Entonces, las tres tenían poco más de veinte años. Ahora ya han superado los ochenta. Las patelas que les pusieron ayer en las manos para hacerse la fotografía les trajeron viejos recuerdos. «Quen me dera collela e poñela aquí na cabeza», suspira Delfina y, acto seguido, sube la cesta a la cabeza con una ligereza que deja boquiabiertos a los presentes. «Íamos coas dúas mans libres», añade Lola haciendo equilibrios. Las tres han dejado ya de trabajar. Echan de menos su faena. También, a los que se quedaron por el camino. «O malo é que meu home non vive para ver todo isto», se lamenta Delfina. «Nin o meu», replica Lola. Ayer, estas tres peixeiras cambadesas se sintieron como verdaderas estrellas.