El dentista que emuló a Sherlock Holmes

Alfredo López Penide
López Penide PONTEVEDRA / LA VOZ

POIO

Emilio Moldes

Reconoce que actuó sin pararse a pensar cuando decidió perseguir al atracador de un banco del centro

11 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

A principios de mes, Luis Edgardo Ledesma Rojas recogía de manos del director de la Escuela Naval de Marín el reconocimiento que la Policía Nacional de Pontevedra le dispensó por su participación en el esclarecimiento del atraco a una sucursal bancaria de García Camba. Este homenaje se sumó al que recibió hace unos meses por parte de los dentistas de Pontevedra y Ourense como uno de los colegiados honoríficos que, a sus 67 años, puso punto final a una carrera que comenzó en su tierra natal, Argentina.

Oriundo de la provincia de Santiago del Estero, ubicada a 1.200 kilómetros al norte de Buenos Aires y considerada como la madre de las provincias argentinas, era profesor en la Facultad de Odontología y observó cómo muchos de sus alumnos optaban por cruzar el charco. «Todos venían a hacer las américas a España», precisó con socarronería antes de explicar que, un buen día, se encontró con un anuncio en el que buscaban odontólogos, por lo que decidió probar suerte y mandó su curriculum.

Y lo aceptaron. Su destino: Maspalomas, en la isla de Gran Canaria. Fue al llegar a Madrid para recoger su título homologado cuando «tomé consciencia de la distancia. En Argentina te dibujan España y en un cuadradito al lado, las Canarias. Piensas que están a un paso...».

Aprovechó el mes y medio que tardaban en expedirle la homologación de su titulación para visitar a un exalumno en Vigo. Y el flechazo fue inmediato. Veintinueve años más tarde recuerda que, nada más pisar suelo gallego, «me sentí identificado. En Galicia, a los argentinos nos abren todas las puertas», por lo que optó por hablar con los que le habían contratado para quedarse en las Rías Baixas.

Luis Edgardo no esconde que ser odontólogo, al igual que psicólogo, y argentino suena a tópico, pero tiene un explicación a este hecho. Y es que en su país natal, la Universidad es gratuita. «Todo el mundo puede trabajar y estudiar. Yo empecé a trabajar a los 8 años. Toda la primaria, la secundaria y la parte universitaria la pasé trabajando y estudiando», precisa, al tiempo que destaca que en los propios planes de estudios universitarios están previstos distintos horarios para conciliar ambas facetas y posibilitar que los alumnos que tengan que trabajar no se vean condicionados a la hora de sacarse una carrera.

Echando la vista atrás, reconoce que han sido casi tres décadas muy buenas, en gran medida, «por mi forma de ser. Soy abierto. Los gallegos, al principio, ponen ciertos límites, pero cuando te conocen, te lo dan todo, incluso, más de lo que pueden».

En este sentido, lo tiene claro: «Tuve la oportunidad de ir a distintos sitios de España, pero la calidad de vida de Galicia o de mi querida Pontevedra, que vivo en Combarro (Poio), no la tienes en ningún lado. Se vive muy bien».

Entre risas, evita hablar de anécdotas escudándose en el secreto profesional, aunque de sus palabras se denota el agradecimiento a una comarca que lo acogió con los brazos abiertos y en la que su mujer e hijos continúan vinculados a la odontología. De alguna manera, Luis Edgardo devolvió este cariño hace unos meses cuando, gracias a su actuación, la Policía Nacional resolvió el robo a un banco.

Era la mañana de 7 de noviembre pasado y Luis Edgardo se encontraba en la sucursal del BBVA de García Camba esperando a ser atendido. En uno momento dado, se percató de la presencia de un individuo cuyo aspecto le hizo intuir algo raro: «Lo que tenemos los odontólogos es que hablo contigo y ya te estoy viendo los dientes al sonreír, la cara, las arrugas... Hay cosas que vas detectando».

Lo cierto es que, en un momento dado, esta persona sacó una navaja o algo parecido y la empleada pegó un grito. Mientras el resto de clientes acudían junto a la mujer, Ledesma Rojas se quedó sentado a la expectativa. Esta decisión fue crucial porque le permitió ver cómo un hombre se iba separando del grupo dando pasitos hacia atrás y, «como si nada, tranquilito, salió del banco».

«Sin pensarlo, porque si lo hubiera hecho, quizás no hubiera actuado...», decidió seguirlo. Y como si se tratara de una escena de una película de espías, mientras el sospechoso caminaba por una acera en dirección a La Oliva, Luis Edgardo lo seguía caminando por la de enfrente. «Me sorprendió porque llevaba un bolso y se iba sacando la ropa. Se quitó la ropa de arriba y debajo tenía otra camisa, y debajo del pantalón, un vaquero», añade.

En La Oliva, el ladrón se cruzó con una patrulla de la Policía Nacional como si nada. Fue en ese preciso momento cuando decidió alertar a los agentes identificando al atracador que fue inmediatamente reducido y detenido. De igual modo que localizaron el bolso con la ropa que vestía en el momento del robo y que había abandonado en una cafetería.

Sin embargo, «lo que no apareció fue el arma». Una de las hipótesis que se manejan es que se la pasó a un cómplice o bien se deshizo de ella cuando nadie se percataba. «Fue algo instintivo. He cumplido con mi deber ciudadano».