Las rojillas más jóvenes se hacen mayores vistiendo una capa plateada

C. Pereiro

POIO

Ramón Leiro

Las jugadoras del Poio se proclamaron subcampeonas de España con Galicia en el último Nacional sub-20

14 feb 2019 . Actualizado a las 21:06 h.

Sonrientes avanzan por el pasillo de vestuarios del pabellón de A Seca. En unos minutos tienen cita para comenzar su entrenamiento con el equipo de primera división nacional femenina del que forman parte. Repiten tal acción cinco días a la semana. Vienen de hacerse con una medalla de plata en el Nacional sub-20 con la selección gallega de tal modalidad. Ni pizca de cansancio.

Para Carol Agulla ir con el equipo autonómico no era una novedad, como sí lo fue para Irene García, vallisoletana de nacimiento, ahora gallega de adopción. Se muestran contentas y felices por lo conseguido, aunque en sus palabras se atisba un aire de competitividad sana que indica algo obvio: quedarse a las puertas siempre duele. «Es que podríamos haber ganado», explica Irene. El combinado autonómico cedió la final ante Cataluña por un 2-1 más que ajustado. «Éramos un equipo muy fuerte pero los pequeños detalles...». Carol también se arranca: «Todo el mundo dijo que jugamos mejor nosotras, pero nos metieron un gol muy rápido y eso te condiciona el partido».

Con todo, ambas insisten en la buena experiencia que ha resultado su paso por esta cita, y lo interesante que resulta poder compartir viajes y partidos con compañeras de otros equipos. «Hay siempre muy bien rollo. Son concentraciones conocidas por lo bien que lo pasamos. No vas a disgusto, ni con tensión, ni nada. El cuerpo técnico, además, también es genial», explica Carol, una rojilla que hace unos meses se colgaba el oro de los Juegos Olímpicos de la Juventud en Buenos Aires, con el combinado nacional.

Por otro lado Irene reconoce el alto nivel que posee Galicia a la hora de formar y exportar talento futbolístico. «Obviamente, tenemos un papel diferente en el Poio que con la selección, ¿no? Aquí todavía somos de las pequeñas y con la gallega somos de las mayores», ríe Carol.

Es precisamente esas edad, ese salto a la adultez la que también trae consigo un hecho importante: esta fue su última aportación a la selección autonómica. Galicia carece de conjunto absoluto, por lo que «no hay nada más», confiesan ambas con esa sonrisa de saber que dejan el listón bien alto y los deberes hechos.

Buscando su sitio de rojillas

Tanto Carol como Irene han demostrado tablas más que sobradas para pertenecer al primer equipo del Poio. Es una categoría exigente, que lleva al límite a unas jugadoras que compiten con todas sus armas sobre la pista. No hay que guardarse nada, sería un ahorro poco práctico. Cada día, cada partido, las dos rojillas, con capa plateada hora, luchan por ir sumando minutos con su equipo y hacer las aportaciones que el conjunto necesita.

«Es difícil contar con mucho tiempo en la pista porque la gente con la que, entre comillas, tenemos que competir es muy buena», señala Carol. «Creo que aún podemos mejorar muchísimo y en eso estamos. Esta es la máxima competición de España, y estamos entre los cinco mejores equipos. Es complicado, pero siempre que salimos tratamos de darlo todo».

Crecimiento y aprendizaje. Dos palabras que a menudo en el deporte van de la mano, y en la que tanto Irene como Carol están de acuerdo. Sus compañeras hacen muchas veces de maestras. Dudan en dictar un nombre en concreto, pero finalmente apuestan por por Iria Saeta como una de esas jugadoras que más las apoya y aconseja. «Pero es que hay mucha gente muy buena con nosotras... Ale, Jenny, Silvia...», ríe Irene.

Una familia rojilla, sí, pero una familia a fin de cuentas. Los miembros deben cuidarse entre sí. Quizás por eso salga el nombre de Antía, y su lesión en la final de los Juegos Olímpicos de la Juventud. Íntima amiga de Carol, fue un golpe duro para el equipo. «Está recuperándose muy rápido», comenta. «Este año en la liga hubo muchas lesiones del mismo tipo, de ligamento cruzado. Le puede pasar a cualquier pero no por ello vas a jugar con miedo. Es algo a lo que estás expuesta en cualquier deporte».

«Hay que afrontar lo que venga, y con mucha ilusión siempre», reconoce la rojilla vallisoletana. «Quiero seguir adaptándome. Yo que vengo de Segunda a Primera el cambio ha sido grande. Es de agradecer el esfuerzo de Dani y su paciencia». Las dos rojillas estudian. Hacen malabares con sus horarios para sacar tiempo para todo. «Es algo que nos gusta, no es un esfuerzo supremo. Si algo te gusta tratas siempre de adaptarte. No hay que poner excusas, o al menos no nosotras que somos aún jóvenes y tenemos las preocupaciones o responsabilidades de otras compañeras», sentencia Irene. Este fin de semana descansan de la competición regular. Pero el tren del Poio no para. Solo echa más carbón a la caldera.