Fray Leoncio Osvaldo Vivar: «El futuro del monasterio de Poio, de momento, no está definido»

Alfredo López Penide
López Penide POIO / LA VOZ

POIO

Ramon Leiro

El máximo responsable de los mercedarios reconoce que «hay que estudiar muy bien de qué manera se va a seguir reforzando»

11 jul 2023 . Actualizado a las 12:22 h.

Desde el pasado sábado, el monasterio de Poio celebra el trigésimo sexto Capítulo Provincial de Castilla que preside el padre general de la Orden Mercedaria, Fray Leoncio Osvaldo Vivar Martínez. «Es un encuentro fraterno de la comunidad en el que participan representantes de las diferentes comunidades locales que hay en la provincia de Castilla. La idea, en primer lugar, es compartir las experiencias de vida apostólica que se van realizando en diferentes áreas, empezando claro por la vida espiritual; segundo, la vida fraterna como se va dando en las comunidades locales; tercero, cómo se va realizando el trabajo pastoral, Sería el análisis de la realidad de la provincia, conocer lo que se vive y se hace», señaló al respecto.

—De igual modo, creo que también hay una vertiente doctrinal.

—Sí, después de esta primera parte, viene un momento de iluminación doctrinal para tener en cuenta lo que pide la Iglesia a nivel magisterial y lo que también se pide a nivel de documentos propios, de la orden. Y luego se hace la programación para los tres años que vienen. Nuestra administración a nivel provincial se va dando cada tres años. Y, además, se elige el nuevo gobierno provincial es decir, hay un equipo de gobierno que va animando la vida y obras de la provincia. Se elige un superior provincial y los cuatro consejeros. El Capítulo Provincial es un acontecimiento muy importante.

—¿Hasta qué punto es importante el monasterio de Poio?

—Es emblemático. Es un lugar histórico. Ha sido un lugar, incluso, de formación en algún momento de noviciado y también de estudiantado, que le llamamos, de estudios filosóficos y teológicos. Lógicamente, representa históricamente una gran importancia. Para acontecimientos como este, por ejemplo, es sin duda un lugar muy importante porque es el espacio propicio para poder compartir nuestra vida fraterna.

Ramon Leiro

—¿Y su futuro?

—El futuro, de momento, no está definido. Hay que considerarlo. Hay que estudiar muy bien de qué manera se va a seguir reforzando. La idea, en principio, es mantenerlo porque, como he dicho, representa un patrimonio muy importante para la provincia de Castilla y, en general, para la orden. Por otro lado, está la hospedería, que no deja de ser un servicio a nivel digamos social. Además de esperar a que venga gente para utilizar este espacio para pasar unas buenas vacaciones, un merecido descanso, hay la posibilidad de acompañar espiritualmente a la gente. Es decir, dar algún cierto servicio también evangelizador.

—Una de los aspectos más destacados del monasterio es su biblioteca, donde se han realizado toda clase de propuestas para ponerla en valor, pero ninguna ha fructificado...

—Es un tema pendiente, claro. En principio, hay que considerar que es un patrimonio muy grande histórico y cultural —se considera que es la mayor biblioteca privada más grande de Galicia y una de las mayores de España—. Hay que pensar muy bien cómo se puede, en principio, mantener, conservar, cuidar... y luego ver la forma de cómo proyectar el buen uso de este lugar. Estamos hablando de un patrimonio muy grande desde el punto de vista cultural y hay que ver de qué manera se puede cuidar y proyectar lo mejor posible.

—La Orden de la Merced nació en el siglo XIII para la redención de los cristianos cautivos en manos de musulmanes. ¿Cómo se traduce este reto ochocientos años más tarde?

—Efectivamente, nuestro carisma en la Iglesia y en la sociedad es la misión redentora, es trabajar por visitar y ayudar a la liberación de los nuevos cautivos de nuestro tiempo. Hoy en día, las cautividades se han diversificado y hay que ir buscando en dónde podemos hacer más, ser más empáticos en nuestro trabajo carismático. Se piensa en África como lugar de misión para poder evangelizar, poder ayudar en la medida posible a la gente que está necesitada. Desde luego, nosotros no tenemos la capacidad para resolverles las necesidades materiales, pero sí las espirituales. Debemos, en la medida de lo posible, ayudar a las cautividades que pudieran existir. Entre ellas, a través de la educación. De hecho, en la provincia general hay colegios donde se busca, a través de la educación, prevenir las cautividades de hoy. Liberar a los niños, a los adolescentes, a los jóvenes de la ignorancia porque la ignorancia es una de las tremendas cautividades, sobre todo, en los lugares pobres, donde no hay posibilidad de acceder a los centros educativos.

