El capitán Mackinley, del buque Lively, describiría esta acción: «Se presentó el enemigo sobre la orilla derecha del río, y rompió un vivo fuego de cañón y de fusil: seguidamente fueron destruidas sus baterías por las lanchas cañoneras españolas. Intentaron dos veces pasar el río, y en ambas fueron rechazados con mucha pérdida. Por la tarde hicieron una tercera tentativa con la misma mala suerte. Finalmente, desbaratados todos sus proyectos por el admirable valor de las tropas españolas, se retiraron a Pontevedra».
En un último intento, Ney envió una columna dirigida por el general Loison hasta Ponte Caldelas para hacer una envolvente. Pero también fueron derrotados allí. El 9 de junio amanece con un extraño silencio a orillas del Verdugo. De noche, los franceses se han retirado, al ver imposible la victoria en Ponte Sampaio y tras padecer numerosas bajas. Ney, duque de Elchingen, uno de los mariscales favoritos de Napoleón, asumía su derrota. Aquel junio de 1809, los ejércitos galos abandonaban Galicia para no regresar durante el resto de la contienda. La batalla de Ponte Sampaio completó un éxito que se inició con la Reconquista de Vigo y todavía hoy es difícil de explicar. Así lo describió con asombro Adolphe Thiers en su Historia del Imperio: «Parece mentira que un cuerpo de ejército tan numeroso y aguerrido como el que mandaba Ney, a pesar de la habilidad y energía de tan famoso general, no pudiera hacer frente a los indisciplinados gallegos».