«En la policía científica hubo un cambio radical. Fue una revolución»

Alfredo López Penide
lÓPEZ pENIDE PONTEVEDRA / LA VOZ

MORAÑA

Ramón Leiro

Reconoce que la desaparición de Sonia Iglesias es una espina clavada, pero «tengo esperanzas de que se resuelva»

17 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Con su jubilación, se pierde parte de la historia viva de la Comisaría de Pontevedra, a todo un testigo de cómo ha evolucionado la investigación científica en el seno de este cuerpo. A fin de cuentas, Ramón Díaz Rodríguez (Moraña, 1953) fue quien se situó al frente de la brigada científica pontevedresa en el momento de su creación, cargo que ostentó durante veintiséis años. «Hubo un cambio muy radical. Por entonces, se llamaba gabinete de identificación y nos dedicábamos a la identificación de personas, objetos... Dependíamos de la brigada judicial. No se hacían informes periciales, no se identificaban huellas, había que mandar todo a Madrid... Y así, hasta la creación de la Comisaría General de Policía Científica»

-¿Cómo fue la adaptación a las nuevas técnicas de investigación?

-Tuve que realizar cursos en A Coruña y en Madrid, estuve tres meses en la Facultad de Medicina Legal de la capital de España. A partir de entonces, empezamos a elaborar informes periciales sobre falsedades documentales, de balística... pero también identificábamos huellas. Fue una revolución.

-Tal vez una de las principales innovaciones de los últimos tiempos en este campo fue el estudio de los restos biológicos...

-Sí. Teníamos que recoger todos los indicios biológicos de un escenario, tanto colillas como muestras de sangre, saliva, esperma en caso de agresiones sexuales...

-En este marco, ¿qué investigación le ha marcado más?

-La desaparición de dos personas en Vigo. Se tuvo que vaciar una fosa séptica. Se sospechaba que los cadáveres estaban ahí. Tuvimos que ir a Pontillón de Castro donde estaban las basuras y con ayuda de los Bomberos y del servicio de limpieza del Concello se vació la fosa. Tuvimos que crear un cedazo, un colador grande, para ir mirando todo lo que había y se lograron aislar restos de esas personas. Uñas, dientes, pelos e, incluso, se encontró una bala y se identificó el arma con la que fue disparada.

-¿Y alguna espina clavada?

-Todos tenemos en mente la desaparición de Sonia Iglesias. Tengo esperanzas de que se resuelva y cuanto antes, mucho mejor. Es una investigación que nunca se abandonó y creo que todos compartimos el ánimo que se resuelva.

-Tras la brigada científica, dirigió durante nueve años extranjería.

-Sí. Fue un nuevo reto, sobre todo, con respecto a los delincuentes extranjeros que estaban en prisión. Nosotros nos encargábamos de redactar el informe para proceder a su expulsión. En estos casos, lo problemas surgen porque muchos no están bien identificados o sus países de origen no los reconocen como nacional del mismo...

-¿Cuál es la situación en cuanto a redes de prostitución?

-Nuestra misión es, normalmente acompañados por Inspección de Trabajo, comprobar las condiciones en las que se encuentran las mujeres. Si están por su propia voluntad o si las retienen contra su voluntad, las condiciones en las que vinieron, si han contraído alguna deuda en su país de origen, si les han retenido el pasaporte... Todo eso se comprueba para verificar que no haya ninguna infracción o irregularidad.

-Tengo la percepción de que una de las cuestiones en las que más se está poniendo el acento en las inspecciones de clubes de alterne es a la hora de verificar la existencia o no de una relación laboral.

-Sí, sí. Por eso, casi siempre, vamos con Inspección de Trabajo. Se le hace una entrevista personal a cada mujer para deducir las circunstancias en las que se encuentra, si vinieron engañadas o, por el contrario, eran conscientes de lo que iban a hacer.

-Su última etapa profesional, como jefe de operaciones.

-Yo no soy comisario, soy inspector jefe. Es coordinar todo el trabajo, no solo de las brigadas, sino también de todas las comisarías de la provincia con la excepción de Vigo.

-¿Ser policía se lleva en los genes?

-Mi padre también estuvo en la Comisaría e, incluso, llegamos a coincidir en esta plantilla. Era maestro allá por el año 50 en un pueblo de Asturias y de aquella se decía ‘‘ganas menos que un maestro de escuela’’, pues decidió preparar las oposiciones. Mientras estaba en la escuela de policía para ingresar al servicio activo, nací yo. Estaba predestinado para entrar en el cuerpo.

-¿Cómo fueron sus primeros años en el cuerpo?

-Los primeros años fueron en la Jefatura Superior de Policía de Asturias en Oviedo. Estuve hasta 1978, momento en el que se crearon nuevas comisarías, entre ellas Lalín, Marín o A Estrada, y me vine para esta última. Duré ocho meses y en agosto de 1979 aterrice en Pontevedra.

-Después de una vida tan activa, ¿cómo se presenta la jubilación?

-Hombre, hay que acostumbrarse a todo. Sé que voy a echar de menos esta vida porque es muy absorbente. Nuestra principal preocupación es que Pontevedra sea una ciudad segura y creo que he aportado mi granito de arena.