El cartel desesperado que le devolvió a José los 700 euros que perdió en la calle

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

POIO

Ramón Leiro

Este pontevedrés perdió su sueldo íntegro junto a un cajero de Poio; lo encontró una joven y ayer se lo entregó

08 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Se supone que el dinero no da la felicidad. Quizás sea cierto. De lo que no hay duda es que hacer las cuentas y ver que ni de lejos se llega a fin de mes hunde a cualquiera. Por eso el martes José Losada estaba desolado. A este hombre, un pontevedrés de mediana edad que se gana el pan con un trabajo de media jornada en una empresa de mudanzas, le ocurrió ese día algo tremendo. Llevaba su sueldo íntegro en el bolsillo -700 euros- y lo perdió. Así de simple. Ese extravío, cuenta él con los ojos enrojecidos, lo cambiaba todo: «Vivo cada mes con lo que me pagan, no tengo ahorros. Sin ese dinero era imposible pagar el alquiler, la luz... hasta comprar comida». Tan desesperado estaba después de peinar a la carrera y sin éxito las zonas por las que había pasado que escribió carteles de su puño y letra contando su pena. Los colgó por la ciudad y se puso a rezar todo lo que sabía, tal y como contaba ayer. Quizás fue un milagro. O quizás fue que el dinero cayó en las manos indicadas. Pero ayer él recuperó el sueldo. Y el sueño que no pudo conciliar estas últimas noches.

Todo ocurrió el martes. A José su jefe le pagó el mes en mano al término de una mudanza en el paseo de Colón. Él dobló cuidadosamente cada uno de los billetes de 50 euros y los metió en una diminuta bolsita plástica transparente con cierre hermético. Luego, la metió en el bolsillo y recorrió a pie los 300 metros que lo separaban del cajero, con la intención de ingresar el dinero y pagar el alquiler, el agua, la luz y el teléfono. Todo iba bien hasta que llegó a la entidad bancaria y vio que la bolsita no estaba. «Creí morirme porque me hacen mucha falta, es lo que tengo para cada mes, no cuento con ningún ahorro...», explica. Primero corrió desesperado, escudriñando toda la zona que había recorrido. Pero no había ni rastro de su salario. Así que cogió papel y bolígrafo y escribió: «Se perdió una bolsita con dinero, si alguien la encuentra por favor póngase en contacto conmigo». Añadía su número de teléfono, daba las gracias y ofrecía gratificación.

Fue gracias a ese letrero como la historia de José se cruzó con la de la joven Maite. Ella y un amigo, el mismo martes, toparon el dinero tirado en el suelo, cerca del cajero donde debería haberlo ingresado José. Lo cogieron y, según decía ella ayer, no supieron bien qué hacer con él: «No nos lo queríamos quedar, no nos lo planteamos en ningún momento». Pensaron en ir a la policía, pero el miércoles ya vieron el cartel. Y ayer Maite llamó a José. Le preguntó detalles y enseguida se dio cuenta de que él no mentía, que el dinero era suyo. Así que quedaron a la tarde para hacer la devolución.

La cita fue en la calle. Y José apareció puntual. Le temblaban las manos. No se acabó de creer el final feliz hasta que vio a una chica bajarse de un coche con la bolsita en la mano. Maite le entregó sonriente los billetes y le pidió disculpas por no haber llamado antes. «Ayer [por el miércoles] estuve liada y no pude llamarte. Pero desde que vi el cartel quería devolvértelo», le dijo. José, quizás por timidez, no habló demasiado. Eso sí, sacó un billete de 50 euros de la bolsita transparente y se lo dio a la joven, que volvió a sonreír antes de marcharse. José enfiló luego la vuelta a casa. Si se le preguntaba si esos 50 euros le descuadraban las cuentas, sacaba su pasta: «Da igual, peor estaba antes. Esa chica lo merece».

Maite topó el dinero y luego vio el letrero en el que José contaba que

lo había perdido