El covid-19 hace de Pontevedra, más que nunca, la ciudad de los niños

Alfredo López Penide
López PEnide PONTEVEDRA / LA VOZ

POIO

Ramón Leiro

La ausencia de incidencias marcó la desescalada del confinamiento para los niños

27 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

En los últimos años se ha venido asociando al italiano Francesco Tonucci y su obra La ciudad de los niños con el modelo urbano de Pontevedra. Pero poco se podía imaginar entonces que sería una pandemia, la del coronavirus, la que colocaría en la ciudad del Lérez, y por extensión al resto de localidades de la comarca independientemente de su tamaño o población, a los más pequeños como referentes de una paulatina vuelta a la normalidad -«o el regreso a una normalidad dentro de la anormalidad», en palabras de un vecino de Poio-.

La entrada en vigor este domingo de la medida que permite que los niños menores de 14 años pudiesen salir a dar un breve paseo se desarrolló, en principio, sin incidentes. Por primera vez desde que se decretó el estado de alarma, las calles recuperaron algo de alegría con la presencia de los más pequeños paseando, jugando o disfrutando de patinetes y bicicletas.

En algunas localidades, caso de Poio y Pontevedra, sus respectivos cuerpos municipales establecieron operativos especiales, ya no solo para detectar y sancionar posibles comportamientos incorrectos, sino para informar a los vecinos y solventar sus dudas. De igual modo, Policía Nacional y Guardia Civil habilitaron controles, mientras que la Brilat desplegó militares en Vilagarcía, Marín y Poio.

Este último municipio y Sanxenxo fueron los primeros concellos en anunciar que esta nueva medida iría acompañada con la apertura de playas y paseos. Eso sí, en ambos casos los parques infantiles permanecerán cerrados, al tiempo que se hizo un llamamiento a la responsabilidad para mantener la distancia social.

Esta misma situación se reprodujo en el resto de la provincia. En Vilagarcía, a las once de la mañana, eran muchos los rapaces que circulaban junto a alguno de sus padres, mirando sorprendidos la sucesión de tiendas cerradas y las mascarillas que, ahora, lleva puestas casi todo el mundo. «Eso es lo que más le sorprende, lo de que la gente lleve la cara cubierta», cuenta la madre de una pequeña que reconquista, feliz, la zona verde de A Xunqueira, el paseo junto al río.

Tras una cierta confusión sobre si se podrían visitar, o no, las playas, quedó claro el sábado que al arenal se podía acudir siempre que fuese para pasear y no para tumbarse al sol, por mucho que esto pudiese apetecer. En A Concha-Compostela se pudo comprobar que los vilagarcianos tenían ganas de tocar la arena. Un papá se sentó durante unos instantes, junto a un pequeño que acaba de arrancarse a caminar. «Nos cogió todo esto cuando estaba dando sus primeros pasos... Pero bueno, hoy salimos para aprovechar, que me parece que ya dan lluvia para pronto», comenta.

En O Deza, se constató una menor afluencia de chavales de lo que parecía previsible. Eso sí, algunos padres indicaron que una hora se les iba a hacer muy corta.