Reencuentros con sonrisas, pero sin abrazos

Nieves D. Amil
Nieves D. Amil PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTE CALDELAS

Ramón Leiro

Pura Matos, de 97 años, pasó el confinamiento en la residencia de mayores de Campolongo y después de casi tres meses se reencuentra con su familia

11 jun 2020 . Actualizado a las 19:38 h.

Son las tres y media de la tarde cuando Elvira Santos espera en el pasillo de la residencia de mayores de Campolongo. Faltan pocos minutos para que Pura Matos, su tía, bajé. Hoy toca visita. Después de más de dos meses sin tener más contacto que por vídeo llamada, hoy toca sonreírse, solo sonreírse porque los estrictos protocolos de las residencias aún no permiten los abrazos. Aún faltan días para que Elvira pueda acariciar a Pura, pero con conversar a las dos les da fuerzas para aguantar otros diez días. Ese es el tiempo que tiene que transcurrir entre visita y visita. «Al despedirnos hoy ya pido cita para la próxima vez», explica Elvira, que reconoce que durante los días duros del confinamiento estaba preocupada por cómo estaría Pura. Tanto tiempo sin contacto igual podía afectarle. «Yo solo pensaba que para ella tenía que estar siendo muy duro y que estaría asustada, pero cuando volví la encontré contenta y bien, nuestros mayores hicieron mucho esfuerzo», comenta la sobrina.

Este miércoles soleado, la visita la trasladan a la terraza. La residencia tiene habilitado una zona de visitas en el interior y un pequeño espacio en la terraza. La directora de la residencia de mayores de Campolongo, Marta Caneda, y la trabajadora social, Carmen Caramés, prepararon la zona con sombrillas y una pequeña mesa para el encuentro. «Hay un circuito externo para que las visitas no entren, no pueden estar en contacto con la zona de residencia», explica Caneda. Cuando Pura y Elvira se encuentran, los ojos le sonríen. La mascarilla oculta parte de la expresión, pero la mirada lo dice todo. Tienen una hora para contarse cómo han ido los últimos días. Lo primero que le preocupa a Pura Matos es una camisa que ha arreglado y que le tienen que subir de la lavandería. Y es que a sus 97 años solo pide ayuda para enhebrar la aguja, ella arregla sus faldas. «Hace poco nos dio un paño bordado muy bonito», comenta Elvira, que pronto le pregunta cómo se encuentra. Pura sonríe y dice «bien, muy bien, el lunes nos llevaron a dar un paseo por la calle, por donde vives». Elvira se alegra casi tanto como cuando la vio. No es para menos. Eso es un paso más hacia la normalidad en una residencia que además de la desescalada tiene sus etapas para volver a la normalidad. «Ahora estamos en la etapa dos, los residentes solo pueden ir a la farmacia o al banco», comenta Caneda. Así que como las salidas con familiares todavía están restringidas, en el centro esperan han empezado algunas salidas puntuales con los residentes. «Hasta donde nosotros podamos llegar, ahí estaremos», dice Caramés.

Pura pronto empieza a enseñar todos los trabajos de manualidades que lleva en su carpeta. «A veces me ayuda Nuria», le comenta a Elvira. Pura lleva ocho años en la residencia después de venir a probar unos días. Le gustó y se quedó. Vivía sola en Ponte Caldelas y los días se hacían demasiado largos, aunque esta tarde demuestra que le sobran amigos y familia que la quieran. Pregunta por un montón de personas, quiere saber si se encuentran bien, pero sobre todo pregunta por Gabriela. Elvira llama a su hija y en la vídeo llamada aparece la pequeña. «Qué bonita está, qué bonita está», repite. Antes de que la pandemia la confinase en la planta cuarta de esta residencia, la familia de Elvira venía habitualmente a verla.

Pura lee mucho, pinta, cose y habla con sus amigas de la residencia casi a diario. En un momento, recuerda que «eu traballei moito, plantei pinos no monte e tamén estiven 30 anos na cociña dun restaurante». Es soltera y Elvira es su persona de referencia en la familia. «Os que viñan non me gustaban e os que me gustaban, non viñan», resume con mucho humor Pura su soltería.

Esta hora que tienen para charlar le sabe a poco, pero es mucho más de lo que tenían hace un mes, cuando su única ventana al exterior era un teléfono. «A ver si aprendemos la lección para mejorar en todo, los mayores somos muy importantes y el progreso de un país no está solo en el PIB, sino en cómo cuidamos a nuestros mayores», señala Elvira, mientras Pura la mira con cariño, dándole la razón solo con la mirada. A esta visita le quedan pocos minutos, ahora hay que esperar otros diez días para sonreírse e igual, ya para abrazarse.