Dos taxistas de Pontevedra asesinados en tan solo cuatro días, la crónica negra de una Navidad

Nieves D. Amil
nieves d. amil PONTEVEDRA / LA VOZ

MARÍN

MANUEL FERNÁNDEZ-VALDÉS

Los pontevedreses José Barcia y Celestino Carballo fueron asaltados mientras trabajaban de madrugada en la Navidad de 1990. El sector del taxi salió a la calle ese mes de enero para reclamar más seguridad ante la proliferación de atracos

10 ene 2023 . Actualizado a las 15:51 h.

La necesidad de reforzar la seguridad ciudadana vuelve estos días a la primera plana después de que dos peleas en Santiago acabasen con un fallecido y dos jóvenes hospitalizados tras ser acuchillados durante la madrugada. Estos dos terribles sucesos trajeron a la memoria de los pontevedreses el duro final de año que se vivió en 1990, cuando en apenas cuatro días fueron asesinados los taxistas José Barcia y Celestino Carballo. Al primero lo mataron el 28 de diciembre y al segundo, el día 31, desatando una oleada de movilizaciones de repulsa en el sector de autopatronos que se prolongó durante todo el mes de enero. No era para menos. Había miedo. Reclamaban «mano dura» contra una agresión fatal que se había llevado a dos de los suyos. Denunciaban la indefensión que sentían frente a los continuos atracos de delincuentes y politoxicómanos.

José Barcia fue la primera víctima. Estaba casado y tenía siete hijos. Cuando todos sus compañeros se preparaban para asistir a su funeral, la noticia de un nuevo asesinato los enmudeció. Apenas habían pasado cuatro días y Celestino Carballo, con parada en Marín, aparecía acuchillado en las afueras de Pontevedra, a un kilómetro de donde unos días antes habían encontrado a su compañero.

La ciudad tranquila que era Pontevedra en los primeros años de la década de los noventa estalló por los aires sacando a la calle a todos los taxistas para reclamar más seguridad. Hasta el presidente de la Xunta en ese momento, Manuel Fraga, visitó a las familias esos días para mostrarles personalmente su pesar por lo sucedido. No era para menos, los asesinatos habían sacudido a la comunidad gallega en plena Navidad. Desde el primer momento la policía descartó que el autor fuese la misma persona, pese a la cercanía de los sucesos en el tiempo y en el lugar. La proximidad de la base militar de Figueirido abrió sin éxito una línea de investigación hacia el personal militar.

Pero, ¿qué es lo que ocurrió y cómo acabaron los casos? Unos jóvenes que acudían a entrenar al campo de Salcedo descubrieron el cuerpo de José Barcia Franco con una herida a la altura del tórax, que pudo haberse producido por un disparo a corta distancia, tal y como recogía La Voz de Galicia en su edición del 27 de diciembre del 1991, justo un año después del fatal asesinato. El caso nunca se llegó a resolver. Fue un puzle con tres testigos y dos sospechosos como piezas clave.

El principal investigado era un joven coruñés relacionado con el tráfico de drogas que cumplía el servicio militar en Pontevedra, pero nunca se pudo esclarecer lo ocurrido y no hubo sentencia sobre la muerte de este taxista de Alba.

Página de La Voz de Galicia publicada el 2 de enero de 1991
Página de La Voz de Galicia publicada el 2 de enero de 1991 HEMEROTECA

No ocurrió lo mismo con Celestino Carballo. Sus compañeros conocieron los detalles de su muerte cuando estaban enterrando a Barcia Franco. Este vecino de Mourente estaba a las puertas de la jubilación. Tenía su parada habitual en la Escuela Naval Militar de Marín y la noche de su muerte realizó el último viaje sobre las siete de la mañana. Había transportado primero unas cajas de pescado desde la lonja marinense hasta el mercado de Pontevedra y le tocaba ir a recoger a un joven para otro servicio. Eso es, al menos, lo que contaron sus compañeros tras conocer lo ocurrido.

Una vecina del lugar de Birrete, en Salcedo, explicó a la policía que había escuchado unos bocinazos sobre las siete y media de la madrugada en una zona próxima a su vivienda. Cuando se asomó pudo ver en la oscuridad cómo dos hombres se pelaban junto al vehículo y uno de ellos escapaba a gran velocidad, mientras el otro se desplomaba. Fue esta mujer y su marido quienes alertaron al 091 de lo que acababa de ocurrir.

A partir de ahí se inició una investigación que acabó con la detención de Joaquín Pereira Pou, un joven de 18 años y vecino de Marín, que acabó con la vida de Celestino tras intentar atracarle. El fiscal pidió 27 años de prisión para el detenido y la Audiencia provincial de Pontevedra acabó condenándolo a esa pena de prisión por ser el autor responsable de un delito de robo con homicidio. En el juicio, el procesado confesó que le había robado 600 pesetas y que no lo había apuñalado con intención de matarlo, pese a que le puso la navaja en la cara por la ventanilla delantera para pedirle dinero. «Comenzó a tocar el claxon como si solicitase ayuda y al bajar del coche me agarró del pecho. Me revolví como pude y caímos en una zanja. No recuerdo cuantas puñaladas le di, pero no lo hice para matarlo», declaró ante el magistrado.

Las muertes de estos dos taxistas de Pontevedra provocaron continúas movilizaciones de sus compañeros ante la Subdelegación del Gobierno buscando un respaldo que en ese momento no les llegó. Llegaron a convocar una huelga y cercaron con sus vehículos el Gobierno Civil para exigir una mayor protección. Solo la detención de Joaquín Pereira Pou por la muerte de Celestino Carballo apaciguó los ánimos.

Tres años después la necesidad de reforzar la seguridad volvió de nuevo a la calle tras un nuevo asesinato. El taxista Jesús Chico aparecía degollado en el río Rons con numerosos golpes en la cabeza y su vehículo estaba escondido en el embalse del Pontillón. Fueron años de una crónica negra que con el tiempo contribuyeron a mejorar la calidad de vida de los taxistas, que en enero del 1991 salieron a la calle tras la brutal muerte de dos de sus compañeros.