Tres «peixeiras», una imagen y sesenta años de historia

PONTEVEDRA CIUDAD

El Museo do Mar reúne en Cambados a las tres mujeres que aparecen en el cartel del programa «A Memoria do Mar»

28 mar 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Como grandes estrellas por la alfombra roja desfilaron ayer Fina, Lola y Xenxa por el muelle de Cambados. A su lado, una nube de fotógrafos y cámaras les recordaban que, por un día, ellas eran las famosas, las protagonistas. Su imagen quedó retratada hace sesenta años, cuando alguien captó sus caras mientras esperaban a que llegara el pescado fresco que todos los días iban a vender por las aldeas. Ayer, los fotógrafos repitieron la escena. Y ellas posaron contentas, orgullosas, coquetas.

Ninguna de las tres logra recordar quién y cuándo tomó la fotografía, pero están encantadas de que los responsables del Museo do Mar hayan elegido la imagen para publicitar el programa «A Memoria do mar», que busca recuperar la historia del sector marítimo a través de sus propias fotografías. Estos días los técnicos se encuentran recuperando imágenes en Cambados y hasta allí se fueron para tratar de encontrar a las jóvenes que hace ahora sesenta años posaron para el fotógrafo.

La foto fue publicada en la revista Ardentía, contando la historia de Inocencia Cores Rey, Xenxa . La revista de cultura marítima y fluvial recogía en un amplio reportaje la historia de esta mujer y su relación con el trabajo del mar. La imagen gustó tanto a los responsables del Museo do Mar que no dudaron en elegirla para ilustrar el cartel.

Lo siguiente fue encontrar a las tres jóvenes que entonces posaron con aire despreocupado en el muelle cambadés. Localizar a la primera de ellas no fue difícil, era Xenxa, propietaria además de la fotografía. Ayer las otras dos protagonistas, su hermana, Lola Cores Rey, y su compañera de trabajo, Delfina Reboredo, completaron con sus narraciones la historia de estos sesenta años.

Trabajo de niñas

Empezaron a trabajar con ocho y trece años «e no primeiro día gañei 13 pesos», asegura Delfina. Su misión consistía en esperar en el muelle de Cambados a «que viñera a motora co pescadiño. Esa era a nosa vida», añade. De allí, recorrían kilómetros andando para llevar su mercancía por las aldeas, «e a veces chegábamos ata Pontevedra», afirma Xenxa. A cambio, «pagábannos con ovos, con fabas...», detalla Lola. Era un trabajo duro, recuerdan las tres, pero muy divertido. «Metíaste coa cesta na cabeza polas leiras e tropezabas coa viña e alá ía todo», recuerda Lola entre risas. «Polo menos ti non caíches ao chan», añade Fina.

También mariscadoras

Cuando el pescado no era suficiente «íamos á ribeira a buscar berberechos e longueiróns para vender aos barcos», explica Lola. Preciados moluscos que se vendían «a patacón o cento de berberechos, a dous patacóns os xurelos». Eran también marsicadoras y, por supuesto, amas de casa que sacaron adelante a sus familias. «Viñamos da aldea de vender o peixe e íamos ao monte a buscar faíscas, sempre andábamos cargadas». Recuerdan todavía cuando el mercado de Cambados se celebraba en la plaza de Fefiñáns y aseguran que, a pesar de los tiempos de escasez que les tocó vivir, nunca pasaron hambre. En su casa, siempre había productos del mar.

A pesar de la edad, conservan un sentido del humor envidiable y una coquetería de la que ayer hicieron gala. «Eu encóntrome estupenda tal e como estou e coa idade que teño», presumió Lola al tiempo que destacó su pasión por el baile. Fina, por su parte, dejó el bastón a un lado para posar en la foto. «Sacádenos guapas», le advertían a los fotógrafos. Guardan también el secreto de su eterna juventud. «Daquela sí que comíamos sano e estábamos tamén moi sanas para traballar», asegura Fina. «Comíamos ameixas, berberechos e sobre todo, un bo plato de caldo. Todo moi sano, pero tamén traballábamos moito», añade Lola.

Entonces, las tres tenían poco más de veinte años. Ahora ya han superado los ochenta. Las patelas que les pusieron ayer en las manos para hacerse la fotografía les trajeron viejos recuerdos. «Quen me dera collela e poñela aquí na cabeza», suspira Delfina y, acto seguido, sube la cesta a la cabeza con una ligereza que deja boquiabiertos a los presentes. «Íamos coas dúas mans libres», añade Lola haciendo equilibrios. Las tres han dejado ya de trabajar. Echan de menos su faena. También, a los que se quedaron por el camino. «O malo é que meu home non vive para ver todo isto», se lamenta Delfina. «Nin o meu», replica Lola. Ayer, estas tres peixeiras cambadesas se sintieron como verdaderas estrellas.