Luis Pazos, el remero que lo gana todo no se jubila

Nieves D. Amil
nieves d. amil PONTEVEDRA / LA VOZ

MARÍN

CAPOTILLO

A sus 54 años es uno de los deportistas más veteranos y el único en ganar todos los títulos del remo

13 feb 2023 . Actualizado a las 09:43 h.

Luis Pazos no descansa. Respira mar y contagia esa adrenalina que solo tienen los que llevan su pasión al extremo. Con 54 años y casi cuatro décadas sentando en una trainera, sigue desprendiendo el mismo entusiasmo cuando habla del remo que cuando con 15 años atendió a la invitación del club de Marín. Ha pasado una vida en la trainera y sabe, como también lo saben quienes lo conocen, que Luis no se retirará nunca. Sus venas bombean agua salada. «Creo que me jubilaré remando», apunta sin dudar. Es uno de los referentes de este deporte. Se empeña cada año en lograr un nuevo objetivo. Casi no le queda ninguno por conseguir. Acaba de colgarse el oro en el Campeonato de Europa de ergómetro. Y ya piensa en ir el próximo año al Mundial. «Acaban de decirme que batí el récord de España en esta modalidad, la rebajé en cinco segundos», comenta Luis Pazos, que mientras cuenta este último logro, piensa en que si en lugar de la trainera hubiese apostado antes por el banco móvil igual habría conquistado ya un Mundial.

Es el único remero que tiene en su medallero los cinco títulos posibles. Cada vez que le faltaba uno, buscaba cómo lograrlo. En esa ruta, recorrió Galicia, Cantabria, el País Vasco y ahora Asturias. «Era lo que me faltaba», explica Pazos, que como los grandes referentes empezó casi por casualidad. Lo invitaron a remar cuando estaba en una chalana. Era una señal. Estaba subido a la barca de un amigo para ver una travesía a nado en Marín cuando el club de remo de su pueblo lo animó a probar. Aceptó, pero sus aspiraciones le pedían dar un salto cualitativo. «Quería más, entrenar más duro, soy un vicioso de estos», recalca. Ese fue el punto de partida para irse a Tirán, donde estuvo 15 años subido a su trainera. Llegó a quedar segundo en la Bandera de la Concha, la más prestigiosa en este deporte. Palabras mayores.

Ese último verano en Moaña leyó en el periódico que estaban buscando remeros con experiencia para irse a Cantabria. Ni lo dudó. Respetó al club en el que estaba y esperó hasta final de temporada para decirle a su club, que necesitaba más. Hizo las maletas y se plantó en Astillero, en Santander. «En ese momento fui de los primeros gallegos que salían al País Vasco o Cantabria, fui de avanzadilla», recuerda. Ahora es más habitual, pero cuando Luis lo hizo era la excepción. En esas dos comunidades, el remo es una religión.

En un año regresó a Galicia, pero fue un visto y no visto para regresar a Astillero y estar allí una década. «No habían ganado nunca la Concha y lo hicieron cuando llegué. Lo mismo me pasó en Bermeo, Vizcaya. Ya les decía ‘tiene que venir un gallego para que podáis conseguir la Bandera de la Concha», bromea Luis, que en esos años duros de entrenamientos y competición, no se permitió ningún exceso. Mientras era un chaval y veía como sus amigos se tomaban unas copas el fin de semana, él, que ya era semi profesional, no podía unirse a la jarana. Y eso que le gusta. «Ahora me puedo tomar unas cañas un sábado por la tarde», explica con humor. Entrena por su cuenta siguiendo una estricta tabla de ejercicios y sale al mar con Castropol. Cada 15 días visita Asturias. «De las del norte, era la comunidad, así que reto conseguido», explica. Una vez más.

Trabajo y entrenamiento

Cuando regresó del País Vasco iba a retirarse, pero se unió a Samertolameu, pero Javi, uno de sus amigos remeros, le animó a probar con él en Mugardos. Allá se fue. Había vuelto a Galicia por una oferta laboral, pero decidió reengancharse al remo. «De este deporte no se vive, no podía rechazar la oferta y durante años compaginé el trabajo de noche con Ares, el siguiente equipo al que se fue cuando otra vez, «me liaron».

CAPOTILLO

Luis Pazos trabaja para un armador en Marín. Es chabolero. Se encarga de recorrer los puertos de Galicia a los que llega su barco para recoger el pescado y traerlo de vuelta a Marín. En una noche visita en furgoneta distintos muelles antes de regresar a la base. «Del remo solo viven unos cuantos elegidos, el resto tenemos que buscar una profesión al acabar», explica este remero, que está dispuesto a seguir compaginándolo con el deporte y la familia, un trío que tiene que encajar a la perfección. Apenas recuerda lo que es uno sin el otro. «Antes de entrar a trabajar o incluso al salir, entrenar me ayuda a evadirme. Estoy en mi burbuja, a mi bola», recalca.

La evolución natural de muchos es dar el salto de pupilo a maestro. No le faltan galones para hacerlo, pero sí ganas. «Nunca entrené porque me lo impide mi trabajo. Estoy de noche, empiezo a la hora de salir al mar. Y yo, si no puedo estar al 100 %, no me meto», advierte Luis Pazos. Esa es la filosofía que le ha guiado hasta convertirse en el remero que ayudó a cambiar el rumbo del deporte en Galicia.