El eterno misterio de las cajas nazis

Marcos Gago Otero
marcos gago MARÍN / LA VOZ

MARÍN

MUSEO SEFARDÍ DE TOLEDO

El Museo Sefardí de Toledo confirma la relación entre el hallazgo del 2011 en Marín y la prisión alemana de Spandau

09 dic 2018 . Actualizado a las 13:36 h.

Dos misteriosas cajas atacadas por la polilla y el paso del tiempo son todo lo que queda visible de uno de los misterios del Marín del siglo XX. Y además es un misterio relacionado con el ascenso de los nazis en Alemania, las persecuciones que desencadenaron y la Segunda Guerra Mundial.

En uno de los costados de estos recipientes de madera, en letras grandes, se lee un nombre que solo pronunciarlo ponía los pelos de punta: Spandau. Una prisión que el régimen nazi, en los años treinta, utilizó con profusión para encarcelar a los oponentes al régimen y donde la Gestapo era la ley. Acabada la Guerra Mundial y tras rematar los Juicios de Núremberg (1945-1946), irónicamente también fue el lugar de confinamiento de los jerarcas nazis. Su último inquilino fue Rudolf Hess, el delfín de Hitler, condenado por los crímenes cometidos por los nazis durante la contienda armada.

¿Qué tienen que ver dos lugares tan diferentes como Spandau y Marín? A primera vista poco, pero hay una historia humana detrás, un secreto que el pasado se resiste a desvelar, si es que hay alguien vivo que pueda hacerlo. El hallazgo en el 2011 de las dos cajas en dos inmuebles de Marín rescató la historia de un alcalde franquista -José González- que se había traído de Alemania a dos presos de los nazis, que vivieron en Marín un tiempo y que después se fueron, perdiéndose su rastro hasta el día de hoy.

¿Quiénes eran? ¿Por qué los apresaron los nazis? ¿Por qué se los trajo de la cárcel alemana un regidor marinense? ¿A dónde fueron? ¿Sobrevivieron a la guerra? Estas son algunas de las preguntas que surgen con esta narración y que no tienen todavía respuesta. Es posible descorrer el velo del misterio, pero solo un poquito. Vamos por partes.

Descubrimiento inesperado

En el 2011 cuando era alcalde Francisco Veiga, este regidor socialista se aplicó en buscar pistas sobre la identidad de los dos presos alemanes, una vez que escuchó la historia del hallazgo de las cajas de Spandau, a través del constructor Antonio Dasilva. El empresario encontró la primera de las cajas en un edificio que iba a demoler. La segunda la descubrió en un taller y la reconoció como gemela de la otra.

Sin embargo, estas pesquisas no dieron nada de sí. No hubo suerte en los registros municipales. Ni siquiera en los censos, cédulas de empadronamiento, ni nada. Es como si se hubiesen evaporado, aunque la familia del alcalde sí sabía que habían existido esos dos presos de Spandau, pocos más en Marín se acordaban de ellos. Por saber, ni siquiera se sabe cómo eran sus nombres de pila.

Antonio Dasilva, que devino sin proponérselo en propietario de las cajas, las únicas pruebas materiales de este misterio, donó una al Museo Sefardí de Toledo y otra al Museo Memorial del Holocausto de Estados Unidos, en Washington.

Recipientes para herramientas

La madeja del misterio sigue sin desenredarse, pero algunos de los hilos empiezan a asomar, si bien tímidamente. Tras su restauración y estudio, el Museo Sefardí de Toledo ha podido confirmar lo que se sospechaba. Las cajas sí son de Spandau, sí son de la época en que Hitler y los nazis reinaban en Alemania. Hasta donde han podido hablar las cajas, esta es la conclusión que extrajo la institución española.

El ejemplar guardado en Toledo tiene veinte centímetros y medio de alto por otros 36 de largo. Es cuadrado y tiene una inscripción que pone «WERK SPANDAU», es decir, «fábrica de Spandau». Hay también una cifra en tinta negra que todavía se puede leer y restos de pintura roja que están ilegibles. Los especialistas del Museo Sefardí han podido datarla en torno a 1932 y todo parece indicar que se trataría de una caja de herramientas.

Desde el Museo Sefardí apuntan que puede haber pertenecido a un prisionero retenido en la cárcel berlinesa y que la usó para guardar sus pertenencias al abandonar la temida prisión. Esa también es la historia que se recuerda en Marín, de que en esas cajas trajeron sus escasas posesiones los dos presos. «Su origen parece ligado a la fábrica de Audi sita en esta ciudad, según testimonia la inscripción conservada bajo el anagrama de Audi en el lateral izquierdo», señalan desde el Museo Sefardí. Los cuatro aros entrelazados en la tapa ratifican ese aparente uso original como caja de herramientas. Y poco más se ha podido saber.