Ponte Caldelas se echa al monte para intentar salvar sus manantiales

María Hermida
maría hermida PONTE CALDELAS / LA VOZ

PONTE CALDELAS

María Hermida

Movilización para colocar paja en la zona quemada y evitar que la ceniza llegue al agua

29 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El fuego, el incendio rapidísimo que el día 15 de octubre devoró Ponte Caldelas, cambió muchas cosas. En el lado negativo está la horrenda cicatriz negra que luce el municipio, donde ya no es posible circular por ninguna carretera sin divisar zonas arrasadas por las llamadas. En el lado positivo, la fortaleza que está demostrando el municipio a la hora de enfrentarse a su tragedia medioambiental y humana, dado que hay muchas familias que perdieron pertenencias y dos de ellas se quedaron sin sus hogares. Ayer, en una jornada maratoniana, hubo dos frentes de actuación: por un lado, un ejército de voluntarios, formado por unas 200 personas, se echaron al monte para colocar paja en la zona quemada y evitar que las cenizas contaminen los manantiales de los que bebe la población, como ya ocurrió en Silvoso y, por otra parte, se celebró un mercadillo solidario para recaudar fondos para los damnificados por el fuego.

Ayer, a las 9.30 horas, se demostraba que lo ocurrido está sacando lo mejor de muchos vecinos y forasteros. A esa hora, en A Insua, se estableció el punto de encuentro para salir al monte a echar paja. Allí había un ejército de voluntarios bien diverso, desde chavales «fartos de ver Galicia negra» a miembros de la comunidad de montes que ya le vieron las orejas al lobo con el fuego varias veces pasando por vecinas mayores. Todos hablaban por la misma boca: «¿Por que vimos? Pois para axudar, porque isto non o podemos permitir, porque a nosa terra está negra», señalaba con vehemencia un joven de Ponte Caldelas. «Dóeme a terra», añadía una mujer llamada Isabel Pregal. En su caso, el fuego no solo sacó su mejor parte. También activó sus recuerdos. Contaba ella que hace años, cuando era una adolescente, la casa de su madre se quemó por completo. «Foi en Fornelos de Montes, estabamos na festa do pobo e dixéronnos que se estaba queimando a nosa casa, quedamos soamente co posto. Así que eu sei o que é perdelo todo, perder todas as fotos da familia... todo, ata a autoestima», dice. Por eso el fatídico domingo se puso a las órdenes del Concello caldelano para ayudar en lo que fuese. Se encargó de organizar el realojo de cincuenta personas en el pabellón. Ayer volvió a poner su grano de arena, echando paja amarilla sobre el negro que dejó el incendio.

«Aquel día escapei cos nenos do lume»

Elisa y su marido, que ayer también se sumaron al ejército de voluntarios, aún tienen vivo el recuerdo del fatídico domingo: «Nós vivimos en Rego do Bargo, en Ponte Caldelas, deume tempo a meter os nenos no coche e escapar do lume. O meu home quedou alí, intentando defender a casa para non perdela», dijo.

«¿Como non imos vir axudar?»

Rocío, tras colocarse las gafas y la mascarilla, se preparaba ayer para salir a echar paja. Viajó de Pazos de Borbén a Ponte Caldelas. Y tenía claro el motivo: «¿Como non imos vir axudar? Se lle queres a Galicia hai que facer algo, está todo negro, é terrible. No noso concello foi tremendo».

«Nesta comunidade non quedou nada»

Jesús Portela es secretario de la comunidad de montes de A Insua, en Ponte Caldelas. Decía que en su comunidad «non quedou nada». Tanto él como sus compañeros en la entidad estaban ayer a pie de monte, repartiendo paja y retirando también alguna de la numerosa madera quemada que puebla la zona.

«Solo estamos poniendo una tirita»

Gloria Bustingorri es la ingeniera de montes que coordinó la labor llevada ayer a cabo en el monte de Ponte Caldelas. Indicó que solo se actuó en alrededor de diez hectáreas, las más pegadas a las manantiales, de las 2.900 que ardieron. Dijo que «solo estamos poniendo una tirita, quizás luego se amplíe la zona». foto moldes