—¿Qué otros cautivos existen a día de hoy?

—También tenemos trabajos carismáticos como la asistencia a las cárceles, que se realiza tanto a nivel de la orden como a nivel particular. Luego también tenemos la realidad de emigración. Tenemos una fundación que se dedica a la atención de tantos hermanos nuestros que, de pronto, se van desplazando. A veces, es por causa de la guerra, otras, por causa del hambre. ¿Cuántas personas no tienen lo necesario para vivir en donde son originarios y se vienen a buscar cómo resolver esa necesidad? De esta forma, también se va procurando ayudar en las nuevas formas de cautividad. Y luego hay tantas situaciones diversas a nivel parroquial, donde hay necesidad también de auxiliar a la gente que está viviendo en la cautividad. ¿Cuántos jóvenes y niños están viviendo cautividades como la droga o el alcohol? En fin, situaciones concretas en las que también se puede ayudar para liberarlos de estas cautividades.

Ramon Leiro

—De su experiencia persona, ¿cuál es la situación más grave que ha vivido?

—Particularmente, la pastoral penitenciaria que trabajé y viví mucho tiempo. La realidad carcelaria representa a una comunidad de hombres y mujeres estigmatizados, señalados por la misma sociedad. De pronto, están allí abandonados a su suerte en las cárceles. No solamente es la cautividad física, sino también a nivel moral y espiritual. No tienen esperanza, ya no tienen algunos deseos de vivir y hay que ayudarles a recuperar esa esperanza, esa confianza en que sus vidas pueden tener sentido y liberarlos. A los que han sido culpables de delitos, a que se reanimen, y a los que no, ayudarles a que salgan porque injustamente están encarcelados. Pero además he trabajado en la asistencia y atención a niños huérfanos. Provengo de México y en México, como en varios lugares de la orden en el mundo, tenemos una casa hogar para niños de la calle. Surgió la necesidad de atender a los niños hijos de presos porque muchos quedaban abandonados cuando sus padres eran llevados a la cárcel. Lamentablemente muchos niños de estos son fruto, a veces, de una violación o de una situación accidental y quedan por ahí a su suerte. Tenemos esa casa para poder atenderlos, darles un hogar, darles la posibilidad de sentirse en familia y luego promoverlos humanamente. Hay que darles educación, darles a conocer principios y valores, por lo que se les forma a nivel catequético para enseñarles cuáles son los valores y principios cristianos para que los puedan vivir y puedan tener un proyecto de vida mejor. Para mí esto ha sido lo más fuerte. He conocido pequeños, niños, sumamente maltratados, lastimados, que hay que curarles heridas profundas. Recuerdo, por ejemplo, un pequeño que tenía una marca en la cabeza de una cuchara grande. Su madre lo corregía de esa manera, calentaba al fuego una cuchara y se la ponía en la cabeza para poder castigarlo. Su propia madre. Era alcohólica e, incluso, vivía en la prostitución. Y luego, allá en México, había niños que eran utilizados por delincuentes para cometer crímenes, para hacer un robo... Te cuentan experiencias que te dices que no es posible, son vivencias, experiencias, que solo se esperen adultos, pero no en pequeños. Esta realmente es una experiencia dolorosa que me ha impactado siempre.

—Estamos en un momento caracterizado por la caída de las vocaciones religiosas, ¿como se traduce esto en su orden?

—Esa es una realidad crítica. Es un reto y es una prioridad que en todas las provincias de la orden se pretende afrontar de una manera, como he dicho, prioritaria. Es una situación que padece la Iglesia en general, por lo que no es privativo de nuestra orden. Estamos tratando de buscar de qué manera convocar a nuevos miembros de nuestra orden y yo particularmente estoy insistiendo en que podamos dimensionar nuestra presencia en lugares de misión. Además de ejercer nuestro carisma en aquellos lugares, podemos también tener la bendición de vocaciones.