Ellos son los Billy Elliot gallegos

MARÍN

En el centro y con la pierna en alto, Felipe Meijueiro. En la segunda fila a la derecha, Nicolás Gil. A su lado, Noé García. Y en el suelo, Teo García.
En el centro y con la pierna en alto, Felipe Meijueiro. En la segunda fila a la derecha, Nicolás Gil. A su lado, Noé García. Y en el suelo, Teo García. RAMON LEIRO

Hay cantera. Estos cuatro menores del Ballet Galicia quieren convertirse en bailarines profesionales. Felipe ya ha quedado segundo, junto a dos compañeras, en su categoría en los Mundiales de Estados Unidos y el grupo de Teo, Noé y Nicolás, los primeros en Galicia. Ellos luchan por su sueño

01 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Mucha disciplina y esfuerzo. Eso es lo que hay detrás de todos los logros de Felipe, Noé, Teo y Nicolás, del Ballet de Galicia de Diego Landín, en Marín. Ellos, a pesar de su juventud, son capaces de librarse de un pirouette cualquier tipo de prejuicio. Nadie va a cortarles las alas porque solo hay que verlos en el escenario para darse cuenta de que la danza es su gran pasión.

Uno de los referentes para los más pequeños de la compañía es, sin duda, Felipe Meijueiro. Con apenas 14 años ya cuenta con un más que envidiable currículo y no es difícil augurarle un prometedor futuro. Él, junto con Ainhoa y Lola, quedaron segundos en la categoría de tríos en la final del Youth American Grand Prix, uno de los certámenes de ballet más prestigiosos del mundo, que se celebró en Tampa, en Florida, este año. También quedaron terceros dentro de la categoría de grupo, junto con más compañeros, del mismo evento. Y ahora Felipe acaba de clasificarse como solista, al igual que otra bailarina de la compañía, para participar en el mundial del próximo mes de abril en la modalidad individual. Y ya está trabajando duro para quedar en el mejor puesto. «Salgo del colegio a las dos y media de la tarde y una hora más tarde ya estoy aquí. A veces salgo a las nueve de la noche y otras a las diez. Vivo aquí», reconoce él, feliz de poder dedicarse en cuerpo y alma a su gran sueño, convertirse en bailarín profesional: «Esa es mi meta». E incluso reconoce que alguna vez ya lo han comparado con Billy Elliot, el protagonista de la famosa película de Stephen Daldry, que narra la historia de un niño inglés que soñaba con ser bailarín.

«Yo antes hacía gimnasia rítmica y llegó la pandemia. Entonces abrieron esta escuela y me dije: ‘Voy a probar’. Así que me apunté sin que me gustase el ballet. Pero me empezó a enganchar y ya luego supe que quería dedicarme a esto. Pero llevo solo dos años bailando», explica Felipe, que comenta que una de las cosas que más le gusta de la danza es poder transmitir emociones: «Puedes representar un personaje bailando y puedes hacer que el público sienta las emociones que tú quieres que sienta». Además, sabe que lo que le enseña esta disciplina le servirá para toda la vida. «Que si al final quieres ser abogado, te va a enseñar esa constancia. Todo lo que tú hagas vas a saber cómo manejarlo», comenta. De todas las actuaciones y participaciones en concursos dice que la que más le marcó fue la de Berlín, la clasificatoria para participar en el Mundial de Estados Unidos: «Fue el primer sitio lejos al que fuimos y fue un choque de realidad. Luego también me gustó mucho cuando fui a Italia a una gala que me invitaron y, claro, las finales del Mundial». Además, reconoce que le encantaría algún día poder formar parte de la American Ballet de Nueva York.

Con apenas 7 años, Teo García es otro de los bailarines que se encuentra en el programa profesional de la escuela. También Nicolás Gil, con tan solo 9 años, y Noé García, con 10. Todos ellos sueñan con poder seguir bailando muchos años y dedicarse de manera profesional a la danza. «Cuando bailo estoy feliz, mostrando a la gente lo que me gusta hacer», dice Teo, que se animó a apuntarse a danza porque su hermana y toda su familia también bailan. Mientras Nico explica que cuando tenía 3 años escuchó una canción que le gustó: «Le pregunté a mis padres si podía ir a una academia de baile y me dijeron que podía ir a esta. Y desde entonces me gustó el ballet y ya quise bailar», explica este experto bailarín que sueña con pisar los escenarios de los mejores teatros de México, Italia o París. Noé también cuenta que el hecho de que su hermana fuera a ballet le animó a apuntarse: «Mi madre también quería que fuera y me convencieron. Ahora lo disfruto mucho». Estos tres bailarines forman parte del grupo que obtuvo este año el primer premio, «tanto en clásico como en contemporáneo», en el concurso gallego de danza: «No fuimos al nacional porque me parecían demasiado pequeños como para ir a Cataluña y era su primer concurso. Poco a poco. Si se vuelven a sacrificar ya iremos», explica Diego Landín.

Tres horas al día

Teo, Noé y Nicolás entrenan, junto con sus compañeras, tres horas al día de lunes a viernes, excepto los miércoles. «Aunque ahora también ese día porque hay competiciones y galas. A medida que van creciendo van entrenando más horas porque la exigencia es mayor», aclara el director de la escuela. Sobre el hecho de que haya tantos niños bailando, dice que cada vez se ven más y que se está creando una buena cantera. De hecho, ellos son los cuatro bailarines que forman parte del programa profesional de la compañía, «pero en el programa amateur, que vienen una o dos horas a la semana, ya hay otros cuatro niños, aunque son aún muy pequeños. Además, ellos se fijan en los mayores y los tienen como referentes», comenta el coreográfico.

Porque el primero que ha abierto camino ha sido él mismo. Con tan solo 28 años, este joven marinense llegó al mundo de la danza por casualidad: «Mi madre me iba a meter a baile tradicional, pero una amiga suya le sugirió que probara en ballet. Ella siempre cuenta que nunca me vio tan disciplinado, tan quieto y atendiendo tanto. Y de ahí fui escalando. De Pontevedra pasé a Vigo. Iba todos los días. Luego me fui a Madrid y de Madrid a Nueva York. Y me fui formando en diferentes sitios», comenta este chico que trabaja para que sus alumnos alcancen sus sueños. Eso sí, siempre con los pies bien colocados en el escenario y la mente fría porque «no importa el talento con el que nazcas, sino lo que te esfuerces por conseguirlo».