El técnico que puso punto y final a los 44 años

Xosé Ramón Castro
x. r. castro VIGO / LA VOZ

MORAÑA

M.MORALEJO

Luis Oliveira entrenó a once equipos durante 26 años seguidos, pero perdió la ilusión y se autojubiló

26 nov 2019 . Actualizado a las 01:08 h.

No es muy habitual hacerse entrenador a los 18 años de edad, pero mucho menos jubilarse de los banquillos a los 44 después de 26 ininterrumpidos al pie del cañón. Pero Luis Oliveira Aldao (Vigo, 1975) se ha convertido en un pionero al anunciar públicamente que se baja del barco del fútbol después de haber perdido la ilusión. «Lo dejo por falta de ilusión, no por falta de trabajo, porque al Moraña (su último equipo) le seguía dedicando muchísimas horas. Coger el coche dos horas al día y que en casa te esperen hasta las once y media de la noche tiene que compensarte, si no es absurdo», resume.

Hace tan solo ocho días que Luis Oliveira se bajó del tren del fútbol. El Moraña fue la última estación de un viaje que comenzó en el benjamín del Coya, club en el que había ejercido como centrocampista -«tenía calidad, pero era lento y no era un jugador especialmente fuerte»- comenta de una etapa de futbolista con la que también cortó de un modo prematuro.

Porque a los 18 Oliveira ya sintió la llamada del banquillo. No le gustaban las cosas que veía y quería entrenar para cambiar: «Desde muy joven no me gustaba ver a niños en el fútbol base que no jugaban minutos y que no se cambiara a ciertos jugadores nunca. De esto hablo hace 26 años y hoy en día se mantienen algunas cosas que sí que ha habido una evolución». Su primera decisión, como no podía ser de otra manera, fue la política de rotaciones.

La segunda motivación la encontró en la estrategia. «Me picaba el gusanillo, siempre me gustó la estrategia, el ajedrez, el ver cómo puedes derrotar a un adversario». El tercer foco de inspiración no encontró viendo entrenar a Julio Álvarez-Buylla al Gran Peña en As Travesas. Para entonces Luis ya había regresado al Balaídos, su otro club de siempre, en donde entrenó en cuatro categorías base hasta juveniles. «El que me encendió una bombillita fue Julio Buylla. Él no me conocía. Yo entrenaba antes que él en As Travesas y él estaba en el Gran Peña y yo me quedaba después de mis entrenamientos a ver cómo entrenaba y decía: ‘Este tío sabe’ y eso me hizo dar un salto, primero en ambición, en mejorar, evolucionar, aprender nuevas cosas y formarme mucho mejor. Fue el punto en donde me dije: ‘Tengo que evolucionar y madurar’, porque era muy joven».

Ese fue el pistoletazo de salida para una carrera que primordialmente se desarrolló en el «norte» como Luis Oliveira llama a la zona de O Salnés con previo paso por Pontevedra.

Porque su primer gran éxito lo firmó en A Seca pontevedrés, en donde cogió un cadete y lo ascendió a División de Honor. Además, el convenio con el Atlético le permitió conocer a Amorrortu «y aprender su metodología de trabajo». Años después, y previo paso por el Ciudad de Pontevedra, llegó el fichaje por el Portonovo. «En Preferente viví los mejores años con el ascenso de Preferente a Tercera y la Copa Diputación. Llegaba desde Segunda Regional y para mí aquello era el cielo. Fue la época que más me ilusionó además del División de Honor de A Seca». Víctor Durán en el club pontevedrés y Valentín Martínez en el de O Salnés estarán siempre en su corazón. «Víctor apostó por mí cuando nunca había entrenado en Pontevedra y viví allí cuatro años fantásticos y luego a Valentín le estaré agradecido siempre. Apostó por mí por una entrevista cuando era un entrenador sin experiencia en la categoría y me dio máxima libertad».

Curiosamente el depósito de la ilusión balompédica comenzó a vaciarse cuando tocó su techo deportivo con el Vilalonga en Tercera División. «Fue en donde comencé a perder la motivación y la ilusión por cómo funciona el fútbol», aunque al mismo tiempo pisar una categoría de rango estatal era como alcanzar la tierra prometida «para alguien que comenzó en Tercera Regional».

En el Marcón, el año que ascendió a Preferente también dejó claro que se viste por los pies como el mismo dice. «Faltaban cuatro jornadas, el equipo tenía el ascenso hecho pero como había problemas de vestuario decidí marcharme para no tomar una decisión que quizás nos hubiera costado subir».

Ahora en Moraña dijo basta y lo hizo público para no caer en la tentación de volver. «Es definitivo y lo he hecho público porque tengo idealizado el fútbol, la idea romántica de entrenar y trabajar y al final vuelves a picar porque ves el lado bueno pero soy una persona coherente y si me llama un equipo mañana jamás voy a decir que sí». Él mismo se cierra la puerta con un montón de amigos y vivencias dentro. También con un puñado de jugadores a los que vio crecer. Un romántico congruente, quizás una especie ya extinguida en el fútbol y en la vida.