Samuel vuelve a la pesadilla del Villa de Pitanxo para homenajear a los marineros que lo rescataron: «Acepté que iba a morir hasta que os vi»

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

MARÍN

Marín dio cabida a un acto para reconocer como héroes a la tripulación del barco que dejó de pescar en Terranova para rastrear «aquel mar asasino» en busca de vivos y muertos

14 feb 2023 . Actualizado a las 09:57 h.

«Un barco de pesca é un pesqueiro, non un buque de salvamento». La frase, pronunciada en esta mañana de lunes por María José De Pazo, hija de una de las víctimas del naufragio del Villa de Pitanxo, parece de Perogrullo. Pero las gentes del mar saben que no lo es. Porque, en un sector capaz de lo mejor y también de lo menos bueno, que un barco de pesca deje de cumplir con su cometido para rastrear un mar congelado en busca de compañeros que han naufragado solo puede calificarse de «heroicidade». Eso fue lo que se hizo esta mañana en Marín, en un salón de plenos que se abarrotó con las familias de los fallecidos y los desaparecidos del Pitanxo para honrar a los marineros del Playa Menduíña Dos, el barco que rescató a los supervivientes y a los fallecidos. Fue un acto en carne viva; sin palabras vacías y con silencios llenos de lágrimas. Y en el que Samuel Koufie, el superviviente de Ghana, con una voz tan hundida como potente, recordó a todos que los doce meses transcurridos desde la tragedia no son suficientes ni para dejar de llorar ni para recuperar el sueño arrancado en aquel mar.

El objetivo del acto celebrado en Marín era, efectivamente, homenajear a la tripulación del Playa Menduíña Dos; a unos hombres curtidos en salitre que fueron tomando asiento sobre la una de la tarde en el salón noble de Marín. Abrió el acto la alcaldesa, María Ramallo, que tiró de la discreción que la caracteriza para no quitarle protagonismo a la voz incansable de María José de Pazo, esa familiar del Pitanxo que durante este año guardó su alma rota para mostrarse ante los medios como una mujer de hierro que reclama Justicia y que se busque a los marineros que todavía siguen desaparecidos. María Jose miró de frente a los marineros del Playa de Menduíña Dos y les dijo que dignifican la profesión del mar. También se deshizo en elogios a su ética y dijo que fue gracias a ellos «que as familias soubemos que non había máis cadáveres a bordo». Consciente de que estos marineros no solo fueron claves en el rastreo, sino también son parte fundamental para que la Justicia esclarezca lo que pasó con el Pitanxo y depure responsabilidades, les espetó: «Agradezo a vosa valentía en dicir a verdade do que viches, aínda que a algunha persoa non lle guste. Pero tiveches e tes esa valentía»

Ya con María José no había duda de que el acto no sería fácil de digerir. Pero faltaba la parte más dura; esa en la que era difícil no llorar como lo hizo él, Samuel, que tardó en lograr pronunciar palabra. El superviviente de Ghana del barco llevó a todos los presentes al mar de Terranova, al momento de pesadilla y, dirigiéndose a los marineros que lo rescataron, les dijo. «Quiero daros las gracias que llevo guardadas en mi corazón desde hace un año. Nosotros veíamos a lo lejos vuestro barco, pero vosotros no nos veíais. Se murió William y yo, que no tenía el traje de supervivencia puesto, acepté que iba a ser el siguiente en morir. Pero de repente se oyó el pito de vuestro barco, muy fuerte y muy cerca nuestra y ahí supe que no iba a morir», narró. Su relato continuó y Samuel dijo: «Me dijisteis que ibais a subir primero a los vivos y yo os dije que no podía, que no tenía fuerzas. Pero entre todos los compañeros me subisteis y me tratasteis como uno de vosotros. Ninguno me disteis la espalda».

Koufie, que defiende una versión de los hechos totalmente distinta a la del patrón y su sobrino, les dijo a los marineros del Playa de Menduíña Dos que no les está agradecido por corroborar su testimonio ante la Justicia, sino por «todo lo que hicisteis en el mar». Remató señalando que no va a olvidar su gesto en lo que le quede de vida

Con el salón de plenos en un silencio sepulcral, con los ojos de todos rojos y llenos de agua, el acto se remató con dos intervenciones institucionales y también con las palabras del patrón del Menduíña, Moncho Porto. Hablaron la conselleira Rosa Quintana y el presidente de la Xunta, Alfonso Rueda. Y los dos pronunciaron frases solemnes para los marineros que rescataron a las víctimas y supervivientes y que los llevaron a tierra en su barco. Rosa Quintana dijo que ellos son «o exemplo da verdadeira Galicia que sabe a mar». Y Alfonso Rueda dijo que estos hombres «convertéronse en salvavidas nun mar asasino», mientras echaba en cara al Gobierno que todavía no se haya bajado al pecio para que este rastreo ayude a esclarecer lo ocurrido y «aporte paz ás familias»

Moncho Porto, patrón del Menduíña y uno de los protagonistas del acto, fue, sin embargo, el más breve en hablar. No importó. Porque sus actos, como los de sus compañeros, ya lo hicieron por ellos tanto aquel fatídico 15 de febrero como a lo largo de todo este último año. «Sempre levaremos a estes mariñeiros no noso recordo», musitó, sin necesidad de decir nada más. El acto terminó con abrazos, aplausos y lágrimas. Y, ya en la acera, mientras los focos de los numerosos medios de comunicación apuntaban a la escalinata de la casa consistorial para hacer una foto de familia, un chaval que fumaba un cigarro de liar a pocos metros decía: «A min isto deume unha lección de vida. O mar é para os peixes».