y tres tataranietos. A pesar de su edad, la anciana tiene muy buen aspecto y apenas se medica, pues toma una sola pastilla para la circulación, según su hija, que comentó que el paso del tiempo se le empieza a notar mucho y que su madre «esta muy pachuchiña».

Prácticamente sorda y con problemas de movilidad, aunque la ayudan a levantarse todos los días, Engracia González sigue siendo una mujer afable, muy alegre y propensa a la risa -como demostró ayer mismo ante el alcalde- al igual que lo fue durante toda su vida. «E moi boíña», dice su hija con indisimulado cariño.

Ahora que ya no la entretiene la televisión como antaño, le gusta mucho que le hablen y hace unos días aún quería cantar -otra de sus aficiones cuando estaba mejor- con su nieta y su tataranieta.

La centenaria tuvo una vida dura, marcada por el trabajo en el campo y la venta de lo recolectado. Sus familiares cuentan que iba con la cesta en la cabeza, cargado de productos de la huerta, andando hasta Pontevedra, para vender.