Compañeras de piso, lesionadas y con muletas hasta un sexto sin ascensor

POIO

CAPOTILLO

Antía Pérez y Clara Rodríguez, del Poio de fútbol sala, se recuperan de sendas roturas del ligamento cruzado de la rodilla

12 feb 2020 . Actualizado a las 11:57 h.

Antes de timbrar en su piso, junto al felpudo, hay una silla de ruedas. Al abrir la puerta llega Clara Rodríguez con muletas. «Ahora me muevo mejor, pero no veas cómo me costó los primeros días», reconoce la jugadora del Poio Pescamar de fútbol sala, que hace dos semanas se rompió el ligamento cruzado anterior de la rodilla izquierda. Para ella esta dura lesión es nueva, no sabe lo que tiene por delante, pero no lo es para su compañera de piso y de equipo, Antía Pérez, que estos días está haciendo trabajos de readaptación después de lesionarse en octubre de lo mismo.

En esta casa sobran muletas y derrochan voluntad y paciencia, mucha paciencia hasta para llegar al portal. «Tuve que enseñarle a manejarlas y después de la operación la llevaré yo en silla de ruedas como hizo ella conmigo, gracias a mí tiene el carné de muletas», comenta Antía, que por desgracia sabe de lo que habla muy bien. En los dos años que lleva en el Poio Pescamar ha sufrido dos veces la misma lesión y en el mismo mes. En octubre del 2018 tuvo que aprender a caminar con muletas y un año exacto después cuando se volvió a lesionar, ya era una profesional de la rehabilitación. Aún sigue. Ya no jugará esta temporada.

Así que esas escaleras empinadas del sexto piso son para ella pan comido. Estas semanas se ha aplicado en enseñarle a Clara los trucos para bajar los pisos de este edificio sin ascensor en el centro de Pontevedra. Es como un cuarto porque el edificio tiene viviendas en dos sótanos habitados. «Ahora ya bajo varias veces al día, pero cuesta demasiado igual», indica Clara, que el 18 de febrero pasará por el quirófano, justo un día antes de que Antía pueda volver a correr. Cuenta los minutos para que eso pase. Mientras, como dice ella «seré la pierna derecha de Clara».

Ánimos desde casa

La andaluza atiende a los consejos de la jugadora ourensana, que además de paciencia, le da otros: «Le digo que si tiene ganas de llorar que lo haga, pero ella lo va a llevar bien porque es más fuerte que el vinagre. Aún vendrán tiempos duros, es demasiado independiente y autosuficiente y tiene que dejarse ayudar», explica. Después de la operación llega el trabajo duro.

La silla de ruedas que está aparcada en el descansillo saben que tendrán que subirla y bajarla todas las veces que Clara necesite ir a la calle. Eso sí, dice ella con humor, «la sujetaré y no la dejará ir sola, cuando Antía iba en la silla quería tirarse hasta por las cuestas, la tenía dominada». Ahora suben y bajan continuamente ese Tourmalet que es su piso de la calle Antoniño en el que conviven con Caridad e Irene, dos jugadoras más del Poio. Más que subir hasta el sexto, ahora lo que les preocupa es que tener que ver el partido desde la grada. «Es otra forma de apoyarlas, pero en estos momentos empezaba lo bueno, con la final four de la Copa de la Reina y el final de liga», explica Clara.

El sábado se le hizo eterno el partido de cuartos contra el Roldán. «No podía ni celebrarlo después, estaba afónica, me quedé sin voz de tanto gritar», comenta la jugadora andaluza, que llegó este año al equipo gallego y no podrá volver a competir hasta la próxima temporada. «Cuando Antía estaba lesionada, la animábamos y le decíamos que jugábamos por ella, pero ahora que estoy con muletas, te das cuenta de que esos ánimos no curan el dolor», explica.